Cap. 11 - Traición

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Contemplo el amanecer desde el primer rayo de sol que se asomó. Se deleito por completo desde la ventana de la habitación, con tan hermoso amanecer. Sus colores rojos y naranja desaparecieron hasta que el sol estuvo encima del cielo.

Aurora no regreso esa noche.

La cama vacía. El silencio en el palacio. El jardín vacío. Tenso la mandíbula al ver hasta donde llevo el capricho Aurora esta vez. Dio vuelta furiosa sin ganas de mirar la cama vacía, de hacerlo la volvería cenizas. Bajo las escaleras del palacio hasta llegar al gran salón en donde la ausencia de Diaval se hizo sentir.

Traidor. Pensó al imaginarse que se quedo con Aurora toda la noche, solo los dioses sabe dónde. Un puente, entre los humanos y el bosque, pensar en aquello lograba que su estomago se revolviera. Recordar todas las guerras que se libraron antes de que Stefan llegara al poder y todas las que vinieron después. Maléfica no solo imagino un puente, imagino ¡Miles! Diferentes reinos humanos, invadiendo el bosque hasta volverlo nada.

Porque todo lo que toca el ser humano lo destruye. Lo vuelve nada. No tienen respeto por la vida, ni siquiera entre ellos mismo. ¿Cómo pretendería Aurora protegerlos de todo ese mal? Eso era imposible. El hada voló tan alto como sus alas le permitieron, dejando que los rayos del sol acariciaran su piel de porcelana, sobrevoló por encima de las nubes hasta llegar al acantilado más alto, en donde permaneció atenta, esperando.

¡Humana asquerosa! ¿Cómo te atreviste a coronarla reina del Páramo? Traidora tu especie.

La mente, comienza a evocar recuerdos que no deseamos. Aquellos que no pensamos. Los que creemos que no le prestamos atención, pero se quedan allí, en algún lugar de nuestra cabeza. La voz de aquella hada oscura, quedo marcada en su memoria y en sus palabras comenzarían a flotar a medida de transcurría en tiempo. Cansada de sacudir su cabeza, Maléfica se lanzo al vacío, solo para llegar al centro del bosque en donde las criaturas se ocultaron al verla. Mirando a su alrededor, no encontró rastro de la reina. Solo un trono y nada más.

—¿Dónde está?

El juego había durado demasiado. Comenzaba a aburrirle en sobre manera y estaba meditando la idea de lanzarle una segunda maldición a la niña. Miro detrás de ella, encontrando a ese trio de hadas tontas, empujándose unas a otras esperando que alguna tuviera la valentía de enfrentar a Maléfica.

—La reina no está. —Dijo el hada rosa.

—Nadie la ha visto... Desde ayer —Pronuncio lo ultimo en voz muy baja el hada azul.

—Búsquenla. —Ordeno con voz gruesa a todas las criaturas que allí se encontraban—. Encuéntrenla, y tráiganla —Todos se miraron los rostros, Maléfica pidió piedad a los dioses supremos—. ¡AHORA!

El hada todo asiento en el trono de la reina, cerro sus ojos meditando. Buscando la paz interior que no poseía. Al tiempo en que todos emprendieron marcha, buscando en cada árbol, debajo de cada hoja y gema. Los mas atrevidos buscaron incluso debajo del agua y ninguna flor quedo sin revisar. La reina Aurora debía aparecer. Diaval debía aparecer... En algún momento, pensó Maléfica, al mirar a las criaturas temerosas de darle la noticia de lo que ya intuía.

No había rastro de ninguno de los dos en ningún rincón del bosque. Basto con ver sus manos vacías y sus rostros temerosos de llevarle la noticia para que se levantara del trono batiendo sus alas con fuerza. Busco en el único lugar en donde ninguna criatura fue, a las afueras del bosque, en la vieja cabaña abandonada contemplo desde afuera el silencio. Miro a su alrededor sin notar la presencia de Diaval por ningún lugar.

Aurora es diferente.

¡Es hija de su padre! ¿Qué es lo que esperas?

De nuevo esa molesta voz, con esos pensamientos. Maléfica sacudió su cabeza mientras entraba en la vieja cabaña. Sucia, con una capa de polvo en todo lo que allí se encontraba. Sin una sola pluma o mechón rubio de Aurora, ella no estaba allí tampoco. Maléfica tomo asiento en la cama meditando las nulas opciones que le quedaban. Cada vez, sus opciones se reducían al reino humano.

—No... —Jadeo sacudiendo su cabeza.

Maléfica se levanto de la cama, abandonando la cabaña tan rápido como pudo. De nuevo emprendió vuelo hasta el castillo en el bosque, donde la luz del sol comenzó a apagarse. Sin embargo, sin darse cuenta, una sombra oscura cubrió el castillo algo que las criaturas reconocieron hace años, temiendo lo peor. El hada se encerró en el castillo, provocando que magia color esmeralda sacudiera cada piedra.

Philip... Pensó por un segundo en el estúpido príncipe. Tal vez, Aurora huyo a Ulstead. Ir hasta allá solo para confirmarlo, sería una declaración de guerra que no deseaba. Encerrada de nuevo en la habitación, camino de un lado a otro.

Te crees con el valor suficiente de juzgar a los demás Maléfica. No eres más que un animal salvaje y esa humana te tratara como tal, te usara y te desechara.

Su cuerpo se encorvo al sentir un golpe en su estómago. Un golpe invisible que se fue extendiendo a su pecho, estrujando su corazón. El hada miro a su alrededor, encontrando oscuridad. Una que se mezclaba con su lago vestido.

Los humanos, siempre se van a preferir ellos por encima de cualquier criatura, ¿No lo ves, Maléfica?

—¿Irina?

Busco a su alrededor sin ver rastro del hada oscura. Su cabeza, le estaba jugando una mala pasada. Imaginando voces en donde solo había soledad. Risas macabras se escuchaban, Maléfica las buscaba por todos lados, siendo inútil. Un odio incontrolable se estaba formando en su estómago, como una bola de nieve creciendo y creciendo sin detenerse.

Pobre Maléfica, siempre confiando en los humanos...

Cayo de rodillas al sentir el dolor más fuerte. Ya no era solo su estómago, iba a su pecho, consumiendo cada espacio de su interior en una lentitud que la mantenía agonizando. Sus ojos ardían, con esa horrible sensación de romper en llanto, uno que se negaba a soltar.

—¿Qué me pasa? —Se pregunto a sí misma sin comprender.

Esa risa continuaba sonando como eco en toda la habitación, las palabras se repetían una y otra vez, atormentándola. Las ideas cada vez tomaban más fuerza. Aurora la había abandonado. Su lealtad nunca fue con el bosque, siempre estuvo con los humanos. No fue hasta ese momento, que el tiempo se detuvo al escuchar el croar de Diaval. El cuervo estuvo en la ventana, mirando a su señora en el suelo retorciéndose de dolor, su pecho respiraba agitado por lo rápido que voló de regreso sin imaginar con lo que se encontraría.

Maléfica, cerro sus ojos con fuerza. Se abrazo a si misma intentando contener lo que en su interior amenazaba con salir.

—¿Dónde está? —Pregunto con los dientes apretados por el dolor que sentía.

De nuevo, otro croar y un agitar de alas desesperado. Levanto sus dedos con un esfuerzo nunca antes visto por Diaval. El cuervo abandono su forma natural tomando la forma humana que Maléfica le obligaba a adoptar a su disposición:

—Mi señora... —Jadeo cansado y preocupado al verla en el suelo.

—¡¿DÓNDE ESTÁ?! —Exigió cansada de su balbuceo.

Trago grueso, separo sus labios con temor, hablando sin pensar con claridad.

—Aurora, ella... Ella esta en el reino de su padre.

Maléfica cerro sus ojos. Sus oídos se volvieron sordos ante el mundo y la realidad. No fue hasta que la lagrima se deslizo por su mejilla cayendo en el piso de piedra que un golpe de magia esmeralda sacudió a todo el castillo llegando a sentirse en los alrededores. Las pequeñas criaturas que lo sintieron, se atrevieron a acercarse al castillo, en donde vieron las bellas flores marchitarse.

Maléfica : Robaste lo que quedaba de mi Corazón [EN CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora