Los centinelas se reían. Violeta me miro furiosa, aun con las lagrimas rebalsando por sus mejillas.
-Nunca te perdonaré.
-Y como se va a quejar un cadaver? -Mis centinelas reían mas fuerte.
-Que dijiste?
-Como te atreves a amenazarlo? -Uno de mis centinelas salto. -Nuestro rey no debería escuchar tus sucias palabras, plebeya.
-Así es! -Decían.
-Ya fue suficiente. -Dijo cortándolos a todos. Mis centinelas estaban hecho polvo, cual se llevo la brisa. -Ya no quiero escucharlos mas.
-Pronto eso se arreglara. -Dije con aire superior.
-En eso te equivocas. -Sus ojos se tornaron rojos.
-Así que eres tu... -Su pelo se alargo hasta sus pies y tenia orejas de conejo frágiles con vidrio. Vestía ropas tradicionales japonesas. Un quimono blanco como su piel y rojo como sus ojos. Era hermosa. Tenia un abanico rojo con el cual me señaló.
-No te perdonare por matar a estos mortales.
-No hace falta.
-Que dijiste? -Estaba enojada.
-Solo quiero hablar.
-Porque hablaría con alguien como vos? -Vino corriendo hacia a mi y comenzamos a pelear cuerpo a cuerpo. Nadie usaba todo su poder, eso era obvio.
-Porque si no lo haces, vas a estar en grave peligro.
-Porque debería creerte? -Le agarre las dos muñecas y la acerque. Susurrando al oído...
-Porque soy la única persona que puede sacarte de aquí en una pieza...