10

809 61 6
                                    

Me dejé caer en la cama con la ropa puesta.
No había oído noticias de Oikawa y el partido debió de haberse terminado hace una media hora.
Aunque en el volleyball es impredecible lo que dure el partido...
Tal vez se enojará conmigo.
Okay, definitivamente sé que se enojará conmigo.

–¡Estoy en casa!
–Hola, mamá. No te oí entrar.
–¿Estabas afuera?
–Sí
–¿Con Tōru-san?
–Sí
–Ya veo...

Sonrió encantada y me hizo saber que haría la cena.

–¡Umi, querida! ¡Iré a comprar huevos!
–¡Está bien!

Rodé en la cama para alcanzar mis audífonos y celular para escuchar música tranquilamente y cerré los ojos.
El sonido del timbre me sobresaltó y corrí a abrir la puerta.

–¿Has olvidado las llaves mamá?

Abrí la puerta y me hice a un lado para dejarle pasar.
Oikawa siguió pisando fuerte y cerrando de un portazo.

–¡Oye! ¡Esta no es tu casa!

Negó con rabia y sé quedó parado sin tocarme.

–¿Por qué te has ido?
–Ya no quiero que juegues conmigo
–¿Cuantas veces te he dicho que voy en serio?
–Pero tú dices una cosa y haces otra, no puedo con eso.
–Yo también tengo un límite, Umi
–¡Oh! ¿Discúlpame?

Se acercó un paso y yo retrocedí.

–Umi...
–No me toques. Me he cansado de ser tú juguete.
–No eres mi juguete.
–¿Entonces que soy?
–...

Tragué saliva cuando cuando sentí lágrimas que morían por salir.
¿Por qué?

–Vete... y no vuelvas.

Su cara cambio del la rabia al pánico.

–No me hagas esa cara... por favor... Umi...

Volvió a dar un paso hacia adelante y yo retrocedí.

–¿Que soy para ti, Oikawa?

Miro a todos lados como buscando una ayuda divina.
Su silencio me rompió el corazón.
Oikawa me gustaba.
Me gustaba demasiado.

Pasé por su lado y le abrí la puerta sin mirarle.

–Vete.

No movió un músculo por varios minutos pero al final salió.
Como siempre no pude deducir cuál era su estado anímico.
Cerré la puerta en su cara y caminé hacia mi habitación a paso tortuga.

A donde tú voz me lleveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora