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— ¿Dónde estamos?— observo el lugar a dónde me había traído, lleno de motocicletas y tipos en la entrada llenos de tatuajes.

— Necesito una prueba de amor— rió.

— ¿Cómo? ¿Estás loco Richard?— le pregunté—. Ni siquiera me atraes, así que no voy a darte nada.

— ¿Qué piensas que te estoy pidiendo Malena?— se acerca a mí.

— Que quieres tener sexo conmigo en este mugroso lugar— señalo al tipo que me miraba de reojo.

— No quiero tener sexo contigo— rio—. Al menos no ahora.

— ¿Entonces qué es lo que quieres conmigo en este lugar?

— Quiero que me lleves contigo siempre en mi piel y yo te llevaré siempre en la mía, así nunca me olvido de ti, Malena— me besa.

— ¿Estás hablando de hacernos un tatto?

— Perfecto— sonrió—. Por fin entendiste pulguita.

— No quiero hacerme un tatuaje, y menos con tu nombre.

— Me estás haciendo sentir mal— hace pucheros.

— No voy a darte el gusto Richard, lo siento— me pongo a caminar para irme de ese lugar.

— Espera— corre tras de mí y se pega detrás de mí rozando tu entrepierna en mi trasero—. Eso no dolerá, te lo prometo— besa mi cuello.

— No quiero Richard— volteo quedando cerca el uno del otro—. Al menos respeta mi desición.

— Vamos— me rogó tomando mis manos haciendo un extraño puchero, sólo me provocó risa—. Sostendré tu mano si duele.

— Uhm— lo miré por unos segundos—, está bien.

— ¡Esa es mi chica!

Entramos al establecimiento, olía a colilla de cigarrillo con una combinación alcohol y sudor corporal. Asqueroso. Al pasar entre las mesas guiada de la mano por Richard varios de esos motociclistas me miraban raro.

Justo hoy tenía que ponerme esta blusa rosa con puntos blancos, pensé mientras me acercaba más a Richard por el bien de mí integridad física.

Pasamos por detrás de unas barras hasta llegar a una puerta con la palabra “Tatoos” en negro con una linda tipografía. Richard tocó varias veces la puerta hasta que un hombre fornido de barba larga y blanca vestido con una chaleco de cuero de negro y jeans nos abrió la puerto:

— Yamil, dos más para el matadero— exclamó cediendo el paso.

— ¡Que pasen!— le respondió una voz femenina desde atrás.

Me quedé paralizada en la puerta, Richard tiró de mi mano y al notar que no me movía se volteó:

— ¿Y ahora qué,  Malena?— susurró.

— Me quiero regresar.

— ¿Por lo que dijo ese tipo te echarás para atrás?— alzó una ceja.

— Sí— dije con una sonrisa decidida.

— Pues yo digo que no.

— ¿Qué-? Oye, ¡Richard!— él me tomó de la cintura y alzó sobre su hombro como saco de papas, mientras avanzaba hacia esa habitación—. ¡Ponme de vuelta en el suelo ahora!

— ¿Para que escapes?— me tiró sobre una silla que si no estuviera acolchada me hubiera dolido el trasero—. Ni lo pienses.

Le saqué la lengua cruzándome de brazos girando hacia la pared, que por cierto, está llena de diversos dibujos a lápiz y bolígrafo. Me quedé apreciándolos, hasta que una mujer entró a la habitación, de cabello negro y sujeto con una bandana roja al estilo Pin-up, maquillaje pulcro, con tatuajes de rosas azules en los brazos y un corset negro que definía su cintura.

— Richard, bastardo sin gloria— la escuché decir y me sorprendió su tono bulgar—. ¿Para qué traes a esta chiquilla?

— ¿No es obvio?— se sienta sobre mis piernas, ella nos echa una mirada juguetona—. Vas a tatuarnos.

— Bien— se levanta y va hacia una mesa, donde se coloca unos guantes de látex azul—. Sólo no quiero escuchar  gritos de borrego cuando mis agujas traspasen su piel.

Richard se volteó a mirarme, le demostré que estaba decidida a continuar mirándolo a los ojos aunque no quisiera:

¡Billiard!— exclamó Yamil y un chico de cabellos verdes teñidos con un piercing en la nariz salió de la misma puerta.

— ¿Qué quieres?— dijo con tono desganado.

— Mueve tu gordo trasero, hay trabajo que hacer.

Billiard resopló y se acercó a la mesa dónde Yamil preparaba la tinta para tatuar. Richard se levantó de encima y se sentó en una silla inversa:

— ¿Por qué me miras tanto?— susurré recostándome de la silla, él apoyó su cabeza en la colcha de su asiento.

— Me gustas— inconscientemente sonreí ante aquella afirmación de Richard—, mucho.

— También a mí— respondí estirando mi mano para tomar la suya y entrelazar nuestros dedos.

— Lamento romper esta cursi atmósfera rosa y asquerosa— dijo Yamil haciendo que Billiard rodara los ojos—. Pero necesito que me digan cómo y dónde quieren sus tatuajes.

Me quedé pensando, no quiero ponerlo en un lugar visible, pero quiero ser creativa y que sea especial:

— Serán nuestros nombres— dijo Richard—. Yo tendré el de ella en mi hombro izquierdo y ella el mío en...

— Aquí— pensé rápido, levantando parte de mi blusa, no tenía sostén así que dejaba a la vista la parte inferior de mi seno izquierdo, Richard se veía sorprendido y algo juguetón cuando lo miré de vuelta—. Lo quiero aquí— señalé.

Yamil levantó una ceja.

— Bien, como quieras— dijo.

Billiard tomó asiento en un banquillo a mi lado, preparando la máquina y encendiéndola. Richard ya se había removido la camiseta para que Yamil comenzara a tatuarlo.

Billiard tomó algunos algodones con alcohol y desinfecta el área donde iba a tatuarme, me sentí incómoda porque es un chico:

— Oye— Richard llamó a Billiard este lo miró con ojos cansinos—, no la toques de más.

— Tengo novio— afirmó el peliverde con voz calma.

Yamil se rió de Richard cuando se quedó sin palabras por la afirmación de Billiard, incluso me dieron ganas de reírme.

Ambos tatuadores prosiguieron a hacer su trabajo, sentimos las agujas traspasar nuestra piel a la vez, apreté la mano de Richard cerrando los ojos, retorciendo un poco los dedos de mis pies para intentar aguantar.

Luego de lo que parecía ser una hora —y sí, estoy exagerando—, las agujas se detuvieron y un paño suave pasa por sobre el tatuaje ya terminado; abrí los ojos, Billiard recogía algunas tapillas y se quitaba los guantes, Yamil hacía lo mismo; parecen hermanos.

— Terminado— dijeron ambos al mismo tiempo.

Me levanté del asiento y fui hacia un espejo para ver el tatuaje, el área alrededor se encontraba levemente enrojecida, pero la tipografía con la que Billiard había escrito “Richard” en mi piel es simplemente hermosa.

Richard se puso a mi lado apreciando el “Malena” en su hombro izquierdo:

— Así me recordarás para siempre— dijo pasando su mano por mi cintura y oliendo mi cabello.

— Y tú a mí— apoyé mi frente en su pecho.

— ¿Saben? Me dan asco— afirmó Yamil.

— No le hagan caso— bostezó Billiard—, mi hermanita sólo está molesta porque su novio no le dio bien el mañanero.

— ¡Eres un-!

Antes de que Yamil matara a su hermano arrojándole los botes de tinta, decidimos salir de allí rápido. Richard subió a la moto aparcada en el estacionamiento, me ofreció su mano y subí con él.

— ¿A dónde quieres ir?

— No me importa, sólo llévame contigo.

Antes de Todo |Richard Camacho|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora