Relato #13 La declaración del vigilante oculto

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El chico fumaba un cigarrillo, visiblemente malhumorado, su idilio con la última chica había sido interrumpido porque escucho un ruido y tuvo que salir huyendo antes de que los descubrieran. Mientras aspiraba la última bocanada de humo la recordó, su piel tersa y blanca, sus encantadores ojos cafés claros, su deslumbrante cabellera caoba rojiza, su cuerpo de adolescente, pero muy bien formado y lo mejor de todo, la inocencia y el miedo que tenía en su mirada, se notaba que esa era su primera vez.

Una punzada de excitación le recorrió la entrepierna y su furia aumentó. Hubiera sido muy placentero hacer con ella todo lo que tenía en mente, pero tenía la satisfacción de haber hecho suficiente, aunque las malditas circunstancias le impidieron hacer más. Lástima que no volvería a verla, pues como todas sus chicas, era de una sola vez.

Un ruido fuerte lo saco de sus pensamientos. Era un ruido como el que oyó cuando estaba con la chica, un ruido como el que ya muchas veces había oído, un ruido que le helaba el corazón. Ya hace tiempo que lo escuchaba, pero su miedo no disminuía, por el contrario sentía que algo venía por él.

Cada vez que lo escuchaba huía, como cuándo dejo a la chica, pero esta vez se obligó a sí mismo a quedarse ahí, era muy absurdo huir cada vez que escuchaba un ruido. No era lógico temerle a algo tan inocuo. Sólo un tonto se asustaría de un simple ruidito, así que sería valiente y no huiría con el rabo entre las patas.

Espero, estaba alerta, expectante. Esperaría todo lo que fuera necesario para saber de una vez por todas, la fuente de aquel de alguna forma sobrecogedor, y ya muy fastidioso, ruido que tantos momentos de placer le había echado a perder. La fuente del ruido se acercaba cada vez más, pero deliberadamente lento, como poniendo a prueba su paciencia.

Se desesperó, decidió acercarse. Ya era hora de acabar con sus miedos estúpidos y sin sentido de una vez por todas. Camino, un paso, dos pasos, doblo hacia la izquierda por una puerta medio derruida y que daba a un pasillo aún más derruido que finalmente conducía al patio. Esa casa abandonada era su escondite desde niño.

Siguió avanzando, dispuesto a enfrentar su supuestamente infundado miedo, sería valiente, era valiente, no retrocedería ante nada. Cinco pasos más por el pasillo, finalmente atravesó la puerta del patio y ahí estaba, la fuente de ese ruido que tanto lo trastornaba.

Nada, absolutamente nada de lo que había hecho y visto en su vida, real o ficticio, hubiera podido preparar sus ojos para la terrible visión que ahora tenía ante él. Un ser digno de una de más terribles y caóticas pesadillas lovecraftianas, un ser que en modo alguno podía ser de este mundo.

El chico se quedó sin habla, solo atinó a abrir desmesuradamente la boca, aunque ningún sonido surgió de sus cuerdas vocales. El ser sonrió con satisfacción, una mueca extrañamente humana en un rostro más bien demoníaco, mezcla de reptil y simio

«Tu... Q... Ers...», era lo único que alcanzaba a balbucear el muchacho, el ser hizo más amplía su sonrisa, y dando respuesta a la pregunta que apenas si se adivinaba en los balbuceos, pero que estaba claramente dibujada en la mirada del chico, le dijo: «Soy uno de los antiguos, los que han visto el florecimiento y la decadencia del hombre desde la oscuridad. Los que tienen prohibido mostrarse».

Hizo una pausa para ver la expresión en la cara del chico, y continuó con su monólogo: «Ahora que veo tu reacción lo comprendo, entiendo el porqué de tantas advertencias. El terror que se refleja en tu rostro es algo que nunca había visto en mi vida. Solo estoy aquí de pie hablándote y te horrorizó así. En verdad que nunca había evaluado lo que podía pasar si me mostraba ante uno de los tuyos, pero ahora lo comprendo.

«Se me había advertido que nuestra apariencia era demasiado repulsiva, que nuestra sola presencia era capaz de trastornar hasta a las mentes más fuertes. Más que una advertencia, siempre fue una orden: "nunca tu presencia sea detectada por ojo humano alguno", que siempre ha sido acatada y respetada por los de mi raza.

Esta desquiciada, tonta y rara antologíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora