Lobo perdió el hilo de los pensamientos en cuanto Caperucita comenzó a moverse otra vez, chocando ambas pieles violentamente. Y un momento después, inclinó su cuerpo hasta que sus pechos se tocaron; y le rozó el cuello con los labios, escaló lenta y cuidadosamente por su mandíbula, como si de un cachorro se tratara, para llegar a su oreja, y en un cosquilleante susurro le preguntó:
-¿Qué se siente ser ahora la presa -movía las caderas cada vez más recio-. No te escucho, Lobo feroz -penetraciones más profundas, más brutales.
Pero Lobo pareció ignorar las palabras, pues estaba demasiado inmerso en el placer su unión. Sintió que no importaba nada más; incluso si la casa se estuviese derrumbando, él no desperdiciaría un segundo de ese éxtasis que ella le obsequiaba.
Al parecer, después de todo, Caperucita no era tan inocente como había creído en un principio. Él le había sugerido que alimentase a los hambrientos, y era exacto lo que estaba haciendo en ese momento, pues de todas las criaturas en el bosque, sin lugar a dudas, Lobo era el más hambriento, claro que eso a Caperucita le tenía sin cuidado, pues lo que ella le daba era solo un medio para lograr un fin, solo eso. Desgraciado y cándido lobo, que tenía la valentía de desnudarse para aquella muchacha, confiándole cuerpo y alma, cuando la joven lo único que era capaz de abrir para él, eran las piernas. Desgraciado y cándido lobo.
Repentinamente, como quien sabe lo que hace -y lo sabe muy bien- Caperucita le capturó la piel del cuello entre los dientes, mordisquiendo, lamiendo; mientras seguía moviéndose como las olas del mar, húmeda y acompasadamente. Entre tanto, era imposible ya, para El lobo, mantener los ojos abiertos; y con la mirada clavada en el techo, poco a poco los fue entornando hasta cerrarlos por completo, hundiéndose con fruición en el sentimiento de deleite.
Pronto lo embargaron un torbellino de emociones y tuvo las irremediables ganas de llorar. Y sin previo aviso, una lágrima se le escapó de entre los párpados; a él, a El Temible e Infame Lobo Feroz.
Caperucita fue consciente de que una gota de agua resbalaba por la sien del lobo, y casi sintió pena por él. Por una fracción de segundo, se sintió arrepentida por lo que pensaba hacerle, pero el instante cesó, y ella volvió a ser dura, colocándose la misma clase de máscara que El Lobo Feroz había utilizado durante toda su vida, la misma máscara que se había esfumado del rostro de él en ese momento.
-Abre los ojos, Lobo Feroz -inquirió en tono imperativo, a la vez que levantaba el torso, apoyándose en ambas manos-. ¿A caso temes ver el rostro de quien te regresó de la muerte?- Y quien te quitará la vida, pensó.
Lenta y gustosamente Lobo levantó ambos párpados para poder verle el rostro a su salvadora, sin saber que esos rasgos tan delicados, también eran los de su futura asesina.
Devoción. Fue lo que Caperucita Roja vio en los cristalizados ojos del lobo; una clase de devoción casi religiosa, como si fuese capaz de dar y hacer todo lo posible e imposible por ella. Pero, le parecía improbable que un animal, carente de sentimientos, nacido para desgarrar carne, pudiese tener esa clase de veneración hacia alguien como ella. Una persona, con emociones, o -en su caso-, un remedo de persona.
Lobo mal interpretó la cara de confusión de la muchacha, así que apenado, desvió la mirada, consiente de que era la primera vez que alguien conseguía avergonzarlo; a pesar de que los hombres lo habían intentado muchas veces, dirigiéndole palabras obscenas mientras intentaban cazarlo, pero los que terminaban avergonzados eran ellos, pues Lobo siempre se las ingeniaba para escapar. Y ahí estaba él, haciendo el tonto al mirar a aquella joven como si mirase a su máxima deidad. Iluso, se dijo; alguien como ella, tan perfecta, jamás sería capaz de sentir algo que no fuese desprecio o indiferencia por una bestia como él.
-Iluso -se repitió para sí en voz baja.
-Exacto, esa es la palabra correcta: iluso -afirmó ella, sin apartar ni un minuto la mirada de él-. No creas sentir cosas de las que no eres capaz, Lobo, recuerda que eres un animal y eso seguirás siento a mis ojos y a los ojos de quien te eche un breve vistazo.
El Lobo Feroz podría haber jurado, con espadas en el pecho, que al escuchar a Caperucita diciendo tales palabras algo dentro de su cuerpo se rompió, una costilla, quizá, pero definitivamente algo se había machacado en su interior.
Se hizo el silencio, Lobo apartó la mirada, y Caperucita dejó de embutir el cuerpo del macho en el suyo, hasta que El Lobo habló:
-Lo sé -su voz fue tan queda que Caperucita creyó habérselo imaginado, así como la profunda tristeza que acompañaba a las palabras.
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Nota de la autora:
¿Soy la única que quiere matar a Caperucita? 😭💔
Ya sé, ya sé, me tardé un poco en actualizar, pero en fin. ¡Aquí está su capítulo! 🙌✨
Espero que les haya gustado. No olviden votar. Y pueden dejar su opinión en los comentarios. Nos leemos 👀💖🐺
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Caperucita roja y El lobo feroz
Короткий рассказVen, acércate, te voy a contar una historia. No es de héroes con armaduras, ni princesas de largas cabelleras, ésta se trata de una joven de caperuza roja; suena trillado, ¿verdad? Pero yo te voy a contar lo que en realidad pasó. Has leído y escucha...