Cap.4 - Decoro

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La música estaba por doquier. Incluso las risas de los pequeños humanos mientras corrían lejos de sus padres; aquellos eran los momentos donde lograban disfrutar sin supervisión. Y es que Aurora debería sentirse en confort ante estas situaciones, pero alguien que ha estado tan limitada en sus relaciones con las personas, no encontraba conexión alguna con el lugar.

Perdida entre los estantes de la feria, sin lograr reconocer algún juego en que se encontraban tan largas filas, Aurora prefirió irse de allí. Philip fue el único que noto el desespero en la reina del Páramo y, como el pequeño evento logro aturdirla por completo. Huyo al único sitio donde se sentía cómoda, entre en bosque. Lejos de las luces, música y voces de los demás.

Al menos la luna estaba en todo su esplendor, logrando reflejarse en el lago donde se sentó. Los sonidos naturales del bosque quedaron opacados por el ruido de la feria, aun lograba escuchar el eco de estaba lo lejos. Su mirada fue al cielo intentando buscar una sombra que le fuera familiar, pero no había rastros de Maléfica.

—Aurora —interrumpió sus pensamientos—. Te he traído esto —llego con sus manos ocupadas—. ¿Puedo acompañarte?

—Por supuesto —arrimo un poco su cuerpo dándole espacio a Philip a su lado.

—¿Todo está bien? —pregunto apenas se sentó a su lado.

—Es solo que no me acostumbro, por más que intento... no puedo —la presión en su pecho, ese sentimiento que eran como hormigas en su interior hacían que jadeara de tristeza.

—Perdóname —atino a decir—. No debí traerte, solo pensé que te gustaría. Que lo disfrutarías.

Aurora percibió las intenciones de Philip al traerla a la feria, incluso pensó que convivir con los demás sería más fácil. Miro sus manos ocupadas curiosa de lo que llevaba consigo, cuando en medio de su torpeza el príncipe noto lo que traía:

—Lo siento, es para ti —le entrego un dulce de jalea de frutos rojos—. Esto te gustara, sé que colocara feliz —aseguro mirándola a los ojos—. Hay algo que quisiera decirte —sonrió—. Aurora.

—¿Sí? —espero a que hablara.

El joven príncipe no lograba salir del encanto en que Aurora lo tenía. No estaba consciente de los dones con los que fue bendecida Aurora, su belleza natural o el hecho de que con solo conocerla es suficiente para amarla. La situación se volvió incomoda, incluso algo le decía cual era el siguiente paso del príncipe y, no encontraba forma de detenerlo al tenerlo tan cerca.

Su aroma, fue lo primero que percibió. Diferente al de Maléfica; luego sus labios, algo soso y sin rastros de color carmín. Allí se dio cuenta del gusto particular de este tono en los labios del hada. La distancia desaparecía y un rechazo nacía, los dioses se apiadaron escuchando una plegaria que no había alzado todavía.

El croar del cuervo e incluso su aparatoso aterrizaje sorprendió a Philip logrando que cayera de espalda.

—¡Philip! —chillo al ver el príncipe tirado en el suelo cubierto por el dulce de jalea.

Diaval dio dos saltos moviendo su pequeña cabeza de lado a lado. Busco la sombra dentro del bosque dando por concluida su misión.

—No pasa nada —comenzó a quitar la jalea de su rostro—. Fue un accidente.

Lo ayudo a colocarse de pie, por desgracia su uniforme estaba arruinado.

—Creo que es tiempo de irnos —sugirió Philip.

Las ramas del bosque se movieron un poco y, un destello esmeralda que reconocería hasta el fin del mundo la hizo reconsiderar su decisión de seguirlo. Esta vez se quedaría, no entendería el motivo de su decisión. Tampoco se lo explicaría, solo le aseguro que estaría bien si se marchaba. Con pasos lentos e inseguro se marchó intentando quitarse aquella jalea de su cuerpo, cuando se perdió de su vista, Aurora comenzó a ir hacia el arbusto donde estaba segura se encontraba la dueña de aquel destello esmeralda.

Maléfica : Robaste lo que quedaba de mi Corazón [EN CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora