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–Esto es demasiado vergonzoso...

Oikawa no respondió y se limitó a seguir caminando. Me cargaba a caballito por toda la avenida hacia mi casa.

–Tōru...
–No te voy a bajar.
–Te has comportado como un chiquillo hoy.
–No me importa.

Pegué la mejilla en su espalda. Estoy cansada de discutir.
Se paró frente a la puerta de mi casa y me bajó.
Abrí la puerta dando a entender que él no podía pasar.

–¿Es en serio?
–Yo no te pedí que me trajeras hasta acá y...
–¡Tōru-kun! ¡Hacia ya tanto tiempo que no te veía!

Rodé los ojos... solo han pasado dos semanas, mamá...
Mi madre lo cogió de los hombros y le dio dos besos en ambas mejillas.

–Gusto en verte, oka-san.
–¿Qué hacen aquí parados? ¡Sigan!

La fulminé con la mirada y decidí permanecer callada pues así era más fácil evitar las preguntas de mi mamá.
Oikawa sonrió triunfante hacia mi dirección y yo le levanté mi dedo corazón, lejos del campo de visión de mamá.
Oikawa soltó una risotada, mamá nos miró sospechosa/divertida.

–Parece que estáis muy animados hoy.
–Pues si, Jeje.

Suspiré.

–Estaremos en mi habitación, mamá.
–Está bien.

Mamá se quedó en la cocina y yo caminé en silencio hacia mi habitación. Oikawa entró cerró la puerta detrás de él y yo me senté en la cama para verle.
Las cosas de mi habitación se veían demasiado pequeñas a su lado. Su cuerpo y su actitud no encajaban para nada en mi habitación negra/gris/blanca.

–Me has hecho pistola.
–Te la merecías.
–¿Te sientes mejor?

Asentí, él se sentó a mi lado.
Hubo un silencio muy incómodo por varios minutos. Él habló primero:

–No eres un juguete, ni un juego, ni nada similar de ese tipo para mi.
–... pues gracias.
–Hablo en serio Umi.
–¿Y qué quieres que te diga?
–Te quiero en mi vida. Me he dado cuenta de que cuando no estás me encuentro y me pasan cosas malas.
–... ¿y?
–Por favor vuelve conmigo.
–¿Me estás rogando?

Puse todo de mi para no sonreír, al menos no todavía.

–...Sí.
–¿Pero volver a donde?
–A ser mi novia.
–¿Era tu novia?
–Sí, maldita sea.

Masculló entre dientes de mal genio. Solté una carcajada.

–¡Oh! ¿Te molesta si te molesto un poco?

Él también sonrió.

–No puedo enojarme cuando me haces esa cara.

Sonreí sin mostrar los dientes y él pareció aguantar la respiración.

–Está bien, volveré. Pero... hay una condición
–¿Cuál?
–No más sexo por el próximo mes. Quiero que me invites a hacer cosas que no sean relacionadas con sexo.

Fijó su vista en mi divertido y yo me removí incómoda.

–¿Sexo de reconciliación y luego si te hago caso?

Entorné los ojos. ¿Sexo?

–Mi mamá está en casa.
–¿Cuando eso te ha detenido?

Me quedé viéndole escandalizada y él soltó una carcajada.
Me agarró del cuello y pegó sus labios con los míos de manera provocativa. Gemí.

–Mm...
–¿Sexo?

Asentí tímidamente y el soltó el aire bruscamente.
Me agarró de las caderas y me puso sobre él.

–Joder. Hoy vas tú arriba.

Me sonrojé hasta las orejas cuando sentí su erección presionando contra mi entrepierna.
Suspiré rendida, sintiéndome patética.

A donde tú voz me lleveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora