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–Me retracto Umi...

Me reí a carcajadas, Oikawa había tenido una semana de mierda a causa de su falta de sexo.
No sabía ni qué decirle, me limpié las lágrimas que había derramado de la risa con la manga de mi abrigo y volví a mi expresión neutral.

–Excederme en entrenamientos todo el tiempo ya no me funciona, no cuando haces lo que has hecho toda la semana que es básicamente torturarme.
–¿Cómo te torturé Oikawa? No recuerdo haberte siquiera tocado demasiado.

Se cruzó de brazos y yo me preparé para el segundo berrinche del día. Puse los ojos en blanco y me senté a escucharle, pero más que escucharle, a detallar sus facciones.

–(...) y luego... y luego cuando me rozaste la entrepierna "sin intención"... ¡TÚ NUNCA ME ROZAS LA ENTREPIERNA SIN INTENCIÓN!
–Tienes unos labios muy bonitos...
–¡APARTE ESTABA EN UNA POSICIÓN EN LA QUE ERA IMPOSIBLE QUE FUERA SIN INTENCIÓN! TÚ... espera ¿Qué has dicho?

Fruncí los labios para disimular mi sonrisa y él fijó la vista en mi sin dar crédito.

–Vale, me he cansado de esto.

Me jaló de la muñeca y me arrastro hasta mi habitación murmurando cosas tan bajitas que no pude entender en absoluto. Estaba molesto, muy molesto.

–Es irónico que te molestes tanto cuando solo te he molestado un cuarto de lo que tú me has molestado a mi.
–Estas hablando demasiado.

Espetó y me arrojó sobre la cama.

–¿Disculpa?

Guardo silencio y me quedé observándole sorprendida. Se quitó la camiseta de un jalón hacia arriba, se desabrochó la correa, los pantalones y luego bajó sus bóxers.

–¿Oikawa?
–Tooru. ¿Por qué sigues vestida?

Me senté en la cama despacio y me quite el abrigo junto con la camisa básica que tenía debajo a la misma velocidad.
Tooru parecía impaciente, muy impaciente.
Gatee sobre la cama y me puse de pie para acercarme a él muy despacio.
Luego zarandee el Jean hasta abajo y me quedé viéndole en ropa interior.

–Te hizo falta algo de ropa.

Apunté hacia mi sostén preguntándole con la mirada si se refería a eso, asintió despacio, con la mirada fija en mis ojos. Si no le conociera tendría miedo de su expresión seria.
Sonreí sintiéndome una extraña, no me reconocía a mi misma a estas alturas.
Desabroché el sostén con agilidad y lo dejé caer como si nada al suelo.
Tooru se acercó más a mi y se arrodilló en frente.
Dejó un delicado beso sobre la delgada tela de mi ropa interior y la comenzó a jalar hacia abajo.
Gemí y abrí un poco más las piernas.

–Ahora sé que debo tener más cuidado contigo...

Ronroneó en un tono meloso que hizo que los bellos de mi cuerpo se erizaran.
Patee mi ropa interior a un lado y el me arrojó a la cama de nuevo.

A donde tú voz me lleveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora