Cartas

78 11 35
                                    


Las promesas de Invierno que se anunciaban en la mañana se volvieron realidad pocos minutos después de que Hikari y Naruto salieron de la casa Uchiha.

La joven aún tenía su bonita nariz enrojecida por el llanto, pero el Uzumaki le había ofrecido un pañuelo para que se secara las lágrimas y enfrentara el exterior con un poco más de prolijidad. Avanzó con cuidado por el camino empedrado, su chal de hilo grueso con bordados dorados la cubrían casi por completo para protegerse del frío.

-Vas a congelarte, Naruto Kun. Déjame traerte algo de abrigo- insistió por tercera vez desde que salieron, al verlo sólo con su uniforme militar. El rubio negó con la cabeza, sonriendo ampliamente.

-Estoy bien, Hika Chan- respondió- deja de preocuparte tanto.

Ella apretó los labios, sabiendo que sólo sería una molestia si permanecía constantemente pidiendo que se abrigara. Naruto le extendió una mano para que tomara a medida que caminaban sobre la superficie resbalosa del jardín de la entrada.

-¿Adonde quieres ir?- preguntó el Uzumaki de pronto- podemos ir a comer algo caliente ¿No crees? tenía muchas ganas de verte y saber como estabas.

Hikari sonrió tímidamente y tomó con ambas manos la que Naruto le había ofrecido para darse más estabilidad.

-Claro. El viejo Ichiraku aún tiene su tienda abierta así que podemos ir allí. Estará encantado de verte.

-Extrañaba de menos al anciano. Y seguramente él también ya que era su principal consumidor- dijo Naruto dejando escapar una risita.

Ichiraku ya no era más que el recuerdo de un negocio próspero y exitoso. Pero sus puertas aún permanecían abiertas y el gusto de su ramen, icomparable.

El propietario ya era un anciano y su hija una mujer adulta pero con la misma sonrisa. No habían pasado años, pero la guerra envejecía; lo había hecho con ella y Hikari luchaba por no mirar demasiado a Naruto, temerosa de ver que también le había sucedido a él.

Cuando llegaron al puesto, a Ichiraku le costó bastante darse cuenta de que el joven hiperquinetico y gritón había vuelto a la aldea luego de un año de servicio (cuando ella escuchó eso, se quedó perpleja por unos instantes, sorprendida de que ya hubiera pasado un año desde que Sasuke se fue).

Y por otro lado, ver ese lugar de nuevo le daban ganas de llorar y no supo realmente porque; si por la nostalgia o por tristeza.

Era como si no hubiese sucedido nada, otro viaje a la aldea para pasar la noche festiva de la mano de su prometido y su mejor amigo. Luego de una cena familiar en la casa Uchiha en donde ella fingía no notar la mirada intensa que Itachi solía darle en ocasiones y la sonrisa cálida que le regalaba cuando cruzaban sus miradas.

Ichiraku estaba allí, Naruto también; pero faltaba todo en ella. Estaba rota como una muñeca de porcelana, vacía e inanimada. El cielo era gris sobre sus cabezas y la guerra asolaba los bosques.

-¿Qué te gustaría ordenar, Hika-Chan?- preguntó Naruto con una sonrisa.

Hikari se dió cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas y sonrió mientras se abanicaba con una mano, como si el humo que salía del negocio fuera la causa de su molestia.

-Quizás algo simple...-

-Oh yo ya sé lo que necesita- interrumpió el rubio con tono despreocupado- ¡dame dos especiales, anciano!

Ichiraku inclinó su cabeza antes de apresurarse a la cocina a pasos maltrechos por la edad, contento de recibir en su tienda rostros familiares una vez más. Naruto ayudó a Hikari con su asiento antes de hacerlo él a su lado, dejando su sombrero del uniforme cerca de ambos y revolviendo sus cabellos rubios.

Algo por que morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora