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–¡Adiós! Ya me contarás que sucede después...

Rodé los ojos y me senté en el piano apenas Kano cerró la puerta.
Por fin sola.
Ahora... seguiré trabajando en mi canción.

Aproximadamente dos horas después mi celular sonó interrumpiéndome, contesté de mala gana.

–¡Umi-chan!
–¿Con quién hablo?
–Con el amor de tu vida.

Reí sarcásticamente.

–Oikawa. ¿Ya terminaste?
–¡Eres demasiado fría!
–...
–Sí, terminaremos antes.
–Vale, te esperaré en la entrada.
–Eso no es buena idea...
–¿Por qué?

Pareció alejar el teléfono de su oreja y escuché a lo lejos a varias chicas gritando el nombre de Oikawa. Oh...

–Entiendo
–Espérame ahí, iré en unos 10 minutos.

Colgué y empecé a recoger mis cosas.
Llegó exactamente 10 minutos después, agarró mi bolso y luego mi mano sin decir nada. Intenté zafarme pero no me lo permitió, así que simplemente lo dejé. Las chicas que quedaban en los pasillos tenía cara de querer matarme y fruncí el ceño hacia Oikawa.

–¿No te parecía bien que te esperara afuera pero si te parece bien que caminemos de la mano por toda la escuela?
–Si me esperabas en la puerta ibas a estar sola. Lo que no quiero es que andes por ahí sola.

Intenté zafarme nuevamente pero no me lo permitió otra vez. Suspiré pesadamente, pasé de desapercibida al centro de atención en menos de dos semanas.
Apenas salimos de la escuela sentí un alivio enorme.

–¿Dónde vives?
–Oh por aquí...

Lo jalé por todo el camino y no fue hasta que nos paramos frente mi casa que me di cuenta que no había soltado su mano en todo el camino.

–Vives muy cerca.

Le solté la mano de golpe.

–Eh... sí.
–¿No me vas a invitar a pasar?

Entré en pánico por un momento pero en cuanto lo vi simplemente le dije que sí y le abrí la puerta. Tenía los ojos tan vivaces y misteriosos como siempre pero aún así se le veía cansado.

–Bonita casa.
–Gracias.
–¿Debo saludar a alguien?
–No. Mamá es enfermera y hoy tenía el turno de la tarde así que llegará tarde.

Oikawa asintió despacio y recorrió toda la sala de estar detalladamente. Su manera de examinar las cosas daba algo de miedo, es como si para él fuese un delito pasar cosas por alto.
Posó la mirada en las fotografías que estaban puestas junto al televisor y se acercó a mirarlas.

–¿Desde qué edad cantas?
–Desde los 7. ¿Te gustaría algo de tomar?

Asintió como perdido en mis fotografías y me puse a servirle algo de limonada.
Se la pasé y me senté en el sofá sintiéndome repentinamente incómoda.

–Cuéntame cuál es la historia detrás de esta fotografía

Me pasó la única foto en la que salía sonriendo.

–Tenía unos 5 años y fue el día en que mi padre volvió del ejército después de estar en servicio y no verlo durante 3 años. El peluche de jirafa que llevo en las manos él me lo regaló y fue papá quien tomó la foto.
–Debe ser un hombre estupendo.
–Lo fue.
–Oh... lo siento yo...
–Fue hace dos años así que no te preocupes. Ahora vivo pensando en que sé que está orgulloso de mi.
–... ¿De qué murió?
–Se le abalanzó a una granada para proteger a su escuadrón.
–...

Oikawa abrió y cerró la boca varías veces como si fuera a hablar, pero sin ser capaz de decir nada. Solté una carcajada.

–¡Es la primera vez que te he dejado mudo!

Oikawa quedó pasmado mirándome la cara con la boca abierta. Me reí más, hasta el punto de llorar al ver su expresión sorprendida.
De la nada cruzó la habitación hacia mi y apoyó ambas manos en el espaldar del sofá como acorralándome. Se inclinó de manera que nuestras narices rozaban y puso una expresión seria que ya había visto antes.

–Tienes una risa muy bonita.

Empecé a dejar de reír pausadamente. Mi espacio personal estaba siendo invadido, otra vez.

–Oikawa...
–Nunca había oído una risa como la tuya.

Tragué saliva y se me vino el alma a los pies.
Oikawa me estaba besando, de nuevo.

A donde tú voz me lleveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora