Relato #7 La invocación (¿Jugarías con el demonio?)

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Todos hemos sentido alguna vez que muestra existencia es terrible, queremos cambiar situaciones que no son gratas, o incluso nuestra vida entera... Todos hemos tenido alguna vez algún momento de soledad, en el que nuestros pensamientos se desvían hacia los rumbos más oscuros...
Recuerdo muy bien esa noche, oscura, pesada, tan fría que llegaba a calar el alma, sentía el peso de mi existencia aplastándome. Todos mis remordimientos revoloteaban en mi cabeza, como si fueran insectos antinaturales que quisieran enloquecerme. No es que hubiera cometido grandes crímenes, ni nada parecido, pero en noches así, no podía evitar recordar hasta el más mínimo fallo, y esos recuerdos aumentaban mi melancolía.
Tuve uno de esos arrebatos, ¡malditos arrebatos! que hacen que tomes las peores decisiones sin pensarlo siquiera. Recordé aquel viejo grimorio que estaba acumulando polvo en un rincón de mi biblioteca, lo tome, lo abrí y me puse a leer la sección de invocaciones, y vi un nombre, Samael, también llamado Asmodeo. Espere a que amaneciera, ya que según el libro esa era la hora de ese demonio. Mientras esperaba, me puse a pensar en la extraña muerte de mi abuelo, y porque tendría ese libro entre sus pertenencias, además de los sellos que se mencionaban para cada demonio, y unos bastones, cuchillos, espadas y otros artefactos que me parecían muy extraños.
Llegó la hora esperada y dispuse todos los elementos para la invocación, según indicaba el libro. Yo sabía que si triunfaba perdería mi alma, pero que más me daba, ya había perdido lo que más amaba. Recite la invocación y... Nada, ¿sería que me había equivocado? No, había hecho y dicho todo lo que decía el libro al pie de la letra. ¿Entonces qué había pasado? ¿Qué falló?
Bueno ese no sería el primer fracaso de mi vida, y mucho menos el más grande, había fracasado tantas veces ya que uno más me daba lo mismo. Tal vez sería mejor así, un pacto con un demonio no es cualquier cosa.
Volví a pensar en mi abuelo, y mirando el libro me di cuenta que casi todos los demonios con los que había hecho pactos eran de jerarquías menores, excepto Belial, uno de los más poderosos de las jerarquías mayores. Tenía todos los pactos marcados con fecha y hora, por eso pude darme cuenta que mi abuelo había muerto justo después del pacto hecho con Belial. De la que me había salvado, Samael es de las jerarquías mayores, y muy poderoso. Olvide el asunto y seguí mi rutina normal del día.
Llego la noche y me dispuse a descansar del trabajo con un libro y un café. Una noche igual que la anterior, y sin embargo diferente, había algo que la hacía incluso más pesada y misteriosa. Por más que trate, no pude concentrarme en el libro. Estaba tratando de terminar un párrafo, cuando se apagaron todas las luces eléctricas de la casa, pero se encendieron por si solos los candelabros, eso sí que me asusto, tanto que me paralice. Como si alguna presencia lo obstruyera, el aire empezó a hacerse más y más caliente, hasta el punto que podría decir que me encontraba en el infierno.
Entonces el demonio apareció. No en la forma en que lo describía el libro, no. Incluso podría decir que era el hombre más atractivo que había visto en mi vida, pero no por eso disminuía mi terror, ya que sus ojos, con iris del color del fuego, eran los más malignos que había visto en mi vida.
En ese momento en verdad me arrepentí del pacto, lo que yo más quería en la vida era algo que ni Dios podría darme, y a cambio de nada yo perdería mi alma, pero me arme de valor y le dije que desistía del pacto.
El sólo me miro y sonrió, su sonrisa era incluso peor que su mirada.
—Muy bien, tú me invocaste y por eso ya me perteneces —me dijo—. Vendré cada día hasta que completes el pacto. —Añadió desapareciendo, sin embargo, todavía podía sentir su presencia.
Esa noche no dormir pensando en sus palabras. Al día siguiente me levante y seguí mi rutina habitual, pero la sensación de que me observaban me oprimía el pecho. Y así ha sido todos los días, no tengo paz, él no me dejara descansar hasta que complete el pacto.
He perdido mucho peso, y tres buenos empleos porque no puedo descansar. Desde ese día siento que me observan durante el día y de noche mis sueños me atormentan, solo podré librarme de él cuándo muera, de muerte natural, accidente o que me asesinen, ni siquiera me puedo suicidar.
Tal vez acepte completar el pacto, o tal vez busque la manera de librarme de él, pero ya no puedo más. Demasiado tarde me di cuenta de la razón por la que mi abuelo decía que con los demonios no se juega. ¿Que podría hacer para escapar? No lo sabía, pero algo tenía que intentar.
Mi tormenta interior continuó, día tras día, semana tras semana, sin paz, sin descanso. Lo único bueno era que, tal vez, este tormento podría acabar con mi vida, tal vez, me daría descanso y me reuniría con lo que más amaba. Pero eso no era lo que el demonio quería.
Me dio un respiro, un instante de paz. Volví a mis viejas ideas negras, las mismas que antaño habían atribulado mi alma, las mismas que por desesperación me habían llevado a cometer el peor error de mi vida. Irónico que ahora disfrutara tenerlas revoloteando nuevamente en mi cabeza. Volví a pensar en mi soledad, pero ahora su peso era más llevadero. Por nada del mundo volvería a cometer una locura similar. Me relaje todo lo que pude y  por extraño que parezca, disfrute esos días con mis viejos tormentos habituales.
Sin embargo, me engañe tontamente al pensar que el demonio se había olvidado de mí, solo me estaba dejando descansar y reponerme para que no muriera antes de tiempo. Volvió a atacar, pero de manera diferente. Ya no observaba durante el día, pero de noche se metía en mis sueños, me mostraba todo lo que podría conseguir si aceptaba el pacto, debo confesar que la tentación era demasiado grande.
Pero esto solo duro un tiempo, al ver que me mantenía firme, el demonio volvió a atacar, esta vez con mayor intensidad. Mi pobre alma, ya de por si melancólica y atribulada por la carga de un pasado que pesaba como una mole sobre mí, no iba a aguantar tanto esta vez.
Ahora incluso me golpeaba en cualquier lugar y a cualquier hora. Todo el tiempo oía risas que se burlaban de mí, llegue a tal punto de desesperación, que me ponía a gritar en plena calle que por favor me dejara en paz.
Soporte todo lo que pude, hasta que al fin en un momento de locura acepte el pacto. Ingenuamente creí que podría burlarme del demonio, pero no fue así.
Tenía algo a mi favor, o al menos eso creía, y es que si no moría el demonio no podría tener mi alma, así que le pedí algo con lo que creí que iba a poder burlarme de él y del pacto. Le pedí la inmortalidad, aunque fuera algo que me causara aversión, ya que eso significaría continuar con la existencia miserable y solitaria que había llevado hasta ahora, y esta vez eternamente y dejando atrás a todos los que amaba.
Aun así, la posibilidad de dejar mi alma en manos de ese demonio, se me antojaba mucho más terrible.
¡Que ingenuidad! Que estupidez creer que podría burlarme de un ser que llevaba milenios engañando a los mortales.
Estaba a punto de descubrir la magnitud del error tan grande que había cometido.
Al pronunciar mi petición, el demonio sonrió como si fuera algo que hubiera esperado, como si mi decisión estuviera en sus planes desde el principio.
—Muy bien, serás inmortal —me dijo—. Pero a cambio tu vida me pertenece, presidirás mi aquelarre y me serás fiel.
No entendí lo que quiso decir sino hasta días más tarde. Una sombra me seguía a todas partes y me guío hacia un lugar donde se llevaba a cabo un ritual profano. Había leído todos los grimorios de mi abuelo y sabia de que se trataba, así que ejercí mi función, arranque el corazón de un infante y me lo comí crudo.
Así he cometido más y más abominaciones que a cada segundo taladran mi conciencia. Pero también tengo poder, más del que mortal alguno ha llegado a poseer en este mundo. Soy más veloz y fuerte que cualquiera, y casi puedo volar. He visto tres cambios de siglo y conservo la plenitud de mi juventud.
Pero el precio a pagar ha sido demasiado alto. Cada día mi conciencia me recrimina todo lo que he hecho, aunque no lo haya hecho a voluntad. No he sido feliz en todo este tiempo, solo quisiera morir ya. Debo ser la única persona que espera con ansias el día del juicio final para pagar por todos mis crímenes.
Sé que pagare por todo y sé que seguiré adelante con mis macabros actos. Mi nombre es Candelaria Ortega y soy la más triste, poderosa y terrible bruja que el mundo jamás ha conocido.

Esta desquiciada, tonta y rara antologíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora