Capítulo 20

79 18 17
                                    

Desde que nos confesamos en el cuarto de la derecha del pasillo, os mentiría si os dijese que  entre nosotros ahora no hay una conexión más fuerte y con más confianza. David ha intentado varias veces empezar algo, al menos dar algún paso, pero no quiero aún, no quiero empezar nada hasta que no vea algo firme y seguro, no puedes poner la punta de una pirámide si no tiene la base primero ¿Verdad? Quizá no somos lo que él quiere que seamos, pero tampoco somos lo que éramos antes, así que hemos avanzado, tampoco podemos negarlo.

— ¡Ya estoy harta de todo esto! —Anna entró al cuarto sollozando y dando un portazo, enseguida dejé lo que estaba escribiendo en el ordenador y me dirigí a consolarla. Sabía lo que era, el problema que la atormenta desde que empezó  secundaria.

— Anna, pequeña...

— Yo no sé cuanto tiempo seguiré aguantando Aly, odio la escuela, odio mis compañeros, odio todo... Se ve que soy un imán que solo atrae burlas e insultos, ¡ODIO MI VIDA!

— Eso no es cierto y tu lo sabes, escúchame bien Anna, ellos quieren apagar tu luz porque no brillan y a lo mejor no tienes la vida que soñaste, pero posiblemente tienes la vida que muchos sueñan. ¿Entiendes?

— ¡ESE ES EL PROBLEMA ALICE! Parezco una débil llorando por una tontería como esta pero a veces, creo que lo necesito. — dijo frotando sus pequeños ojos rojos.

— Llorar no es de débiles peque, nacimos llorando, porque llorar es tomar aire, sacar lo que nos duele y seguir adelante. Yo siempre lloro, y también me siento vulgar porque pienso que no soy capaz de ser fuerte, pero hasta quien menos pienses, llora, todos lloramos Anna. Y te puedo asegurar que eres la niña más madura que conozco, no tienes por qué avergonzarte. — la atraje hacia mí y en cuestión de segundos sus hombros empezaron a temblar y poco a poco descubrió que  no es débil, que es más fuerte y los límites no están donde los vemos, simplemente aprendió a llorar en silencio.

Dejé que se desahogara y luego simplemente me dio un abrazo y salió de mi cuarto, cerrando la puerta tras una pequeña y débil sonrisa. Me recuerda tanto a mi...

Me puse un vestido blanco, mi cazadora negra, las sandalias  y salí a dar una vuelta por el pueblo. Iba caminado tranquilamente pensando en todo lo que estaba ocurriendo cuando:

— Alice — solo de escuchar su voz pronunciando mi nombre, toda la piel se me puso de gallina. Me giré bruscamente.

— Qué quieres. — le contesté borde.

— Veo que  aún me recuerdas.

— ¿Recordarte?— vacilé — Ni que fueras mi contraseña.

— Tan arrogante como siempre.— dijo mientras se acercaba lentamente sin despegar su mirada de la mía, podría voltear e irme corriendo, claro que podría hacerlo, si mis piernas responderían, porque en ese momento todo mi cuerpo estaba paralizado.

— Qué quieres — volví a preguntar fríamente.

— Hablar contigo.

— No hay nada que hablar, déjame en paz Lucas.— di media vuelta, dispuesta a alejarme de él, pero mi intento fue fallido ya que me agarró de la muñeca impidiéndome  dar un paso.

— Esta vez no me dejarás con la palabra en la boca cariño.

— No me llames cariño, lárgate por donde has venido. No quiero hablar contigo Lucas, ¿No tuviste suficiente?

— Vaya, vaya, que rencorosa que te has vuelto ¿No?

— ¿Enserio? Sabes perfectamente que yo no paso página, la arranco, no sé que haces aún aquí.

— Pensaba que te enamoraste de mí.

— Sí, bien dicho, en pasado, me enamoré de un corazón vació y fracasé al intentar llenarlo con el mío, te quise tanto que te ayudé a destruirme. Enhorabuena. — como respuesta solo tuve una risa arrogante, odio cuando se ríe así.

— Quién es el chico que siempre está en tu casa — se me heló la sangre, no tenía ni la menor idea de cómo sabía que David está en mi casa, pero ¿Cómo sabe dónde vivo?

— Eso a ti no te importa.— cada vez apretaba más el agarre y empezaba a hacerme daño, supongo que no obtenía lo que él quería.

— No te hagas la interesante querida.

— ¿Qué quieres exactamente Lucas?—me sonrió maliciosamente y levantó una ceja.

— Eso lo verás dentro de unos días. — mi respiración empezó a ser más pesada, empezaba a tenerle miedo porque sabía de lo que era capaz.

— Veo que sigo teniendo ese efecto sobre ti. No tienes porque tener miedo. No te haré nada. No aún. — esa frase...

— Déjame en paz Lucas. — no quería aparentar lo nerviosa que estaba, todo lo contrario, pero los latidos de mi corazón y mi respiración pesada me delataban completamente.

— Solo con una condición.

— Ni en tus sueños. 

— No te soltaré hasta que me digas quien es el chico.

— Lucas me estas haciendo daño.

— ¡Pues dímelo ya! — gritó furioso, sabía que le estaba agotando la paciencia.

— Ni hablar, eso a ti no te importa.

— Tan cabezota como siempre Alice Thompson, he averiguado tanto sobre ti ¿Enserio piensas que no puedo hacer  lo mismo con él? — sé de que habla, sé de lo que es capaz y mis ojos se llenaron de lágrimas sin poder impedirlo. — Qué lastima me das Alice — dijo con tono sarcástico —  ¿Tanto lo quieres? Todos somos iguales, el amor real no existe, solo es una pequeña atracción, un amor pasajero diría yo,  acabará destozándote el corazón tan fácil como un chasquido de dedos.

— ¿Y me lo dices tú? — parpadeé varias veces, respiré hondo y con todos mis fuerzas le pisé el pie. Su grito casi me deja sorda pero no desaproveché el momento en el que me soltó, tenía unos segundos de ventaja y ni loca los iba a desaprovechar, empecé a correr desesperadamente, giré a la derecha para meterme por unos callejones y así confundirlo para que no me siga, pero si os soy sincera ni yo sabía por donde iba.

— ¡Te acordarás de mis palabras Alice! — se escuchó un grito lejano. Y fue entonces cuando tuve la certeza de que no me seguía. Me aseguré mirando hacia atrás y definitivamente tenía razón.

Me faltaban unos metros para llegar a mi casa y  un dolor horrible en el costado, me cortaba  la respiración y mis piernas no aguantaban más.

 Abrí la puerta y para mi sorpresa David y James estaban en el salón.

Intenté parecer lo más tranquila posible pero mi respiración agitada me delataba demasiado.

Pasé de largo, pero que va, mi plan de intentar parecer que todo estaba bien falló completamente.

— De donde vienes, enana.—  preguntó James sin despegar la mirada de su teléfono.

— Fui a correr un rato.

— Ya, con vestido y sandalias ¿no?

— Sí, por qué.

— ¿Te he dicho alguna vez que mientes fatal?

— Pues no me creas — dicho esto atravesé el salón y subí las escaleras de dos en dos, sabía que esta conversación no se quedaba aquí, me volvería a preguntar más tarde, pero aún así no podía decirle que me encontré con Lucas, tenía que inventarme algo creíble. Me encerré en mi cuarto y una vez sola, me dejé caer en la cama, y quizá hace unos horas le dije a Anna que llorar no es de débiles, a veces lo necesitamos en este momento es cuando yo lo necesito y en cuestión de segundos mis mejillas estaban empapadas de lágrimas. Siempre tuve miedo de que Lucas vuelva y me haga la vida imposible, sinceramente nunca imaginé que ese momento llegaría tan pronto. Pero como culpar al viento por el desastre hecho, si fui yo quien dejó la ventana abierta.

El apagado ruido de unos nudillos tocando mi puerta me sacaron de mis pensamientos, me froté los ojos y ni me dio tiempo decir nada porque él, ya había entrado. 








Lo tengo todo perfectamente descontrolado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora