Diez

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Entre cuatro paredes

Era el segundo día de suspensión de Sam y Roy, ambos habían permanecido en sus habitaciones bastante tranquilos.

Era la hora de almuerzo y la rubia al terminar debía ir a la biblioteca a hacer unas tareas por parte del castigo. Al sentirse floja, no tomó las escaleras y llamó al ascensor. Se supone que ese era de uso exclusivo para los discapacitados, pero no le importó.

Estaban a punto de cerrarse las puertas, cuando una mano se puso en medio de las puertas. Era Luka, quien entró sin pensarlo dos veces.

—Hola —saludó un poco tímido. Tenía una costra al borde del labio por lo sucedido el día anterior.

—No te hagas el simpático —dijo— ¿A qué piso vas?

—La verdad solo quería hablar contigo a solas... sin violencia.

Sam no le dirigía la mirada, sino que mantenía la vista en la pantalla que indicaba el piso en el que iba el ascensor. Faltaba tan sólo uno cuando se escuchó algo extraño y la máquina se detuvo entremedio de los dos pisos.

—Maldición —murmuró Sam.

—Bueno... que conveniente —agregó el castaño sentándose contra la pared.

—No te pongas cómodo, nos sacarán de aquí en cualquier momento.

Luka se puso a reír mientras la miraba, ambos sabían en el fondo que estarían un montón de tiempo allí metidos. Al cabo, casi nadie usaba el ascensor y a esas horas todos estaban en el patio.

—El récord es de seis horas, fue hace unos cuatro años —dijo Luka.

La rubia suspiró frustrada y rendida se sentó también en el suelo. Seguía mirando hacia otro lado para evitar simpatía. No se sentía cómoda para nada, además que todavía tenía ganas de golpearle la cara sin control.

—Sam —dijo él— yo me quería disculpar enserio, no quise... digo, se que te metí en problemas, pero no lo hice con esa intención ¿sabes? Yo...

—Cállate.

—Sólo me estoy disculpando...

—¡Cállate! —interrumpió— hay alguien en el pasillo.

Ambos se quedaron en silencio para escuchar unos tacones resonando por el pasillo. Debía ser una maestra o algo por el estilo. Sam se levantó rápidamente y comenzó a golpear la pared mientras gritaba por ayuda.

De pronto los pasos se alejaron y la rubia se sintió impotente, ya que no había funcionado su llamado urgente de ayuda.

—¿Por qué no ayudaste? ¿Acaso quieres romper el récord de horas aquí? —preguntó molesta.

—Creo que todo pasa por algo y aquí hay algo pendiente.

La chica se cruzó de brazos como una niña pequeña y se sentó de vuelta en el suelo en la otra esquina del ascensor. Su mirada indicaba lo desinteresada que estaba en escuchar lo que tuviera que decir, aun así Luka no iba a perder la oportunidad.

—Como decía, perdón por haberme puesto —hizo una pausa— celoso.

Sam le dirigió la mirada por primera vez desde el otro día y se veía, tranquila. Su enojo desapareció y ahora solo se veía frustrada.

Bésala y ganaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora