Cap. 7 - La semilla del mal

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¿Qué fue lo que interrumpió su sueño? ¿Los rayos del sol atravesando la ventana? ¿El peso en su pecho al respirar? ¿O el olor a sangre que comenzó a repugnar? Fue una mezcla de todo en ese momento, cuando sus pupilas se dilataron encontrando una r...

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¿Qué fue lo que interrumpió su sueño? ¿Los rayos del sol atravesando la ventana? ¿El peso en su pecho al respirar? ¿O el olor a sangre que comenzó a repugnar? Fue una mezcla de todo en ese momento, cuando sus pupilas se dilataron encontrando una respuesta a cada pregunta que taladraba su cabeza esa mañana. Sus ojos brillaron logrando que las cortinas se cerraran, un problema resuelto.

El peso en su pecho solo era el de la doncella que yacía placida sobre Maléfica. Su brazo rodeaba su cintura sin dejarla escapar, al mover su cuerpo solo causo que hiciera más presión a su alrededor. Rodo sus ojos al saber que sería un problema despegar a esa pequeña sanguijuela de su piel.

Cuando sus ojos se cerraron, se sumergió en un mar de recuerdos. La noche anterior se repetía como una película sin final. Era como si fuera una adolescente haciéndolo por primera vez. Las expresiones de Aurora. Sus quejidos y jadeos. El balbuceo de sus palabras. Incluso la imagen de la chiquilla saltando sobre ella; persiguiendo el placer del cual parecía adicta esa noche.

Recordarla hacia que clavara sus uñas en su piel. Su mandíbula se tensaba y una punzada de placer comenzaba a despertar. Aurora era una infernal tentación. Con ayuda de la magia logro separarla de su cuerpo, respiro al sentirse libre de las garras inofensivas de la pequeña bestia. Al dar vuelta, buscando asegurarse de que aun dormía, se encontró con la mancha carmín en las sábanas. El motivo de aquel olor repugnante.

Cubrió su cuerpo antes de salir de la habitación. Maléfica necesitaba un tiempo de reflexión. Asimilar lo que ocurrió anoche, como sus instintos se apoderaron de ella y la entrega de ese momento. Al salir ya la túnica cubría su cuerpo, protegiéndolo así de los rayos del sol. Miro a su alrededor buscando a su fiel compañero, pero el cuervo brillaba en su ausencia.

En ese momento encontró algo que malogro por completo el inicio de su mañana. Entre los cachivaches olvidados por las torpes hadas, sobresalió un ruido que llamo su atención. Con sigilo se acercó encontrando lo que se ocultaba; el animal rastrero quedo al descubierto y sus penetrantes ojos amarillos brillaron cual dorado como el oro. Quedaron fijamente mirándose por lo que pareció un largo tiempo. La serpiente comenzó a erguirse intentando quedar a la altura de Maléfica. Esta no pestañeaba, cuidando el no perder contacto con el hada.

Susurros comenzaron a llegar a los finos oídos de Maléfica, la voz parecía hipnotizarla y fue entonces cuando supo que la serpiente era el medio utilizado para aquella burda fechoría.

—Se termino tu juego —Pronuncio rompiendo ese contacto.

Un fuego verde consumió al reptil. El chillido fue consumido por las llamas mágicas. Sus huesos se volvieron polvo que la brisa arrastro hasta desaparecerlos por completo del lugar. La situación la molesto, al punto de acelerar su respiración. Un arrebato la llevo a adentrarse en el bosque, donde su paranoia la llevo a inspeccionar cada rincón.

Unos ojos negros como la noche la miraban con curiosidad. Su cabeza de movía de un lado a otro buscando entender, lo que su señora tanto buscaba. Su croar interrumpió a Maléfica, quien giro molesta encontrando al pájaro en lo alto de un árbol. No se hizo esperar la burla al ver como logro robarle un susto, al hada más fuerte del Páramo. Un movimiento de sus dedos fue suficiente para que este cayera al suelo transformado de humano.

Maléfica : Robaste lo que quedaba de mi Corazón [EN CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora