Un nuevo año

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Ya había pasado un año desde que Marinette y Adrien habían sido elegidos para ser Ladybug y Chat Noir para proteger y salvar la ciudad de Paris. No había sido un año fácil pero juntos habían conseguido detener los crímenes de Lepidóptero. Eran el equipo perfecto. La fuerza y la inteligencia de Ladybug y la agilidad y astucia de Chat Noir eran una combinación infalible, entre otras características. Por otra parte, en sus vidas civiles, las cosas no habían cambiado demasiado. Ambos ya tenían diecisiete años y sin saber la identidad del otro, Adrien seguía siendo ese chico amable y atento de siempre y Marinette, la chica torpe y tímida que era incapaz de mantener la compostura cuando el rubio estaba cerca. Sin embargo, ambos habían hecho pequeños avances en un extraño intento de ser amigos, al menos mas de lo que eran a simple vista. Nino y Alya, sus dos mejores amigos respectivamente, intentaban, no sin esfuerzos, que se conocieran mas. Ellos ya habían formalizado su relación. Sin pretenderlo, Marinette los había unido siendo Ladybug y se alegraba por su amiga, pero no podía decir lo mismo de si misma con el guapísimo modelo rubio.

Como tantas otras noches patrullando las calles francesas, Adrien aterrizó con elegancia en la habitación de su cuarto. Siempre dejaba la ventana abierta. Su anillo pitó una última vez y con un leve resplandor verde, su traje de Chat Noir desapareció. Plagg apareció en el hombro de su amigo y resopló.

- ¡Tengo hambre! –fue lo primero que dijo y el rubio no pudo mas que suspirar.

- Ahí tienes tu querido queso Camembert –señaló un plato que reposaba en su mesa de noche. Era de las pocas ocasiones que dejaba lista la cena del kwami.

- ¡Queso! –se abalanzó sobre él, hambriento.

Adrien negó con la cabeza, ignorándolo. Se masajeó el cuello, algo adolorido y se dirigió al baño. Necesitaba una ducha. El agua cayó sobre su cuerpo. Cerró los ojos, relajándose y su mente, como siempre, lo traicionó pensando en Ladybug. El amor de su vida. Ya había pasado un año, como pasaba el tiempo y cuantas cosas habían vivido juntos. Sus intentos por conquistarla, por ver algún atisbo de interés en ella, no daban resultado. A veces lo confundía cuando le seguía el juego pero formaba parte de ella. Se burlaba de él, no lo hacia con malicia, eso lo daba por sentado, conocía a su lady pero era tan frustrante saber que no podía tener el afecto de su amada. Ella era tan increíble y él tan poca cosa.

- Pero ¿qué estás diciendo, estúpido? -se recriminó en voz alta y golpeándose la frente- Ladybug jamás pensaría eso de ti.

Unos minutos después, salió vestido con el pijama y Plagg estaba a punto de zamparse su último trozo de queso.

- ¡Mmm! ¡Delicioso! ¡Exquisito! –farfulló entre dientes, saboreando aquel manjar. Al ver la expresión decaída del rubio, lo observó con curiosidad- ¿otra vez pensando en ella?

- No es nada que no sepas ya, Plagg –se dejó caer en la cama, derrotado.

- Eso dalo por hecho –replicó el kwami, limpiándose los bigotes- ¿por qué sois tan complicados?

- Para ti es fácil decirlo –frunció el ceño.

- Si la amas, díselo de una vez. ¿Crees que tu declaración caerá del cielo? ¿O que ella te leerá la mente?

- No es tan sencillo... -suspiró de nuevo- aunque quisiera decirle lo que siento por ella, ¿cómo podríamos tener una relación sabiendo que tenemos una doble vida? –miró a su amigo con gran tristeza- daría lo que fuera por saber quien es en realidad pero... sé que eso no va a ocurrir.

- Eso no lo sabes, Adrien

- Ella misma me lo dijo –murmuró y terminando la charla, le dio la espalda a Plagg y se abrazó a un cojín, desolado.

Hechos el uno para el otroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora