Avíso: se que piensan que e escrito muy poco pero cada capitulo son cientos de palabras.
Un día se me ocurrió pensar que esas cosas calientes, chillonas y apestosas que se movían a mi alrededor eran mis hermanos y mi hermana. Me sentí muy decepcionado.
A pesar de que mi vista había mejorado hasta el punto de poder ver formas borrosas a la luz, supe que esa cosa grande y hermosa que tenia esa larga y maravillosa lengua era mi madre. Averigüe que sentir el aire frío en la piel significaba que mi madre se había marchado a alguna parte, y que volver a sentir su calor quería decir que era la hora de comer.
Muchas veces, encontraba un lugar para succionar implicaba apartar de un empujón el morro de uno de mis hermanos, que intentaba quitarme mi parte, lo cual resultaba muy irritante. No veía que mis hermanos y mi hermana tuvieran objetivo alguno. Mientras mi madre me lamia la barriga para estimular el fluido de líquidos de debajo de mi cola, yo la miraba, suplicándole que me quitara de encima a los demás cachorros. La quería toda para mi.
Poco a poco pude empezar a ver a los otros perros y acepte a regañadientes su presencia en la guardia. Mi olfato pronto me aviso de que tenia una hermana y dos hermanos.
Sister estaba menos interesada en luchar conmigo que mis hermanos. A uno de ellos lo llame Fast porque, por algún motivo, se movía mas deprisa que yo. Al otro lo llame Hungry porque lloriqueaba siempre que madre se iba, y cuando regresaba, mamaba con una extraña desesperación, como si nunca tuviera suficiente. Hungry dormía mas que mis otros hermanos y que yo, así que muchas veces le saltábamos encima y le mordisqueabamos la cara.
Nuestra guardia estaba al abrigo de las oscuras raíces de un árbol y permanecía fría y oscura a pesar del calor del día.
La primera vez que salí al aire libre y sentí la luz del sol, Sister y Fast me acompañaron. Por supuesto, Fast se coloco en primera posición.
De nosotros cuatro, solamente Fast tenia una mancha blanca en la cara. Cuando trotaba con alegría, esa mancha blanca brillaba a la luz del día. Era una mancha que tenia forma de estrella y que parecía lanzar un anuncio al mundo: «Soy especial». El resto de su pelaje era oscuro, con manchas marrones y negras, igual que el mio. Hungry tenia un color mas claro, mientras que Sister tenia el mismo hocico prominente de Madre y la frente plana. Pero todos nos parecíamos bastante entre nosotros, a pesar del orgulloso trotar de Fast.
Nuestro árbol estaba encaramado sobre la orilla de un riachuelo. Me alegró ver que Fast caía rodando por la pendiente de la orilla. Pero ni Sister ni yo bajamos con mas elegancia que él. Las rocas resbaladizas y los finos hilos de agua ofrecían olores maravillosas, así que seguimos esa pista de agua hasta una cueva fría y húmeda: se trataba de un conducto de paredes metálicas. Instintivamente, supe que ese era un buen lugar para esconderse en caso de peligro, pero a Madre no le impresiono nuestro descubrimiento en absoluto: sin ninguna contemplación, nos llevo de regreso a la guardia después de que quedará claro que no teníamos suficiente fuerza en las piernas para subir la cuesta de la orilla.
Habíamos aprendido la lección: no podíamos regresar a nuestra guardia por nuestros propios medios después de bajar por la orilla. Así pues, en cuanto Madre se fue, lo hicimos otra vez. Esta vez, Hungry vino con nosotros, pero cuando llegamos al conducto se tumbo en el frío barro y se quedo dormido.
Explorar parecía lo correcto, pues necesitábamos encontrar otras cosas para comer. Madre, que se impacientaba con nosotros, se levantaba antes de que hubiéramos terminado de comer, yo culpaba a los otros perros de ello. Si Hungry no fuera tan insaciable, si Fast no fuera tan mandón, si Sister no se moviera tanto, seguro que Madre se quedaría quieta y nos permitiría llenarnos la barriga. ¿No era cierto que yo siempre conseguía que se tumbara, suspirando, cuando intentaba llegar hasta ella mientras estaba de pie?
Muchas veces, Madre dedicaba un montón de tiempo extra a lamer a Hungry. Aquella injusticia me sacaba de mis casillas.
Fast y Sister se habían hecho mas altos que yo. El tamaño de mi cuerpo era el mismo, pero mis piernas eran mas cortas y mas gruesas. Hungry era el mas pequeño de todos, por supuesto. Por otra parte, me molestaba que Fast y Sister estaban mas interesados el uno en el otro que en el resto de la familia, yo los castigaba negándoles mi compañía. Así pues, salia solo para ir al conducto. Un día, mientras estaba olisqueando un delicioso cuerpo podrido y en descomposición, un pequeño animal salto en el aire: justo delante de mi. ¡Era una rana!
Encantado, me precipite hacia ella para intentar atraparla con las manos, pero la rana salto otra vez. Tenia miedo, a pesar de que yo solamente quería jugar... Casi seguro que no me la iba a comer. Fast y Sister percibieron mi excitación y entraron en estampida en el conducto, resbalando sobre el húmedo fango al llegar y tirandome al suelo. La rana salto.
Fast tomo impulso sobre mi cabeza para saltar hacia ella. Le gruñi, pero no me hizo caso.
Sister y Fast cayeron el uno encima del otro al intentar alcanzar a aquel animal, pero este consiguió llegar a un charco de agua y se alejo nadando en silencio y a toda velocidad. Sister metió el hocico en el charco y estornudo, mojandonos a Fast y a mi. Fast salto sobre su espalda. Y, finalmente, nos dimos cuenta de que la rana - mi rana - había desaparecido.
Triste, me di la vuelta. Tuve la sensación de que vivía en una familia de zoquetes.
Pensé mucho en esa rana durante los días siguientes. Lo hacia sobre todo antes de quedarme dormido. No dejaba de preguntarme cual habría sido su sabor.
Cierto día, cuando nos precipitamos ansiosos y revoltosos hacia Madre, ella empezó a gruñir suavemente. Y así cada vez que nos acercábamos. Hasta que un día nos chasqueo los dientes en señal de advertencia. Pensé, con desaliento, que mis hermanos lo habían fastidiado todo. Pero entonces Fast se arrastro hacia ella con la barriga pegada al suelo. Madre le acerco el hocico. El le lamió el morro, y ella le ofreció comida. Así pues, todos corrimos hacia allí para recibir nuestra parte. Fast nos aparto de un empujón. Sin embargo, ahora ya conocíamos el truco, así que olisquee y lami el morro de mi madre: ella me dio de comer.
Para entonces ya habiamos familiarizado por completo el lecho del arroyo. Lo habíamos recorrido de arriba a abajo asegurándonos de dejarlo impregnado con nuestro olor. Fast y yo pasábamos la mayor parte del tiempo dedicados a la seria tarea de jugar. Empecé a darme cuenta de que para el era importante que el juego terminara conmigo de espaladas al suelo y el mordisqueandome la cara y el cuello. Sister nunca lo desafiaba, pero yo no estaba seguro de que me gustara lo que para todo el mundo parecia ser el orden natural de nuestra manada. Por supuesto, a Hungry no le importaba para nada su estatus, así que cada vez que me sentía frustrado, le mordisqueaba las orejas.
Una tarde, mientras observaba con indolencia a Sister y a Fast, que se disputaban un trozo de tela que habían encontrado por ahí, de repente, se me levantaron las orejas: un animal se acercaba, un animal grande y que hacia mucho ruido. Me puse en pie con torpeza, pero antes de que tuviera tiempo de bajar corriendo hasta el lecho del riachuelo para investigar ese ruido, Madre ya estaba allí con el cuerpo tenso en señal de alarma. Vi, sorprendido, que llevaba a Hungry en la boca, tal como hacia al principio de nuestras vidas. Madre nos condujo hasta el oscuro conducto. Entonces se agacho, con las orejas aplastadas contra la cabeza. El mensaje estaba claro: la obedecimos, retrocediendo en silencio hasta el interior del conducto.
Cuando el animal apareció, caminando por la orilla del río, note que a madre se le erizaba el pelaje de la espalda: puro miedo. Era un animal grande que caminaba sobre dos piernas. Mientras se acercaba a nosotros nos llego el olor acre del humo que le salia de la boca.
Lo observe, absolutamente fascinado. Por algún motivo que no conseguía comprender, me sentía atraído por ese ser.
Incluso me puse en tensión, listo para saltar hacia el y darle la bienvenida. Pero mi madre me lanzo una mirada de las suyas, por lo que decidí no hacerlo. Se trataba de algo a lo que debíamos temer y evitar a cualquier precio.
Por supuesto, aquel animal era un hombre. El primer hombre que yo veía.
El no miro hacia donde estábamos nosotros en ningún momento. Subió por la cuesta y desapareció de nuestra vista.
Al cabo de un momento, Madre salio al aire libre y estiro el cuello para ver si el peligro había pasado entonces se relajo, volvió a entrar y nos dio a todos un beso tranquilizador.
Salí al exterior para verlo por mi mismo: sentí cierta decepción al comprobar que lo único que quedaba de la presencia de ese hombre era el olor del humo en el aire.
Durante las semanas siguientes, Madre se dedico a insistir en el mensaje que nos había lanzado ese día en el conducto: había que evitar a los hombres a toda costa. Incluso había que tenerles miedo.
La siguiente vez que salio a cazar, nos permitió ir con ella. Cuando nos hubimos alejado de la guardia, Madre adoptó una actitud precavida e inquieta que todos imitamos.
Nos manteníamos lejos de las zonas abiertas y avanzábamos ocultándonos por los arbustos. Si veíamos a una persona, madre se quedaba inmóvil, con los hombros en tensión, lista para salir corriendo. En momentos como esos, la mancha blanca de Fast parecía armar el mismo escandalo que un ladrido. Sin embargo, nadie nos vio jamás.
Madre nos enseñó a romper unas finas bolsas de plástico que se encontraban en la parte trasera de las casas, a esparcir con rapidez el contenido, apartar lo que no era comestible y a encontrar los trozos de comida, pan y de queso, que nos comíamos tan deprisa como nos era posible. Los sabores eran exóticos; los olores, fantásticos; pero la ansiedad de Madre nos afectaba a todos: comíamos deprisa y sin saborear nada.
Tan era así que, el primer día, Hungry vomito su comida. La cosa tuvo su gracia..., al menos hasta que yo también empecé a sentir espasmos en el estomago.
Pero la segunda vez que los hicimos todo resultó mucho más fácil.
Yo siempre supe que había otros perros, a pesar de que nunca me había encontrado con ellos y de que sólo conocía a mi propia familia. A veces, mientras nos encontrábamos fuera cazando, nos ladraban desde el otro lado de las rejas, probablemente celosos de que nosotros trotaramos por ahí mientras ellos estaban encerrados. Madre, por supuesto, nunca nos permitió acercarnos a ninguno de esos desconocidos. Incluso Fast se erizaba un poco, seguramente ofendido porque alguien se atreviera a increparle mientras el levantaba la pata en sus arboles.
¡Y de vez en cuando incluso veía un perro en un coche!
La primera vez que eso sucedió, me quede mirando, maravillado: esa cabeza que salia por la ventana, esa lengua colgando de la boca. Al verme, ladro de alegría, pero yo estaba demasiado asombrado: lo único que fui capaz de hacer fue levantar el hocico y resoplar con incredulidad.
Los coches y los camiones eran una cosa totalmente distinta. Madre los evitaba, aunque yo no comprendía porque eran peligrosos si eran cosas dentro de las cuales viajaban perros. Un camión enorme y que hacia mucho ruido aparecía con frecuencia y se llevaba todas las bolsas de comida que la gente dejaba fuera para nosotros. Cuando esto sucedía, la comida escaseaba durante uno o dos días. No me gustaba ese camión, y tampoco me gustaban esos avariciosos hombres que salían de el y que se llevaban toda la comida, por mucho que tanto ellos como su camión olieran a gloria.
Ahora que salíamos a cazar teníamos menos tiempo para jugar. Madre gruñía cada vez que Hungry quería lamerle la cara para recibir comida a cambio. No nos costo mucho captar el mensaje. Salíamos a menudo, ocultándonos, buscando comida desesperadamente. Yo me sentía cansado y débil. Ni siquiera me atrevía a desafiar a Fast cuando colocaba su cabeza sobre mi espalda y me empujaba con el pecho. Vale, que fuera él el jefe. De todas formas, mis cortas piernas eran mas adecuadas para correr agazapado y para escabullirse, tal como mi madre nos había enseñado. Si Fast creía que estaba demostrando algo cuando utilizaba su altura para tumbarme, se engañaba así mismo. Madre era la jefa.
Allí, bajo las raíces del árbol, el espacio comenzaba a hacerse pequeño, por lo que Madre pasaba cada vez mas tiempo fuera. Algo me decía que cualquier día ella no volvería. Y que entonces deberíamos valernos por nosotros mismos, mientras Fast intentaba quitarme de en medio y quedarse con mi parte. Madre ya no estaría allí para cuidarme. Y empecé a pensar en como seria abandonar la guardia.
El día que todo cambio empezó cuando Hungry se metió en el conducto para tumbarse en lugar de salir a cazar. Le costaba respirar y la lengua le colgaba. Madre le acaricio con el hocico antes de salir. Yo le olisquee, pero el permaneció con los ojos cerrados.
Mas allá del conducto había una carretera. En ese sitio, una vez habíamos encontrado un pájaro muerto que todos nos disputamos hasta que Fast lo cogió y se escapo corriendo con el. A pesar del peligro de que nos vieran, siempre íbamos a correr por esa carretera y buscábamos mas pájaros. Eso es lo que estábamos haciendo ese día cuando Madre, de repente, levanto la cabeza en señal de alarma. Y todos lo oímos en el mismo instante: se acercaba una camión.
Peto no era un camión cualquiera. Ese mismo vehículo, haciendo el mismo ruido, había pasado por esa carretera varias veces durante los últimos días, despacio, casi amenazador, como si nos estuviera dando caza a nosotros.
Seguimos a Madre corriendo hasta el conducto, pero por algún motivo que nunca comprendí, me detuve y mire hacia atrás, hacia la monstruosa maquina, unos segundos antes de seguir a Madre hasta el escondite del túnel.
Esos segundos marcaron la diferencia: me habían visto.
El camión, emitiendo vibración grave y estruendosa, se paro justo encima de nosotros. Rechinando, el motor se detuvo y se quedo en silencio. Y entonces oímos el ruido de unas botas pisando la grava.
Madre soltó un grave gemido.
Unos rostros humanos aparecieron por ambos extremos del conducto. Madre se agacho, con todo el cuerpo tenso.
Nos enseñaron los dientes, pero no parecía ser un gesto de hostilidad. Tenían la cara y los ojos oscuros, las cejas y el pelo negros.
- Eh, chico- susurro uno de ellos.
No sabia que significaba eso, pero esa llamada me pareció tan natural como el sonido del viento, como si hubiera oído hablar a los hombres durante toda mi vida.
Vi que ambos llevaban unos palos, y unas cuerdas atadas a los extremos de los palos. Tenían un aspecto amenazador. Me di cuenta de que madre sentía pánico. Empezó a rascar el suelo con las uñas y a dar vueltas con la cabeza gacha, buscando el espacio que quedaba entre las piernas de uno de los hombres. El palo bajó, se oyó un rápido chasquido y el hombre la arrastro hacia el exterior. Madre se retorcía y tiraba con fuerza.
Sister y yo retrocedimos, encogidos de miedo. Fast se puso a gruñir con el pelaje del cuello erizado. De repente, los tres nos dimos cuenta de que, aunque la salida a nuestras espaldas estaba bloqueada, la apertura que teníamos adelante había quedado libre. Así que nos lanzamos hacia ella.
-¡Ahi vienen!- grito el hombre que estaba detrás de nosotros.
Cuando llegamos al lecho del arroyo, nos dimos de que no sabíamos que hacer. Sister y yo nos quedamos detrás de Fast: si el quería ser el jefe, de acuerdo, que se encargara de el.
No había ni rastro de Madre. Los dos hombres se encontraban a ambos lados del arroyo y blandían los palos. Fast esquivo a uno de ellos, pero el otro lo atrapo. Sister aprovecho ese instante para escapar por el curso del río, pero yo me quede inmóvil, mirando hacia la carretera.
Allí arriba vi a una mujer de cabello largo y blanco que nos miraba con expresión amable.
-Ven, cachorro, no pasa nada. Todo va bien. Ven, cachorro- decía.
No corrí. No me moví. Deje que el lazo pasara por mi cabeza y se apretara alrededor del cuello. Seguí el palo por la cuesta de la orilla y el hombre me agarro por el pellejo del cogote y me levanto.
-Esta bien, esta bien- decía la mujer- Sueltalo.
-Se escapara- advirtió el hombre.
-Deja que se vaya.
Yo seguía la conversación sin entender que decían, pero comprendí que, de alguna manera, era la mujer quien mandaba, a pesar de ser mayor y mas pequeña que los dos hombres. El hombre soltó un gruñido de contrariedad, pero me quito el lazo del cuello. La mujer alargo los brazos hacia mi. Sus manos olían a flores. Las olisquee y baje la cabeza. De ella emanaba un fuerte sentimiento de preocupación y afecto.
La mujer paso las manos por mi pelaje: un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Mi cola empezó a moverse en el aire por si misma; cuando note con sorpresa que la mujer me levantaba del suelo, me apresure a lamerle la cara. La mujer se reía, encantada.
Pero el ambiente se oscureció un poco cuando uno de los hombres se acerco con el cuerpo inerte de Hungry entre los brazos. El hombre se lo mostró a la mujer, que movió la cabeza con tristeza. El hombre llevo a Hungry hasta el camión. Allí se encontraba Madre y Fast, en una jaula de metal. El hombre les acercó el cuerpo de Hungry. El olor a muerte, que yo reconocí solo como un recuerdo, emanaba de mi hermano y llenaba el aire seco y polvoriento.
Todos olisqueamos su cadáver: comprendí que el hombre quería que supiéramos que le había sucedido.
Permanecieron en pie, en silencio y tristes, pero no sabían que Hungry había estado enfermo desde que nació y que no era probable que sobreviviera mucho tiempo.
Mientras me introducían en la jaula, mi madre olfateo con expresión de desagrado el olor de la mujer, que se me había quedado impregnado en el pelaje. El camión se puso en marcha con una sacudida: pronto, los olores que llegaban hasta nuestra jaula captaron toda mi atención. Era lo mas excitante que me había sucedido en la vida, incluida la caza frustrada de la rana.
Fast parecía sobrecogido de tristeza. Tarde un momento en comprender porque: Sister, su compañera favorita, se había ido. Para nosotros, se había ido igual que lo había hecho Hungry.
El mundo- reflexione- era mucho mas complejo de lo que había creído. No se trataba solamente de que Madre, mis hermanos y yo nos escondieramos de la gente, cazaramos y jugáramos en el conducto. Había cosas mas importantes que podían cambiarlo todo, cosas que los seres humanos controlaban.
Pero me equivocaba en una cosa: a pesar de que en ese momento no lo sabíamos, Fast y yo nos volveríamos a encontrar con Sister en el futuro.
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La razón de estar contigo
Macera«Una conmovedora historia que abrirá los corazones de todas aquellas personas que la lean» Alice Walker, ganadora del Premio Pulitzer. Reconfortante, profunda y repleta de momentos de felicidad y de risas, La razón de estar contigo no es tan solo la...