El silencio de la lógica

2. Una Foto

Por fin en casa.

Tengo tanta hambre y tanta sed que no puedo seguir postergando la necesidad que poseo de saciar esas exigencias que pide mi cuerpo. Camino hasta la cocina. Apesta a cloro y sé que es mi madre, -la cual es profundamente adicta a la limpieza-, quien ha acabado de hacer sus quehaceres. Llego a la cocina moviendo mi cuello con movimientos circulares, desde la entrada principal. ¡Santa mierda! Me duelen tanto las piernas... Ya me siento agobiada por la molestia en mis pantorrillas, que ha comenzado a atacarme un terrible dolor de cabeza; punzante y palpitando a cada segundo.

Saco agua de la nevera y sirvo un vaso completo hasta que éste casi rebosa. Lo llevó a mi boca y mi garganta lo recibe con gratitud y bastante contenta, tanto, que al terminar, suelto un suspiro de alivio que ni siquiera sabía tenía retenido.

Mi madre entra a la cocina en ese momento, luce radiante y feliz- ¡Ya estás aquí, Mari! ¿Tienes hambre?

Asiento efusivamente y mi tripa cantarina salta a la vida de repente, al escuchar algo referente a comida. - Demasiada. ¿Cocinaste?

Se mueve hasta el horno y se pone los guantes de tela para evitar quemarse. Abre la puerta del horno y de él brota un aroma increíble. Mi estómago parece haber tenido una especie de orgasmo con ese magistral olor a carne. -Preparo lomito guisado con papas horneadas. - pincha la carne con un tenedor y al parecer decide que aún no está lista, porque vuelve a cerrar la puerta del horno y se gira para verme.

Voy hasta el grifo y me lavo las manos, quiero comer algo y sin lavarlas previamente, seguro eso no podria ser posible, no con mi madre merodeando por la cocina como un zamuro. - ¿Y ese milagro?

Contesta mientras rebusca algo en la nevera - ¿Cuál milagro? Solo soy yo cocinando...

Revuelvo los ojos. ¿Mi madre cocinando? Ja, a otro perro con ese hueso. Que no creo que eso pueda ser posible a menos que hoy tengamos invitados especiales. Lo cual es mas fuera de lo común que el hecho de que cocinara, pues nadie nunca nos visita. No somos familiarmente unidos. Realmente nunca lo hemos sido. Mis tíos no sostienen comunicación con nosotras y mis abuelos... bueno, ellos han muerto todos de uno en uno. La única abuela viva que tengo reside en un asilo en algún lado de Australia, específicamente en Sydney. No la considero mi familia, ni siquiera la conozco. La he visto dos o tres veces en una foto que tiene mi madre en su mesa de noche. Ella dice que es buena persona, pero no lo parece. En la foto que me mostró sus ojos son fríos y vacíos, reflejan dureza y carencia de misericordia. No he querido juzgarla todos estos años a base de una simple foto vieja a blanco y negro, pero cuando saco a relucir el tema con mi madre, ella se tensa y solo me ignora deliberadamente, ni siquiera se esfuerza en disimular el malestar que le provoca la sola mención de su nombre.

Paso por su lado y saco algunas cosas para prepararme un emparedado sencillo. - Solo eres tú cocinando... Si, claro. ¿Y Marlen?

Mamá se distrae picando un poco de lechuga con sus mazos - Está practicando para un ensayo de la escuela. Al parecer va a cantar en el coro estudiantil.

Abro bien los ojos, de par en par. - ¿La pequeña Marlen va a cantar?

Asiente -Exacto. No eres la única que cuenta con talento en esta familia, Marilyn.

Lamo un poco de la mayonesa que cae sobre mi dedo - Tampoco espero serlo. Me alegro mucho por ella, mi hermanita canta increible, siempre se lo he dicho.

Asoma una sonrisa. - Lo que me asusta es que ella no crea en su talento lo suficiente y se rinda. Sabes que es muy tímida, cantar delante de toda esa gente va a ser una fuerte presión para ella.

Muerdo mi labio inferior y pico un poco de banana para mi emparedado. - Es tímida, pero yo creo que podrá hacerlo. Solo debe confiar en sí misma, respirar profundo, montarse en esa tarima y cantar como solo ella saber hacerlo.