Día 9

1.3K 153 31
                                    

El engaño de las apariencias...

Espacio profundo, cuadrante Bravo Eco, 33,216 (alfabeto fonético), Cárcel de máxima seguridad Navarra

Hakudoshi, ése es mi nombre, aunque mi padre insistiera en que mi nombre era Akago. Yo soy Hakudoshi. Escogí ése nombre para mí desde el preciso momento en que él pateó mi rostro y negó ser mi progenitor.

¿Cómo terminé en éste lugar...? En ésta cárcel de máxima seguridad donde sólo lo peor del universo se encuentra...
Asesine a mi padre y varios de sus queridos amigos, eso fue lo que hice.

Vegetar en mi catre es lo que más me gusta, es divertido no hacer nada, es todo lo que puedo hacer. Mi compañero de celda hace ejercicio como loco, yo prefiero un buen libro, pero no tengo acceso a computadoras o nada digital, órdenes del alto mando militar, dicen que podría ser peligroso, ja, no son tan idiotas, sí podría ser peligroso para ellos. Entonces paso los días vegetando aquí soñando con escapar y volver a ver mi mayor tesoro. Suspiro.

Escucho que la celda se abre, los militares entran, mi compañero se resiste a hacerse a un lado, lo golpean, tarado. Me pongo de pie con las manos hacia arriba en señal de sumisión. Entra mi querido amigo Taromaru, el maldito alcaide de ésta prisión. ¿No les mencioné también sueño con cortarle la cabeza a ése idiota? Ya sé por qué está aquí. Hago una mueca de desagrado. Detesto ser la diversión de éste imbécil.

-Hora de otro asalto pequeño, trata de no matarlo tan rápido ésta vez, quieres, hay que mantener al público entretenido...- habló en mi oído.

Simplemente asenti.

Bajamos al piso inferior donde se realizan las peleas clandestinas. Taromaru las organiza para los altos mandos de la milicia, personajes políticos y gente acomodada con un morboso gusto por la sangre y brutalidad. Se escogen dos reclusos, son puestos dentro de un cuarto y apuestan quién vive. Aunque no quisiera matar a nadie que no me ha hecho nada, debo hacerlo, tampoco dejaré me asesinen, entonces el haberle disparado a mi padre en el corazón no habrá servido de nada. Perpetuar mi vida es lo único me importa ahora.

Taromaru me da dos golpesitos en la espalda, me lanzan dentro de la habitación, luego pasan mis cuchillos por una rendija, no serían tan tontos de darmelos antes de ponerse a salvo de nuevo, Goshinki, el jefe de los carcelarios lo sabe bien, casi pierde un ojo y la lengua por mis cuchillos, recibí una paliza después pero valió la pena.

Veo al sujeto que será mi contendiente, sonreí, es el mismo idiota que trató de apalerarme cuando llegué aquí, siempre me llama pequeño enjendro. Lo odio. No le he hecho tragarse sus palabras porque no quiero aumentar mi sentencia en éste asqueroso lugar. Pero ésta es una oportunidad que no debo desperdiciar.

Lanzo mi cuchillo al aire mientras da vueltas observo al idiota frente a mí, es un tipo grande y corpulento. Fue atrapado luego de haber asesinado a trece personas, siempre con el mismo modus operandi, es todo un carnicero y será mi presa hoy...

Atrapo el cuchillo, guardo los otros en mi cinto. Usaré nada más uno.

Los espectadores enloquecen, silban y apoyan a su favorito.

Mi oponente se precipita hacia mí con esa enorme hacha en sus manos dispuesto a partirme en dos, yo lo esquivo. Arremete una y otra vez con ferocidad pero sin mucha precisión, es todo un desastre el idiota, ¿Cómo pretende matar a un oponente ágil como yo con esos movimientos tan burdos?

Esquivo su ataque frontal, me muevo a su lado derecho, introduzco mi cuchillo con rapidez entre sus costillas, lo saco mientras giro para alejarme, ya ha comenzado a sangrar. El público enloquece. Otro ataque lento, me agacho, corto su muslo, en una vena importante, el chorro de sangre me salpica el rostro. La gente aúlla emocionada.

-¡Maldito engendro!- grita dando tres pasos atrás.

-¿Qué te sucede?- pregunto extasiado.

-¡Aléjate de mí demonio!- grita lanzando el hacha. Debo admitir me descuide, casi acaba conmigo, logra rozar mi mejilla, hacía tanto no sentía ésto, ésta adrenalina de experimentar un corte en mi piel, sólo él me ha lastimado, por éso le asesine. Limpié la sangre de mi mejilla, lami lo que tenía en el dedo, metálica.

Me doy la vuelta caminando hacia la puerta, mi enemigo aprovecha mi supuesto descuido, se acerca por detrás, trata de atraparme. Giro para clavarle mi cuchillo en el corazón, ese que tanto amaba deborar de sus víctimas, giro la hoja y lo empujo, cae al suelo. Es todo.

La puerta se abrió. Salgo del lugar feliz de haber matado a ésa escoria y haber sobrevivido un día más.

Me retiran las armas para escoltarme directo a mi celda, entonces limpio la sangre sobre mí y me recuesto, para esperar la siguiente pelea, para soñar con cortar la cabeza de Taromaru, para fantasear con mi libertad. Cerré los ojos.

Unos ruidos en la celda me despertaron, es demasiado pronto para la nueva batalla, los guardias me esposan y llevan por los interminables pasillos de éste laberinto. Terminamos en la oficina del alcaide.

-Hakudoshi- dice él sentado tras su escritorio -Necesitamos que nos ayudes con algo mi niño...

Odio me llame así, ya tengo trece años, no soy un niño.

-¿Qué quiere?- pregunto irritado mientras un idiota me sienta en la silla frente al escritorio.

Taromaru me muestra el video de un caza sobrevolando a un coloso, luego barios cazas militares se estrellan contra la enorme nave, estalló.

Solté un silbido de impresión, esos tipos eran buenos.

-¿Qué quieren de mí?- pregunto recostandome en la silla.

-Fácil amigo- sonrió -Quiero saber... ¿Cómo éstos hijos de mierda derribaron un coloso militar con sus propios cazas?- aprieta los puños.

No pude evitar una risada saliera de mi interior. Estos pueden ser unos completos idiotas.

-Fácil mi querido alcaide pero...- apoyé mi codo en el escritorio -Quiero algo por mi ayuda

-¿Qué mocoso?- lanza disgustado, seguro no le agrada un mocoso como yo lo este chantajeando.

-Reduzca mi sentencia- termino.

-¡Imposible!- exclama poniéndose de pie -Tienes la pena mínima por lo que hiciste...

-No hice gran cosa- me enojo de hombros.

-¡Mataste a cinco oficiales de alto rango en la milicia, entre ellos tú padre, enjendro mal nacido!- grita azotando las palmas en el escritorio.

Bostezo, no me interesa nada que tenga que decir a menos que me ofrezca una reducción.
-Hakidoshi...- gruñe -Vas a decirme lo que quiero o

-¿O qué?- le observo. Papá siempre detesto mis ojos, por eso me golpeaba, decía que era la mirada de un demonio, no se equivocó tanto.

-¡Llevenselo!- ordena rojo de furia.

Yo me carcajeo mientras soy jalado a la celda de contención, allí son aplicados los castigos. Me desvistieron y rociaron agua extremadamente fría con un potente chorro. Mientras temblaba de frio en el suelo mojado me golpearon hasta cansarse, mi sangre se mezcló con el agua, podía ver mi aliento, finalmente terminé en mi cama desnudo, mojado y ensangrentado, sonreí, definitivamente ya había olvidado lo que era una paliza así. Toda ésa situación se me hizo cómica.

-Kagome viene por mí- murmuro mientras me cambio -Y cortaré tu cabeza Taromaru...

Continuará...

Aquí el nuevo capítulo mis queridas lectoras ^-^

Espero lo disfrutaran.

Ya conocimos a nuestro querido Hakidoshi y la razón de estar en ésa cárcel.

Qué más pasará?

Sepanlo en el próximo episodio. Me despido, bye ♡


The girl (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora