Ley cero de la termodinámica

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Después de la celebración del Hanami y de sobrepasar un pequeño límite en su amistad, los leves roces se volvieron algo frecuente entre el mexicano y el chico de ascendencia japonesa.

No era algo que hacían a propia voluntad, sino que sus pequeñas manos se buscaban de manera inconsciente y en cuanto volvían a la realidad, se alejaban como si el contacto del contrario quemara.

A la vista del genio de la robótica eso no era del todo una mentira, sólo que en lugar de dejar una llaga el calor ascendía lentamente hasta colorear los mofletes de ambos chicos de un tierno carmín.

Hiro, quién estaba en su escritorio se tomó de los cabellos con fuerza. Era consciente que el cosquilleo que dejaba la piel del moreno sobre la suya no era "normal" o por lo menos en él.

Se había hartado de buscar respuestas en el área clínica cuando obviamente no estaban ahí, suspiró e hizo lo que una persona con una computadora y conexión a internet haría...

Poner sus síntomas en un buscador.

Encontrando en un artículo científico lo que Baymax le había dicho hace algún tiempo: Dopamina, oxitocina y serotonina... Hormonas que al momento de mezclarlas daban como resultado el sentimiento que el azabache de tez clara nunca creyó sentir... Amor...

Existían varios tipos de amor, de eso estaba seguro, sin embargo no es el mismo que siente por su tía Cass o Tadashi, tampoco era el que puede sentir por sus amigos de la universidad; no... El amor que al parecer sentía por el moreno era uno que, lamentablemente, mataba las neuronas poco a poco y te despojaba de todas tus facultades, de tu voluntad.

Hiro no quería vivir a merced de sus nuevos sentimientos, él quería llevar una vida normal, la había planeado hasta el momento de su muerte. Pero hubo ciertas variaciones; ya no podría malcriar a sus sobrinos porque nunca los tuvo y ahora no podría dedicarse enteramente a la robótica porque a cierto mexicano le daba por invadir su mente durante casi todo el día y obligarlo a poner cara de idiota.

Es por eso que ahora estaba golpeando su cabeza contra la mesa del escritorio.

-Tontos sentimientos, tonto corazón, tonto cerebro, tonto cerebro...

Con cada maldición había un nuevo golpe lleno de frustración.

- ¡Ay no! ¿Ahora qué hacemos Baymax? Hiro ya se rompió...

El susodicho, quién no esperaba que el moreno llegara a la habitación, reaccionó de manera impulsiva buscando cubrir la pantalla del monitor y cerrar la pestaña con el artículo. Pero su pie se enredó con la base giratoria de su silla haciéndolo tropezar y caer en la ranura que había entre su cama y el escritorio.

-Au...

-En una escala del 1 al 10 ¿Cuánto es tu dolor?...- Intervino el robot de vinilo blanco.

El mexicano después de ver semejante hazaña fallida fue al rescate del chico mitad japonés observando que entraba casi perfectamente en la brecha, definitivamente era bastante escuálido.

-Tienes dos pies izquierdos, ahora porqué no bailas...

-Cállate...

El moreno extendió la mano hacia el chico de tez clara para ayudarlo a levantarse y cuando ésta fue tomada sintió de nuevo ese cosquilleo viajar por sus venas hasta sus mejillas. Volvió rápidamente a su labor y sacó al asiático de ese espacio.

Entre cerezos y cempasúchil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora