Capítulo 2. Hubiese

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Cuando era pequeña recuerdo haber tenido una charla en la escuela sobre sexo, había una señorita mostrando imagines de los sistemas reproductores y un montón de niños sonrojados y nerviosos. Intentaban ser sutilkes con lo que decían, riesgos, ventajas y la edad correcta para iniciar una vida sexual activa. Lo único relevante fue la niña que alzo su mano con el único propósito de hacer la pregunta del millón ''¿Cómo es tener un novio?''. Hubo risas de algunos compañeros y ahora me doy cuenta que las mujeres frente a nosotros tenían máximo unos 18 años, así que eran tan adolescentes como yo en este momento, no supieron que contestar, solo se miraron, se rieron nerviosas y susurraron casi para si mismas ''solo tengan cuidado''.

En fin, me hubiese gustado que alguien se esforzara más e intentara darme una charla sobre sentimientos, porque al fin y al cabo de sexo hablaban todos. Me hubiese encantado que una persona se sentara frente a mí y me dijera que más pronto que tarde conocería a alguien, que me iba a hacer querer recorrer el mundo completo en un día y al mismo tiempo acabar con mi vida en un segundo. Que todo iba a estar bien después de eso, que las cosas terminan tarde o temprano, que luchar a veces no es suficiente para que una persona se quede a tu lado, que las cosas son difíciles cuando tienes 14 años y que podrían continuar del mismo modo sino sabes como sobrellevarlo.

Pero al parecer, se tiene que dejaran experimentar a cada uno a su propio ritmo y que vivíamos las cosas para aprender de ellas, te dejan chocar de bruces con el suelo, aun sabiendo que ellos pisaron una piedra similar en el mismo camino que tu estas tomando.

—No creo que vaya a ir— le dije mi madre mientras ella intentaba arreglar uno de sus vestidos.

—Lleva a tus amigas, te vas a divertir— me sugirió. La verdad era que ella no tenía idea de que cuando terminas la secundaria las amigas se acaban poco a poco y que los amigos de la preparatoria aún no se atreven a cruzar media ciudad por una fiesta de alguien que apenas se comunica.

Cada año mi familia solía hacer una reunión a la que asistía todo el mundo, esto con el fin de que nunca perdiéramos contacto unos con otros, de reforzar nuestros lazos familiares y bla, bla, bla. Para este año incluso habían rentando un salón de fiestas y no solo iba a haber familia, sino que todo el mundo podía llevar a sus amigos o familia no directa a la nuestra, eso significaba muchas más personas de lo normal.

—Supongo que puedo llevar a alguien— le dije para terminar la conversación. Mi única opción en ese momento había sido María, una de mis amigas más cercanas que aún me quedaban.

Lo que no esperaba es que estuviera ya en una relación, por lo que yo había terminado sola casi toda la reunión.

—¿Te pidió salir con él y lo rechazaste? —pregunto el chico casi sorprendido.

—En realidad me pidió ser su novia, que implica mucho más que solo salir— le aclare.

Él se rio un poco y luego negó como compadeciendo al chico.

—¿Crees que no debí rechazarlo? — le pregunté, por dentro seguía pensando que en realidad lo decían puesto que no tenía ni el cuerpo, ni la cara para conseguir a alguien más.

El frunció el ceño al ver mi expresión y la mirada retadora de María, retadora y amenazante.

—No sé en que están pensando, solo lo digo por él. Un soldado caído más— se rio un poco y eso sorprendentemente me tranquilizo. María le golpeo el hombro con cariño.

De la nada la música había cesado, los invitados sonreían cómplices a mi madre parada en la pista y esperaban atentos a lo que estaba a punto de decir. Ella tomo uno de los micrófonos que tenía el grupo que estaba tocando, carraspeo un poco la garganta y luego hablo, el alcohol evidente en su voz.

—Amigos, familia y amigos de la familia, que bueno que todos pudieron venir— eso ultimo hizo que todos los presenten vitorearan y aplaudieran muy animados—. Como les mencione a algunos de ustedes, mi hija, cumplio años la semana pasada y también estamos festejando eso ¡Salud!

¿Cómo? En ese momento sentí mi cara ruborizada por completo, María me empujaba la espalda para que caminara hacia donde estaba mi madre. Aquella atención puesta en mi había hecho subir mi autoestima al tope. Todos gritaban y había aplausos por todos lados, algunas tías más cercanas empezaron a darme obsequios y otros más, como primos y amigos de ellos, se sacaban fotos conmigo.

Así que había pasado las últimas horas de esa fiesta anual teniendo la atención, bailando cada una de las canciones que ponían y tomando un par de copas que no son nada en este momento, pero en aquel entonces me habían puesto demasiado alegre. Al final del día me había despedido ya de tantas personas que estaba comprensiblemente harta.

Mi madre intentaba decirme algo desde la distancia, a señas sin sentido que obviamente no entendía y a gritos no sonoros inútiles, en un momento alguien me tendió un regalo, por el cual agradecí y abracé al chico. Unas risas nerviosas seguidas de eso captaron mi atención, miré la dirección de la que venían y vi a lo lejos a unas amigas. ¿A quién demonios acababa de abrazar?

Ojalá lo hubiera notado, ojalá hubiese visto su cara y le hubiese devuelto ese abrazo con tanta fuerza, reteniéndolo en mis brazos tanto como fuera posible, disfrutando de la sensación, de su rostro, de él. Ojalá hubiese aprovechado en ese entonces, porque ahora mismo solo tengo dolor aunado a su nombre, dolor, rabia, desesperación y tristeza.

Estar muy lejos #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora