1. Channing Kapone

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- ¡Con fuerza, Marilyn, con mas fuerza! No me gusta nada cómo te estas moviendo... ¡Hazlo otra vez! - cada palabra que dice, lo hace escupir más y más saliva en mi dirección, parece tenso, preocupado y fuera de sí. - ¡No, no, no! ¡Mira, maldita sea! Un puto pies detrás de otro, alzas los brazos, hombros firmes, coño, aprieta ese culo, y mantén la respiracion. ¿¡Cuantos gritos mas me costará tu concentración!? Pareces el jodido eslabón perdido. - Rafa se acerca, respira profundo, sus ojos son fieros - ¡Faltan tres putos días para la presentación de tu vida! ¡Tres! Y lo único que te he visto hacer es una completa basura. - levanta la mano y me señala. Todos en la sala contienen el aliento, y yo, me uno al grupo- No me sirves así. Aquí, o te esfuerzas o estás fuera, ¿me oíste?

Por supuesto que le oí. ¿Quién no lo haría? Tiene la voz de un trueno, y cuando se enfurece, su poder y potencia se triplican.

- Sí...-digo y asiento para acompañar mi afirmación. Me tiembla la voz por la falta de aliento, jamás había sentido la tortuosa tensión de mis músculos, ellos arden, palpitan, y exigen descanso a como dé lugar. La ropa se me pega por el sudor, y aún así Rafa quiere mas de mí. Pero ya no puedo hacerlo, me falta el aire y necesito sentarme.

Sin embargo, eso él no parece verlo.

- Sí, sí, sí. ¡Eso es todo lo que ustedes saben decir: si! -me da la espalda y comienza a regañar al grupo de baile completo, ellos comienzan a bufar en coro y a tomarse el puente de la nariz exteriorizando de todas las formas posibles el cansancio que seguramente están sintiendo. Bajo la cabeza, las piernas no me darán para otro ensayo más, no si sigo exprimiendo mis limites de este modo, y Rafa no entiende de razones cuando se pone en ese plan, por lo que dudo mucho que hacer mi mayor esfuerzo signifique algo para él.

Es un profesor dedicado, a sus treinta y ocho años aún no tiene hijos, y solo dedica su vida a la academia que fundó hace siete años. Es muy exigente a la hora de crear una coreografía, y si tan solo un pequeño paso se sale de lo previsto, entonces no hay persona ni santo que calme su furia. Es por eso que, en el último concurso al que fuimos, nos llevamos el primer lugar más seis medallas. Esos fueron los regionales, y ahora, el objetivo que se ha clavado entre ceja y ceja, es ir a los nacionales, lo cual requiere de un grado de dificultad aún mayor y muchísimo mas ambicioso. Su meta es ganar, cueste lo que cueste, y la nuestra, es obtener becas para la universidad de Artes Escénicas de Springfield.

Pero esto es demasiado, incluso para el más cuerdo. Hemos ensayado al rededor de ocho horas diarias, cada día, de cada bendita semana. Mi rol es el papel principal, y aunque estoy muy agradecida por eso, creo que sus altos niveles de exigencia me están arrastrando a un callejón con única salida a un profundo precipicio.

Desde que comencé esto, hace cuatro meses, no tengo vida propia. Todo se lo dedico a este proyecto, todo. Apenas saco horas para estudiar y encargarme de mí misma. Mi madre me ha suplicado que deje esto luego de ver algo de sangre en mis zapatillas de ballet, tras una llaga imposiblemente grande en uno de mis dedos, la cual se reventó y ni cuenta me di.

No obstante, el baile es mi vida. Es para lo que fui creada. Es mi pasión, dejarlo sería como dejar de respirar, para mi es indispensable, como un órgano vital que, si no cumple su función en conjunto con los demás, entonces yo dejaría de funcionar como dedo. Un escritor necesita escribir para poder sentirse en armonía, yo necesito bailar para poder sentirme en armonía.

- ¡...Y fuera de eso, no los quiero aquí más tarde de la hora acordada! -advierte, pero ya no puedo seguir escuchando las cosas con claridad, mi cabeza se siente perdida en el limbo, pareciera que tuviera mucho sueño, no me sorprendería mirarme al espejo y ver mis ojos rojos.

- ¡Si, Rafa! -todos dicen, pero yo solo puedo ofrecer un asentimiento.

Rafa no dice nada luego de eso, nos da la espalda y se va hacia una banqueta donde descansan sus cosas más una botella de agua que ingiere en un segundo. Cuando lo vemos sentarse, todos, literalmente, nos tiramos al piso de madera y nos quedamos ahí un largo rato sin decir nada.

El silencio de la lógicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora