Capítulo 5: Palabras comunes llenas de sentimiento.

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Mi primera mejor amiga la conocí cuando tenía 5 años, era una niña que tenia dientes con casquillo y yo había quedado impresionada por eso. La segunda mejor amiga en mi vida la conocí dos años más tarde, hacíamos competencias sobre quien escribía mas bonito y con la letra mas pequeña, jamás supe quien gano, pero pasamos juntas los siguientes cuatro años, como uña y mugre, creyendo que nuestra amistad duraría para siempre.

Pero a Mayte la había conocido de una forma extrañamente peculiar, como la niña en el jardín de infantes o la fiesta de un desconocido que se te acerca de pronto y te pregunta sin ninguna traba ''¿Quieres jugar conmigo?''. Mayte había llegado a mi vida primeramente siendo mi compañera de clases como Layla y quedándose para siempre con una pregunta que te hace sonrojar en tres segundos ''—¿Quién te gusta?''.

Verla sentada a mi lado husmeando en la portada del libro que leía me hacía querer contráleselo todo, prácticamente nos habíamos saltado algunos pasos para ganar la confianza de la otra, nos habíamos dicho la historia de nuestras vidas por completo y solo llevábamos aproximadamente un mes hablando.

—Se ve muy interesante, creo que voy a leerlo también— dijo regresando a su asiento en cuanto Layla volvió al salón.

—Me lo recomendó Darién— le dije, mas para aproximarla al tema del que no pararía de hablar por años, que para continuar la conversación.

—Así que Darién— Layla choco su hombro contra el mío y levanto las cejas varias veces haciéndome reír.

Si, se trataba de él, cualquier cosa alrededor de mi vida empezaba a tratarse de él. Incluso mi hora de dormir y despertar, las cosas que hacía o decía sin querer, sin poder evitarlo, se influenciaron por él.

Pero no podía contar mucho, puesto que no entendía la manera más fácil de explicar mis sentimientos a absolutamente nadie y a mi misma mucho menos, solo podía decir lo que era obvio, que acababa de conocerlo, parecía suficiente para la mayoría, pero aquello solo convertía las cosas mas difíciles de explicar cuando un mes más tarde, te encontrabas siendo una persona completamente diferente y destrozada.

Podía hablar de la novela, podía sumar personas a leerla, mi madre dijo que era el entusiasmo con el que la presentaba de donde surgían las ganas del todo el mundo por leerla también, así que de aquello conversamos toda la tarde y no pare hasta que Mayte sostuvo una copia en sus manos.

Desde ese momento la hice parte de la historia, no estuvo mas que superficialmente cuando todo ocurrió, pero lo mejor de todo es que había estado ahí después, incluso si ya habían pasado meses, cada que Darién volvía a revolverme la vida, ella estaba ahí, cuando yo decaía emocionalmente por él, ella era la única que sabia que decir, incluso en los momentos que lo paso por alto, lo único que tengo para decir ahora es, que si Mayte no hubiera estado dándome ánimos, no se si lo hubiera superado.

✳✳✳

Aquel había sido uno de esos días, uno de esos días en los que discutía con mi madre por las mañanas, en que los problemas de la escuela me hacían hervir la cabeza, uno de esos días en que me había levantado por la mañana, había visto mi pijama en el espejo y me pareció que se me antojaba seguir sin quitármela en todo el día.

Un día que me había llevado sin parar en un mar de emociones en el que debía resolver dilemas amorosos de amigas que me hablaban de vez en cuando, en que debía a estudiar para exámenes de dudosas fechas de aplicación, un mar de emociones que me arrastro y no paro hasta que me saque un peso de la espalda confesando algo que no podía guardarme más, pero que ponía todo en riesgo.

''-Me gustaría decirte algo...''

''-Lo que quieras, sin miedo. ''

-No quiero que vayas a....

Lo borre

-Se que llevamos poco de conocer...

Eso sonaba mucho peor

''- ¿Pasa algo? Veo como dejas de escribir todo el tiempo. ''

''-Me gustas Darién''

Y entonces por fin lo envié, luego puse mi dedo sobre el botón de apagado y deje que las horas pasaran, deje que la sonrisa y el hueco en el estomago desparecieran, deje que mi madre dejara de preguntarme si el rubor en mi cara era por que iba a darme temperatura o se debía a otra cosa.

Deje que una confesión de ese tamaño fuera sopesada con calma y al mismo tiempo me preparaba mentalmente para ser rechazada, por que eso era algo que solía ocurrirme el 100% de las veces.

—¿No tienes pila? — me pregunto mi hermano quitándome el teléfono de las manos.

Negue, pero él ya estaba encendiéndolo.

—Solo quería la hora— retrocedió para que no le arrebatara el aparato. — Ah y tienes un mensaje— lanzo el teléfono de vuelta al sillón y luego se marchó.

''- ¿Puedo llamarte? ''

Era todo lo que había respondido casi un momento después de mi mensaje.

¿Le podía decir que no? ¿Qué no me llamara por que me avergonzaba de mi voz y mi torpeza para formular palabras cuando estaba nerviosa? Claro que podía, pero precisamente a él no se me antojaba negarle nada.

Antes de poder contestar, la pantalla de mi teléfono cambio por un fondo azul, con el icono verde centellando y el aparato completo vibrando en mi mano. Me había atragantado con mi propia saliva, mi corazón empezó a latir con fuerza de un momento a otro y sin poder evitarlo había salido corriendo directo a mi habitación.

—¿Hola? — escuchar su voz me había dejado paralizada, todo en mi dejo de funcionar.

Si alguna vez han pensado que la expresión ''piernas de gelatina'' es demasiado exagerada, es porque no han escuchado en su vida una voz como esa. No les ha llegado como bofetada una oleada de nervios y escalofríos.

—Escucho tu respiración— dijo luego de unos segundos. Entonces comenzó a reírse un poco.

—No se si algo anda mal con la llamada, llevo toda la tarde intentando llamarte ¿Puedes escucharme? — murmure algo parecido a un sí.

—Bueno, solo quería decirte que también me gustas— un suspiro de su parte vino después de eso.

—¿Matilde?

Entonces colgué.

Estar muy lejos #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora