Batalla mitológica: Medusa

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El terror se adueñó de la plaza y sus alrededores. La mujer de la cafetería se había convertido en una temible y poderosa Medusa. Sus piernas habían desaparecido y en su lugar poseía una larga y gruesa cola de serpiente con la que se impulsaba para avanzar a gran velocidad. Su rostro seguía siendo humano pero con ojos de serpientes, plateados y relucientes y unos afilados colmillos adornaban su boca, su cabellera llena de serpientes y garras en vez de manos. Las sirenas de la policía se oía a lo lejos, cada vez mas cercana a la zona de peligro mientras la plaza se decoraba con estatuas, obras creadas por la mismísima Medusa.

En medio de aquel caos petrificante, Atenea abrió los ojos con lentitud, recuperando la conciencia después de su huida. Parpadeó varias veces. Sus sentidos estaban embotados y le costaba asociar los sonidos a su alrededor. Era como estar encerrada en una cápsula, aislada de todo. A su lado, estaba Marinette que también intentaba levantarse. Observó con dificultad que había recibido la peor parte del golpe y que su ropa estaba rasgada por culpa de los fragmentos de cristal. Gateó hasta ella, rechinando los dientes cuando sentía agujas en su piel.

- Marinette, ¿estás bien? –murmuró preocupada

- Eso creo –farfulló entre dientes.

Se ayudaron mutuamente hasta estar completamente incorporadas y observaron el panorama.

- ¿Esa era...? –dijo recordando a la mujer de la cafetería.

- Si, es Medusa. Será alguien akumatizado

- ¿Akumatizado? –interrogó con las cejas arqueadas- ¿Qué es eso?

- No tengo tiempo de explicártelo. Vete de aquí, busca ayuda – se separó de ella y echó a correr.

- ¡Espera, Marinette! ¿Qué haces? –la siguió, pensando que estaba loca.

Se frenó en seco cuando un coche casi la atropella, descontrolado y se empotró contra un poste. Con el corazón acelerado, volvió sobre sus pasos pero su compañera ya había desaparecido.

Marinette encontró una cabina telefónica y se escondió detrás de ella asegurándose de no ser vista. Tikki salió inmediatamente de su bolso.

- Marinette, estás herida –fue lo primero que le dijo preocupada.

La joven peliazul hizo una mueca y a pesar del frio, se quitó la chaqueta ensangrentada de un tirón. Su cuerpo estaba entumecido por el golpe pero le daba igual.

- Hay que detener a Medusa –dijo con decisión- Tikki, ¡puntos fuera!

Sus pendientes resplandecieron y la kwami desapareció en un leve fulgor rojo y negro. Y mientras se transformaba en la heroína de Paris, no pudo evitar pensar con amargura que se iba a encontrar con su compañero de batallas, Chat Noir.

La policía estaba teniendo problemas para detener a Medusa. La habían acorralado en el Puente de las Artes y disparaban contra ella. La criatura chilló y abrió las fauces con ferocidad. Su cola salió disparada y de un veloz movimiento, las pistolas se sumergieron en el rio. Se abalanzó sobre ellos y con sus garras, los hirió.

- Por favor, no me hagas daño –gimoteó un policía, un chico joven, intentando abrir la puerta de su coche.

Medusa se rió con siniestra satisfacción y onduló su cuerpo lentamente hacia él, evaluando el estado de su presa. Por un momento, parecía haberse apiadado de él. Inclinó su rostro peligrosamente hacia el policía.

- ¿Por qué habría de perdonarte la vida, mortal? –siseó, esbozando una feroz sonrisa.

- Haré... haré lo que quieras... pero por favor... -tartamudeó, temblando de miedo.

Hechos el uno para el otroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora