Con el corazón agitándose como loco en su pecho, observó a Caperucita cruzar el umbral, temblorosa y con la ropa pegada a la piel debido al agua que escurría por todo su cuerpo. Por un segundo creyó que se trataba de un ángel y él se encontraba en el paraíso.
Sus caderas se revolvieron por el ansia de brindarle su calor, de tenerla entre sus brazos, entre sus piernas, y tal vez incluso dentro de ella, sobre y bajo su piel para toda la vida.
Trató de contener su hambre lo más que pudo, mientras la joven se aproximaba. Agudizó la voz y articuló:
—¿Hija, pero qué te ha pasado? —trató de imitar a la anciana lo mejor posible.
Caperucita se limitó a mirar a su falsa abuela, suspicaz; Lobo feroz estaba lunático si creía que podía engañar a la muchacha. De pronto, la cara de ella se tiñó del color de la pena. Ya se ha ido, pensó, y no estuve aquí. Sus ojos se aguaron, pero reprimió toda tristeza y la reemplazó con rabia. Rabia y enojo puro y creciente. Sentía que hervía por la ira de no haber estado en el momento en que sucedió, pero más aún porque ese lobo sí...
Seguramente su abuela le permitió entrar a la casa pensando que se trataba de ella, aunque claro, de todas formas, si hubiese sabido que se trataba de El lobo, en su estado, no habría logrado hacer nada. Fuese como fuese, Caperucita estaba convencida que de una u otra forma ese asqueroso lobo la había matado. Sentía las mejillas arder por la cólera, sin embargo, decidió actuar con astucia y enseñarle las reglas del juego al animal que se encontraba tumbado en la cama de su difunta abuela y vestido con sus ropas.
—Me he caído, abuela. —dijo, con voz suave e inocente. Caperucita era una actriz de primera—resbalé y terminé arrastrada por el río, pero afortunadamente pronto me sujeté de una rama y logré salir.
Lobo feroz experimentó una ridícula sensación de miedo, no podía ni imaginar qué hubiera hecho si ella hubiese terminado ahogada. No se veía a sí mismo volviendo a consumir carroña, cual coyote. Era como comer tierra después de haber probado la miel.
—¿Pero, querida, te encuentras bien? —dijo, preocupado, mientras la joven se despojaba de su caperuza empapada.
En cuanto la prenda dejó de cubrirla y vio a través del translúcido vestido su pálida piel, sus senos, su cintura, su…entonces sí estuvo convencido de que la muchacha era un ángel, dispuesta a salvarlo de su infierno, o —más certeramente—, lista para condenarlo por sus pecados.
—Perfectamente, abuela, no fue nada grave, ¿y tú? Luces mejor. — la voz de la joven hizo que saliera de su ensimismamiento. Ésta se acercó a la cama y le tentó con su pequeña y delicada mano. Le tocó la frente, las mejillas, e incluso le palpó el pecho por debajo de las sábanas, lo que provocó un cosquilleo desconocido en el pubis del lobo, y ligeramente más abajo…—. Parece que se ha ido la fiebre.— anunció, sonriendo, consciente de la alteración en el cuerpo de Lobo por su contacto.
—Eso parece, hijita, eso parece. —articuló El lobo, un poco nervioso, y sacó una de sus garras discretamente para calarse el gorro un poco más, pero lejos de distraerla, eso pareció llamar más la atención de Caperucita.
—¡Pero, abuela, que manos tan grandes tienes! —dijo la joven, actuando sorprendida.
—Son para tocarte mejor, mi cielo. —repuso él, pasándole el dorso por su inmaculado rostro. Parecía que a Lobo le brillaban los ojos de adoración y eso impulsó a Caperucita a seguir.
—¡Abuela, que ojos tan grandes tienes! —continuó ella.
—Son para verte mejor, hijita. —siguió El lobo.
—¡Y que orejas tan grandes tienes!
—Son para escucharte mejor, querida.
—Y que boca tan grande tienes...— dijo más quedamente Caperucita, sabiendo que el juego estaba por comenzar.
—¡Es para comerte mejor! —soltó El lobo feroz con un gruñido estrepitoso.
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Nota de la autora:
¡Por fin ACTUALIZACIÓN! 🙌😍
Esto no es todo por el día de hoy, no se apuren, lectores, habrá más.😌 Y espero que no les disgusten las escenas de sexo un poco más explícitas. 😅
De verdad espero que estén disfrutando de esta historia. ✨
No olviden votar si les gustó. Saludos, nos seguimos leyendo. 👀💗
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Caperucita roja y El lobo feroz
ContoVen, acércate, te voy a contar una historia. No es de héroes con armaduras, ni princesas de largas cabelleras, ésta se trata de una joven de caperuza roja; suena trillado, ¿verdad? Pero yo te voy a contar lo que en realidad pasó. Has leído y escucha...