❝Suspiros❞

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«Logramos estabilizar a Kuroko-kun, pero no creo que tenga mucho tiempo»

Las palabras de la doctora seguían repitiéndose en su cabeza como un mantra; quería retirar esas palabras de su cabeza, pero no importaba cuantos documentos sobre algunos pedidos o de finanzas siguiera comprobando y checando; ya ni sabía si estaba viendo números o letras; suspiro frustrado: ¿cómo era posible que se preocupara por unos simples papeles?, ¿cómo era posible que él estuviera allí pensando en si alguien escribió bien un informe mientras la persona más importante que ha existido para él se debatía entre seguir sufriendo o mejor..? Cerró los ojos aventando todo. No quería ni pensarlo. Miró los papeles tirados y sintió en su corazón un golpe tan fuerte que sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.

Necesitaba ver a Kuroko, necesitaba estar con él, no quería desperdiciar ni un solo momento: el tiempo estaba contado, aunque no lo quisiera así. Se levantó de su asiento y corrió fuera del despacho, pero antes de salir su padre estaba afuera esperando por él, escudriñando con sus ojos cada parte del lugar donde estaba, por unos momentos se sintió nervioso, pero, como alguna señal del destino o de algún ser superior a todos su celular sonó: era el tono que le había puesto a Kuroko. Cogió su celular y miró que era un mensaje: «por favor, ven» era todo lo que decía; el bombeo de sangre en su pecho se incrementó, un sudor frío corrió por su blanca piel y el nerviosismo se presentó en sus temblorosos dedos; mordió sus labios e ignoró las palabras que había pronunciado su padre.

Llegó más rápido de lo que pudo haber imaginado y al estar frente a la puerta blanca pudo empezar a respirar normal; abrió la puerta y levantó una de sus cejas: Kuroko estaba sentado en la cama vistiendo ropa normal y una silla de ruedas a un lado.

—Bienvenido de vuelta, Akashi-kun —murmuró con la voz ronca.

—¿Qué está pasando? —entró.

—Me acaban de dar de alta —se levantó de su lugar con movimientos rígidos, los huesos crujieron y cuando estuvo de pie su cuerpo se balanceó de derecha a izquierda; Akashi se acercó y lo sostuvo —. Estoy bien —el chico de cabellos rojos no estuvo convencido y lo ayudo a sentarse.

—No te dieron de alta —se sentó a su lado y entrelazo sus dedos con los de Kuroko.

—Sí, me dieron de alta, pero —esas pupilas radiantes lo miraron con lágrimas y dentro de él, su corazón empezó a agrietarse aún más —no por estar sano, yo lo pedí.

—¿Por qué pediste eso? —acarició con los nudillos la mejilla pálida.

—La doctora me ha dado mi fecha de muerte —respiró y las lágrimas se escurrieron —yo insistí —agregó —; solo me quedan días —junto sus frentes —, no quiero estar encerrado mientras esos días pasen, quiero pasarlas contigo... —las sonrojadas mejillas de Akashi y Kuroko brillaron como dos relucientes manzanas.

—¿Conmigo? —acercó sus labios.

—Contigo, Akashi —Kuroko acercó sus labios, pero él apartó la cabeza.

—Yo también quiero pasar el tiempo contigo, pero —sus ojos buscaron las pupilas azules — no voy a permitir que te des por vencido —intentó agarrar su rostro, pero fue el turno de él de apartarla esta vez —. Kuroko, no quiero pasar estos últimos días contigo, quiero pasar el resto de nuestras vidas juntos, por favor, podemos buscar otras alternativas —Tetsuya frunció el ceño y lo volteo a ver.

—¿Crees que no lo han pensado? —suspiró —. Lo han hecho, pero yo no quiero. Ya no quiero seguir encerrado en un hospital; no quiero recibir visitas ocasionales de mis amigos y familiares, no quiero... —abrió y cerró la boca hasta que las palabras salieron —; no quiero vivir una vida al límite de la muerte, en donde cualquier cosa me puede matar, ¿sabes? La doctora me dijo que, aunque me curara de mi enfermedad, es posible que quedaran secuelas en mi cerebro y eso me pudiera ocasionar un tumor y por lo tanto cáncer, ¿quiere eso de mí? ¿Quieres estar aferrado a una persona a la que posiblemente muera en un parpadeo?

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