6. Espera

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Estaba en un punto en el que me sentía una inútil, no veía que hubiera nada que pudiera hacer bien y aunque lo intentara, no daba resultado. Era desesperante, pensé que quizá fuera porque es sólo el principio y luego ya todo iría mejor que sólo era cuestión de paciencia pero, ahora mismo esperanzas no tenía muchas.

Me llamaron mis padres por primera vez desde que estaba aquí y la verdad me extrañaba que hubieran tardado tanto en hacerlo (2 semanas) porque normalmente se solían preocupar demasiado pero creo que estaban intentando darme mi espacio. Al notarlos tan ilusionados y entusiasmados desde el otro lado del teléfono les mentí y les conté que me iba todo genial, y tanto con los compañeros como con los profesores estaba muy contenta con ellos. Que no se preocupasen por mí que yo estaba perfectamente. Y de repente me hicieron la pregunta que estaba esperando y a la que le tenía miedo que era la de si ya tenía muchos amigos, tomé aire y mi contestación fue:

-Oh sí, además son muy amables.

Intenté decirlo con mi mejor tono para que sonara convincente aunque en realidad sí que había hecho algún amigo (o eso creía aunque la verdad no estaba segura). Cómo no quería hablar mucho más del tema ese intenté cortar la conversación:

-Bueno, que tengo que prepararme la cena. Un beso.

-Adiós hija, no tardes en acostarte y descansa. Te queremos.

La verdad que los echaba de menos, vivir sola es difícil sobre todo en algunos momentos.


Llegó el jueves y con ello, octubre. Bueno, quedaban dos meses y medio para las vacaciones de Navidad. Yo siempre he sido ese tipo de personas que cuentan los días que quedan para las vacaciones de Navidad o verano o lo que sea. No sé si por manía o con ganas de que acabe todo por un momento.

Miré el móvil y vi varios mensajes por el grupo de clase que hablaban de salir esa noche a un pub. Por lo visto iban a ir además más alumnos de la carrera y otros grados. Decidí ir, podría ser divertido y así podría conocer a más gente. Quedé con dos compañeros de clase en la esquina al lado de una tienda de zapatos para poder llegar desde allí al pub.

Me puse unos pantalones negros y una camiseta corta junto con mis botas negras favoritas. Para ser sincera casi siempre sin quererlo voy de negro, aparte de que es mi color favorito la ropa de color negro me suele atraer mucho. Aunque no siempre voy de negro entera, también me gustan los colores como el amarillo o el rojo para vestir. Pero sin que me dé cuenta el negro acaba presente, rara vez no llevo algo negro.

Una vez vestida fui al baño y me quedé un momento mirándome en el espejo pensando qué hacer. No suelo pintarme aparte de porque no sé hacerlo muy bien, me gusta ir normal, es decir, sin maquillaje, al natural. Pero para esta ocasión lo pensé más y me decidí por pintarme la línea de los ojos. Cogí el eyeliner y con mucho cuidado me pinté la raya del ojo de arriba intentando no cometer ningún fallo. Cuando acabé me miré de nuevo y pensé 'bueno, han salido bastante iguales y no ha quedado demasiado desastre, es aceptable’. Estaba orgullosa de mi trabajo, y para acabar me eché un poco de colonia (que tampoco acostumbro a echarme pero la ocasión lo merecía).

Cogí mi abrigo de estampado militar y salí. Hacía un poco de frío en la calle y el abrigo que llevaba no abrigaba demasiado pero no pasaba nada, era soportable. Llegué a la esquina y miré por todos lados pero no vi a mis compañeros. Había algunos chavales por la zona pero de los otros no rastro. Miré la hora, las 23:30, según los mensajes era la hora acordada así que decidí esperar unos minutos más. Cuando dieron las 23:50 no esperé más y me fui, pensé que quizá no se hubieran acordado pero el caso no decidí darle mucha importancia. No sabía muy bien dónde estaba el pub así que saqué el móvil y lo busqué en el navegador, bendito navegador que estando en una ciudad que apenas conozco me saca muchas veces del apuro. Por suerte no estaba muy lejos de dónde estaba, a tan sólo 5 minutos así que me puse en marcha.

Para mi sorpresa cuando llegué había algunos compañeros en la puerta por lo que me acerqué a saludar sin mencionar el tema de la espera en la esquina.

-¡Hola!

-¡Hola! Ya nos estábamos preguntando que dónde estabas.

-Pues, lo cierto es que me he entretenido un poco- dije intentando poner buena cara.

-Vamos a entrar ya a tomar algo.

El sitio estaba llenísimo, miré a todos sitios como esperando reconocer a alguien pero no sé ni por qué lo esperaba porque yo suelo ser de esas que no conocen a nadie, de allí sólo conocía a mis compañeros y ya.

Nos acercamos a la barra y fueron pidiendo hasta que yo, la última, llegó mi turno.

-¿Qué te pongo?

-Una fanta de limón.

Cuando cogí la bebida me acerqué al grupo dónde estaban mis compañeros.

-¿Qué es?

-Fanta de limón.

-¿No bebes?

-No.

-Pues venir a un sitio así para no beber…- y miró a dos que se estaban riendo de la situación por lo cuál ésta también se empezó a reír.

No dije nada. Tan sólo seguí allí plantada esperando a ver qué otra cosa más podría venir ahora.

-¿Y tienes novio? ¿Has estado con alguien?

-No tengo y no he estado con nadie.

-Entonces ¿qué has estado haciendo toda tu vida?- y acto seguido volvió a reírse junto con los otros dos tontos que se reían de cualquier cosa. Me parece perfecto que les haga gracia mi situación, ¿me harían alguna pregunta más?

En ese momento una cuarta persona, una chica que había estado en el círculo pero que tampoco había dicho nada la paró.

-Miriam, basta.

-¿Por qué? Es que es muy gracioso todo. Pero mírala, no ha hecho nada en su vida.

Y la chica rápidamente me cogió del brazo, ante la sorpresa de todos, y me llevó afuera.

-Perdona por los comentarios de Miriam.

-No te preocupes.

-Entiendo que no quieras seguir estando con nosotros.

-Bueno, gracias por el rato- y acto seguido la chica entró adentro con los demás mientras yo me quedé en la entrada como un pasmarote hasta que unas voces me sacaron de mi ensimismamiento.

-Oye guapa, ¿ya te vas?- bueno, lo que me faltaba, que ahora unos ya bebidos vinieran a mí.

-Vente con nosotros que mi amigo necesita una compañera- dijo con una risa tonta.

Antes de que se acercaran mucho más empecé a andar sin hacer caso a sus comentarios.

-Oye no nos dejes, que mi amigo se siente muy solo.

Fue lo último que pude oír antes de cruzar la esquina que daba a la avenida para volver a casa.

Yang Jeongin y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora