Capítulo 4.- El momento llegó

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Finalmente el momento llegó, las diez mesas con las que contamos están llenas, abrimos hace cuatro horas y las personas siguen llegando

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Finalmente el momento llegó, las diez mesas con las que contamos están llenas, abrimos hace cuatro horas y las personas siguen llegando. Debo de admitir, que estoy sorprendida. Débora hace bien su trabajo, ella sola está atendiendo a todos los comensales.

La noto algo cansada, apuesto a que no ha comido nada en todo el día y me siento culpable por ello. En la mañana perdió su trabajo, eso le quita los ánimos y el hambre a cualquiera.

Aprovecho la oportunidad cuando hay un rato tranquilo, solo hay clientes en tres mesas; le pido a Joel que cubra la caja, mientras Marcus atiende a los comensales, hablo a Débora y cuando ella entra a la cocina sin saber para qué la hablé, ya tengo servida en una pequeña mesa una sopa calientita y algo de beber.

—Los chicos dijeron que me hablabas —me dice de mala gana con sus gestos fríos, pero en sus bonitos ojos negros, puedo ver algo que puedo interpretar como cansancio o tristeza—. Si quieres que me vaya porque no te gustó mi trabajo, está bien, por mí no hay problema, no tienes que pagarme nada, solo me iré y ya.

—No te vayas, no te hablé para despedirte —como quería retirarse, bloqueo su camino con mi cuerpo y casi me estrello con ella, mis pies son muy torpes.

Ella se sorprende por mi acción, puedo sentirlo en lo más profundo de mí y no entiendo el por qué. Me mira extrañada y yo señalo la mesita al fondo.

—Le pedí a los chicos que te cubrieran un ratito para que pudieras comer algo.

—Ohh... Gracias. —Camina con la cabeza algo baja y en silencio se sienta a donde le he indicado.

Trato de no incomodarla y comienzo a cortar algunas verduras que pondré en una ensalada. Ella prueba el primer bocado y hace un sonido de aprobación.

—¡Esta sopa está deliciosa, Brianna!

—Bri.

—¿Qué?

—Que puedes llamarme Bri —me encojo de hombros—, me gusta que me llamen así.

Ella asiente con la cabeza y pone otra cucharada en su boca, habla después de haber degustado aquel bocado.

—En ese caso, puedes decirme Deb —sonríe levemente, quién diría que esta mujer sabe sonreír—. Nadie nunca me llama así, pero de esa forma me gustaría que me llamasen.

—¿Y por qué nadie te llama así? —Pregunto curiosa.

—Supongo que porque los asusto, en realidad no lo sé y no me importa.

Débora... Deb, pone más comida en su boca y yo no quiero perder la oportunidad de arreglar las cosas, es ahora o nunca.

—Ayer que llegué a la papelería, había una rubia gritándole a la anciana; luego de empujarme e irse, llegaste tú a gritarme —Deb deja de comer y tengo toda su atención—. Lamento haberte tirado el agua y salir corriendo, lo hice porque me asusté y al mismo tiempo me enojé.

Empiezo a reír recordando mis propias tonterías y la forma babosa en la que suelo meterme en problemas, es como un talento natural que tengo. Soy un imán para problemas.

—Si te sirve de consuelo caí sobre mi vecino cuando me estrellé contra él, al ir corriendo como una poseída.

—¿Atropellaste a tu vecino? —Deb empieza a reír también.

—Sí y me costará un postre diario por una semana el hacer que me perdone —pongo las verduras en donde las necesito y lavo mis manos en la tarja—. Y las cajas que tiré en la mañana fueron un accidente, no tenía idea de que trabajabas ahí. Jamás haría algo como eso con el afán de humillar a nadie. Tal vez no lo parezco, pero soy muy torpe cuando camino.

Me giro hacia Deb y se ve más relajada y tranquila, pienso que sabe que le estoy diciendo la verdad y que todo esto fue un mal entendido desde un principio.

—Es bueno saber que no quieres arruinar mi vida. Tendré que suspender mi plan de levantarte una demanda por acoso —dice en tono de broma.

—No está en mis planes ser supervillana todavía, así que me parece bien que suspendas tus planes en mi contra —Bromeo yo también y la escucho reír divertida. Es como una epifanía de la vida, simplemente algo único, tiene una risa muy hermosa, nada que ver con sus gestos agresivos de siempre.

—Tendré que borrarte de mí lista negra —dice risueña y puedo notar que se está divirtiendo— Yo que tenía tantas ganas de matar a alguien.

—¡Hey! —Me quejo arrugando mi nariz— ¡Nada de sangre en mi cocina!

—Está bien, me doy por vencida —ella alza las manos en rendición y se pone de pie—. Gracias por la comida Bri, aprecio mucho el gesto, en verdad que sí.

—Me alegra que arregláramos nuestras diferencias.

Deb comienza a caminar, mirándome mientras se viene acercando mucho a mí y de pronto me siento nerviosa, mi corazón late más rápido y no sé qué decir, creo que solo la estoy mirando como una completa tonta que no sabe hablar.

—Te diré algo Bri, la verdad es, que las personas no suelen ser amables conmigo, supongo que por eso soy así —su sinceridad le da un vuelco a mi corazón y lo siento estrujarse; es un sentimiento muy extraño, ella es una desconocida, pero me llega a lo más profundo—. Así que, gracias.

Su tono de voz es muy suave y sus pasos empiezan a invadir mi pequeño espacio personal, trago saliva al mismo tiempo que doy un paso en reversa.

Deb alza su mano izquierda y cierro mis ojos pensando que va a golpearme... Sin embargo no lo hace, solo acaricia mi mejilla con lentitud y delicadeza, no recuerdo la última vez que alguien haya tenido un gesto tierno conmigo, soy a veces un tanto irritante y tengo cierto grado de mala suerte en lo que respecta llevarse bien con personas desconocidas.

—De nada —digo con un torpe tartamudeo.

Qué frustrante, finalmente pude hablar y parezco una retrasada, de haber sabido, mejor ni abría la boca para nada.

Hay un silencio, pero no me resulta incómodo, de hecho es agradable, su cercanía es agradable, su perfume es dulce como las flores, aspiro ese rico aroma y cierro un momento mis ojos, mientras ella vuelve a rozar mi mejilla de forma cariñosa. Un breve momento después, abro mis ojos nuevamente, y puedo admirar a la misteriosa chica frente a mí.

—Debo volver con los clientes. Anuncia y se va, rompiendo este contacto.

Cuando la veo desaparecer tras la puerta, doy un suspiro cansado, no puedo entender lo que me pasa, no sé qué tiene esta chica que me hace sentir así. Es como si anhelara su compañía. Un rato quiero huir de ella como si fuese un asesino serial detrás de mí y al momento siguiente solo quiero que esté conmigo. Uff qué complicada soy, ni yo entiendo que rayos está mal conmigo.

<< Deja de pensar estupideces, Bri >> Me repito mentalmente.

Luego me recuerdo a mí misma que debo concentrarme en mi trabajo, y tomando oxígeno para llenar mis pulmones, me concentro en continuar con los platillos de los comensales que me están esperando.

Luego me recuerdo a mí misma que debo concentrarme en mi trabajo, y tomando oxígeno para llenar mis pulmones, me concentro en continuar con los platillos de los comensales que me están esperando

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