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Puse las manos en sus hombros para intentar alejarlo pero fue inútil. Agarró mi rostro con ambas manos e introdujo su lengua en mi boca.
Sus besos eran... me sentí fuera de mi por los varios minutos que me besó.

–Ah...

¡Se me ha salido un gemido! Forcejeé más fuerte de la vergüenza, él sonrió en mis labios y se detuvo para mirarme.
Se sentó a mi lado como si nada, soltando un gran suspiro de satisfacción.
Yo me quedé sentada, mirando a la nada, tratando de calmar mi agitada respiración.
Agarró mi mano y entrelazó sus dedos con los míos, después acercó su cara y me dio muchos besos en la mejilla izquierda que me hicieron cosquillas.

–¿Umi-chan?

Me dio otro pequeño beso.

–¿Por qué no estás diciendo nada?

Mordió el lóbulo de mi oreja delicadamente y me estremecí, pero seguí en silencio con la mirada perdida en la pared.
En mi interior estaba dando vueltas en pánico.
Sentía vergüenza y miedo... pero sentía miedo porque no estaba sintiendo rabia y en vez de eso... ¿Qué es esto?

–Oye ya me estás asustando...

Giré la cabeza para verle los ojos.

–¿Qué quieres?
–Ya te había dicho que a ti.
–Te dije que no estoy para juegos.
–Esto no es un juego.
–¿Y entonces que es?
–Me gustas.
–¿Perdona? Eso es ridículo. Estuve el año pasado en tu clase y no me dirigiste la palabra ni una sola vez.
–No es ridículo.
–...

Me tapé los ojos con el brazo pero inmediatamente me lo impidió y acercó mi cara a la suya.

–Eres una chica que se esconde detrás de ropa grande, también eres demasiado callada y reservada... así que supe que eras un reto. El voleibol ha sido mi única prioridad en años y me he conformado con las chicas que me siguen a todos lados.
–¿Y? Eso no ha cambiado.
–Yo tampoco se muy bien que estoy haciendo.

Me dio otro beso casto en los labios.

–¿Y esperas que acepte esto sin más?

Aguanté la respiración cuando volvió a darme otro beso, cerré los ojos.
Si no es ahora ¿cuando? Soy una chica que posiblemente esta gastando la suerte de toda su vida con este chico.
¿Qué es eso tan preciado que temo perder?
¿Qué es eso tan prohibido que temo encontrar?

–Dame la oportunidad...

Musitó con voz roca entre besos. Su voz me arrastro de golpe a sensaciones que nunca había experimentado en la vida. Con timidez, le devolví los besos por primera vez. Oikawa gruñó en mis labios:

–Dime que sí...

Frenó dejándome con ganas de más para mirarme a los ojos. Su expresión era una que no había visto antes, sus ojos parecían leerme entera. Asentí despacio, sintiéndome abrumada debido al calor que empezaba a hacer.
Volvió a besarme duro, profundo y debido a que él seguro tenía mucha experiencia no fue muy difícil seguirle la cuerda.
Frenó en seco para mirarme con el ceño fruncido.

–He querido preguntarte esto desde que te besé ese día... ¿Habías besado a alguien antes?

Negué.

–Bueno... a menos que cuente un pequeño beso que me dio un niño llamado Carlitos en primero de primaria.
–Sí, si cuenta.

Y aunque puse todo de mi para que no sucediera, le sonreí aguantando la risa.

–¿De que te ríes?
–Eres muy tonto, Oikawa.

Él también sonrió y se acercó a darme otro beso.

–¡Umi! ¡Estoy en ca... sa...
–¡Mamá!

Oikawa se separó de mi como si nada y se puso de pie para saludarla con educación.
Mamá sonrió de oreja a oreja... oh no.
Se acercó con paso animoso a Oikawa y le dio besos en ambos cachetes, saludándolo con alegría. Oikawa se quedó estático, con la boca abierta en una perfecta O y yo me puse de pie de un brinco para alejarlo de ella aunque en cuanto hice eso, ella hizo exactamente lo mismo conmigo.
Mi mamá es canadiense por lo que no es precisamente reservada.

–¡Mamá! ¿Cuantas veces te he dicho que no saludes así a alguien que acabas de conocer?

Oikawa pareció recuperar la compostura y se presentó.

–Tooru-kun... ¡que lindo nombre! Yo soy Hayashi Isabell, la madre de Umi. ¿Eres tú el novio de mi niña?
–Sí
–No

Dijimos al mismo tiempo, mamá sonrió encantada y desfiló por la sala de estar hasta la cocina.

–¿Te quedarás a cenar, Tooru-kun?

Oikawa asintió enérgicamente y yo rodé los ojos.

–Me encantaría, gracias.

Me crucé de brazos y me volví a sentar en el mueble de mala gana.

–¿Qué te gustaría comer, Tooru-kun?
–Lo que a usted más le guste, oka-san. ¿Puedo ayudar?
–¡Claro! Ven aquí

Oikawa me guiño el ojo y se fue a la cocina también. Me sonrojé enfurruñada y prendí la televisión.
¡Pero si lo has aceptado muy rápido, Mamá!
¡Y no estamos saliendo!
¿O si?

A donde tú voz me lleveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora