Maléfica : Robaste lo que quedaba de mi Corazón [EN CORRECCIÓN]

Cap.2- Idilio

Aurora estaba deseosa de sentir el idilio del amor, aquel del cual a leído tanto en los libros que devora con afán. Ansiosa de un final feliz sacado de uno de sus tantos cuentos de hadas.

Tenía todo al alcance de sus manos para tener su final feliz; es una princesa de un reino humano, un reino encantado, la hermosa corona en su cabeza señal inequívoca de su nobleza, magia, y un hada.

La más poderosa de todas a su lado.

Solo que en sus cuentos siempre la protagonista tiene al príncipe a su lado para rescatarla de cualquier peligro o para darle el beso de amor verdadero. Su cuento no poseía a un príncipe de coprotagonista, es Maléfica quien estaba ocupando ese lugar.

Maléfica es quien la rescataba de cualquier peligro y no el príncipe de sus cuentos fantasiosos.

¿Qué había de diferente en su mágica historia? Aurora aun no lo lograba comprenderlo del todo. Su juventud e inexperiencia le jugaban en contra y tendría que luchar por su final feliz, pues este no llego después del beso de amor que rompió su maldición.

Había leído demasiados libros estando segura que así no era.

—¿Qué piensas? —Maléfica interrumpió los pensamientos de Aurora.

Desde su regreso al bosque encanta, Aurora se encontraba taciturna solo suspirando siempre perdida en sus pensamientos, incluso ahora recostada a su lado no dejaba de jugar con un mechón de su cabello apreciando el cielo nocturno.

—Estoy feliz de volver al Páramo.

—Tu felicidad me confunde un poco, bestia —los largos dedos de Maléfica fueron a la cabellera rubia de la princesa, acariciando sus risos dorados sin mucho interés—. Los duendecillos no te roban una sonrisa con sus patéticas bromas y, las pequeñas hadas escasamente le regalas una ligera sonrisa con su danza.

—¿Crees que sea una buena reina?

—Por algo te escogí como la reina del Páramo —desde el acantilado la brisa era más fuerte y fría, la insistencia de la princesa en estar en ese lugar se debía a la maravillosa vista que les regala.

Las alas de Maléfica eran la cobija perfecta para Aurora, quien descubrió que la temperatura del hada era similar a la de una persona hirviendo de temperatura. No importa cuán fría fuese la noche, el calor de su cuerpo la reconfortaba.

Podía jurar que no importara cuan frio fuese el invierno, los copos de nieve se derretirían al solo caer en la piel de Maléfica.

Aurora se acurruco en su pecho descansando, observo como las alas de Maléfica la rodearon en un íntimo capullo donde solo se encontraban ellas dos.

—Deberías dejar de afligirte por las palabras de los humanos, eres libre en el Páramo —acaricio las mejillas de la doncella logrando que levantara su rostro.