Hermano muerto.

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Abrí las cortinas del ático, se veía peor con luz, habían 30 cajas, 15 de adornos navideños que no se ponen desde que mis padres murieron, 10 de mis recuerdos de niña y 5 están selladas, baje a la cocina busque las tijeras, con ellas en mano volví al ático, abrí la primera caja y casi se me para el corazón, huesos, los suficientes para ser de una persona pero muy pequeños para ser de un adulto así que eran de un niño, con cierto miedo abrí la otra, más huesos, las otras dos iguales, cuando abrí la última habían instrumentos de tortura y otro libro esta vez más grande, al abrirlo habían fotos de cómo realizar los rituales, de cómo usar los instrumentos, de cómo desaparecer a los niños, cada vez me sorprendo más de lo que encuentro en mi propia casa, de lo retorcida y loca que era mi abuela la cual admiraba y de quien ahora dudaba de su fé, estaba muy agitada había mucho polvo, casi no había aire, estaba muy mareada vi todo negro.

ALICE

Escuche un golpe muy fuerte en el ático, Luna estaba allí arriba, subí corriendo las escaleras, abrí la puerta del ático - ¡LUNA! - no me respondió - ¡LUNAAAA! - nada, no me gusta que no me responda, subí las escaleras, sentí como el corazón se me quería salir del pecho cuando la vi tirada en el piso con las tijeras en las manos y esas cajas abiertas, fui hasta ella y estaba desmayada, baje al baño de su cuarto busque alcohol y su inhalador - Luna es asmática - volví al ático la puse a oler el alcohol y empezó a reaccionar, cunando vi que abrió los ojos le di el inhalador, ya empezaba a coger color de nuevo.

LUNA

Sentí un olor fuerte y picoso en la nariz, fui volviendo poco a poco, cuando abrí los ojos Alice me dio mi inhalador, respire profundo dos veces, el olor a guardado del libro, el polvo, el poco aire, el olor a muerte me hicieron desmayar, la cara de Alice era toda de preocupación pobre de mi amiga.

- Mira las 4 primeras cajas - se acercó a ellas con cierto recelo, cuando vio lo que había se puso pálida.

-¿Y en la última? - pregunto curiosa, quitándole importancia a los huesos de los niños.

– Un libro instructivo para todo esto - señale las cajas el cuarto y el ático.

- ¿A qué hora llega tu profesor? - vi mi reloj.

- Debe de estar por llegar ayúdame con poner los huesos de los niños por allá - le señale el centro del ático, su cara fue de susto.

- ¿Yo? ¿y por qué yo?

- Porque la que sabe cómo van esos huesos eres tú y no yo. Así es como necesito que me ayudes, tienes que hacer tu trabajo. Para eso te pagan ¿no?

- Sí. Pero tú no me estas pagando.

- ¿De quién es el libro?

- De las dos – chillo.

- ¿A quién se lo dieron? - sabía que había ganado.

- ¡Ahgr! Está bien.

- Te quiero - le dije para que quitara su cara de amargura.

- Aja lo sé, lo sé, piérdete hacer tu trabajo y déjame hacer el mío.

Baje a la cocina, busque una jarra de agua bendita que siempre tenía ala mano, velas, fósforos, fui a la biblioteca de la sala y busque mi biblia, una medallita de San Benito de plata y puse todo en la mesa del comedor, me estaba comiendo una galleta cuando escuche que un carro entraba en el prado, se me hizo un nudo en el estómago, había escuchado y leído mucho sobre estos rituales de liberación pero nunca había practicado uno, Harry toco la puerta, aún más nerviosa por tenerlo en mi casa.

- Luna bella casa - dijo apenas entro.

- Gracias profesor.

- ¿Y tu amiga?

Desaparecen los niños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora