Sebastián

Capítulo 5: Demandas

Ciel Phantomhive Pov

Quise renunciar a ti, a tus miradas que me erizan la piel, a tu cariño silencioso y a tu amor que promete los cielos cuando solo he conocido mil infiernos… H. E.

—

El camino de regreso al departamento fue silencioso e incómodo. Si fuera por mí, fingiría que nada paso, le daría vuelta a la página y listo. Sebastián y Mina podrían irse a la mierda mientras yo continuo mi vida como si nada, desgraciadamente las cosas jamás son tan fáciles, así que cuando se abren las puertas del elevador en nuestro piso, estoy tentado a ir directo a encerrarme en mi cuarto. 

En estos momentos podría esperar a que pasara cualquier cosa, no lo sé, últimamente mi vida es un enredo similar a esos clichés baratos que salen en las telenovelas. El chico listo y guapo que juega con la pobre víctima, al final acaban enamorados, felices y viene la boda de ensueño.

Desgraciadamente esto es la vida real, y como tal nada es tan perfecto. Y justo voy deseando que al menos mi día siga normal cuando veo a Lizzy saliendo del departamento. Se ha puesto su abrigo rosa y trae su bolso en la mano, apretando con excesiva fuerza la correa. En cuanto nos ve intenta sonreír sin lograrlo.

—Debo irme, acabo de recordar que mamá me pidió ir con ella a comprar algo —baja la mirada en cuanto queda de frente a nosotros—. Adiós.

—Adiós, Lizzy —murmuró Alois pasando de ella, yendo directamente al departamento.

Es más que obvio que hoy no intentará retenerla, sin embargo ha pasado un año. Un maldito año desde que conozco a Lizzy y es tiempo más que suficiente para llegar a entenderla, puedo decir que es molesta y mil cosas más, pero desde siempre ha sido muy transparente en cuanto a sus emociones y era evidente que estuvo llorando, por ello evitó vernos a los ojos. Me da la sensación de que desea salir huyendo como si estar aquí fuera una tortura.

—Espera —murmure sujetándola del brazo, y pese a su grueso abrigo, aun soy capaz de sentir su estremecimiento—. ¿Qué paso?

—Llevo algo de prisa —sonrió e intentó apartarse, instintivamente reforcé el agarre—. Mamá me espera.

—Tu madre hoy tuvo una cita con el médico, iba a ir acompañada de tu hermano —la solté despacio, esperando a que me viera—. Estuviste hablando de ello toda la semana porque estabas preocupada a pesar de que solo era rutina. Pero odias los hospitales, por eso viniste, porque no querías estar sola en casa…

—No es verdad.

—Elizabeth… —susurre de forma suave, entonces levantó el rostro y fui capaz de ver sus ojos inundados en lágrimas.

—Tú lo sabias —hielo en su voz, entonces todo el dolor desaparece de su bonito rostro dándole paso a una ira visceral que me desconcierta—. Te lo dije. Confié en ti.

—No te entiendo.

—¡De Alois! —Frustrada, aprieta los labios e intenta reprimir un sollozo sin mucho éxito—. Sabias lo que siento por él. Somos amigos… creí que lo éramos pero veo que me equivoque. 

Mierda. Ahora todo tiene sentido, Alois y ella se conocen desde siempre, eran vecinos hasta que él se mudó cuando cumplió dieciocho para escapar de su bastardo padre, en ese entonces Lizzy tenía trece pero aun así, ya vivía enamorada de él, me lo dijo hace varios meses, siete, tal vez ocho. Al principio estaba celosa de que viviera con él, después de todo ella solía venir a verlo y era quien le traía de comer o hacía el aseo como un “favor de amigos”.

En ese entonces le deje más que claro que para mí, Alois jamás sería algo más, recuerdo haberle dado cientos de motivos que la convencieron porque dejó de verme como una amenaza constante y pasamos a ser amigos. Pero seguía sintiendo pena por ella.