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P.O.V.: Kaitlin.

Ya eran las 8:28 p.m. cuando llegué a la entrada de mi casa. Me había venido corriendo desde el colegio hasta mi casa ya que me daba miedo pasar por las calles a esas horas (sí, de verdad me daba miedo) y ahora estaba en la entrada, jadeando y tratando de recuperar el aliento (no era para nada atlética).

Antes de irme me había quedado con Noah unos minutos más, hasta que él me dijo se le hacía tarde, ya que su padre no soportaba que él llegara después de las 9:00 p.m. Nos despedimos y quedamos en hablar después por WhatsApp.

Ojalá pudiera hacer algo para solucionar su problema, es frustrante, me gustaría ayudarlo pero no sé cómo. ¡Aghh!

Bueno, por ahora lo único que puedo hacer es seguir juntándome y hablar con Noah por mensaje para que él se sienta mejor y pueda olvidarse un poco de sus problemas. Y para mí sería un gusto hacerlo.

Noah...

Mientras seguía perdida en mis pensamientos la puerta se abrió, dejando ver a Aless y Kyle enfrente mío, ambos con el ceño fruncido, Aless cruzada de brazos y Kyle con su típica pose relajada, recargándose en el marco de la puerta.

Mierda.

Me había olvidado de que hoy íbamos a ver películas y comer pizza.

Traté de sonreír nerviosamente y puse una mueca de lo-siento-me-olvidé, esperando que no se enojen más de lo que ya están.

—Puedo expli... —comencé.

—¡Estamos desde las siete de la tarde esperándote! —me cortó Aless, muy alterada—. Tu madre nos abrió y dijo que creía que estabas en mi casa, yo le dije que hoy ni siquiera me has hablado sobre eso. ¡Te estuvimos llamando pero no contestaste ninguna de nuestras llamadas! —me apuntó claramente enfadada.

Abrí los ojos y después bajé mi mirada avergonzada, cómo a un perro cuando su dueño lo regaña.

—Mi celular se quedó sin batería —dije bajo.

—¡Kai, nos preocupaste! Pensábamos que te habían raptado o algo parecido...

—Aless, cálmate —habló Kyle—. ¿No crees que ya la haz regañado demasiado? Pareces su madre —bromeó.

Levanté la mirada lentamente y vi cómo Aless tenía los ojos cristalizados. Me sorprendí, Aless casi nunca lloraba, de verdad estaba preocupada...

—Yo s-sólo... —empezó a balbucear—. Es-estaba preocupada por t-ti.

Un sentimiento de culpa me invadió y, mientras en mi mente me repetía lo idiota que fui, rodeé con mis brazos a Aless en un fuerte abrazo. Empecé a acariciarle su pelo rubio, eso casi siempre hacía cuando consolaba a alguien.

—Tranquila, Aless, estoy aquí, a salvo —seguí acariciando su pelo, ella soltaba pequeños sollozos y mi culpa aumentaba cada vez más—. Te prometo que la próxima vez te diré dónde estoy para que esto no vuelva a pasar.

Miré a Kyle y le dije moviendo los labios pero sin emitir sonido alguno: "lo siento" y él me respondió: "no importa, está bien" o algo así. En realidad ya sabíamos leer labios casi a la perfección ya que lo hacíamos a menudo desde los diez años.

Me separé de Aless, le besé en la frente y le sonreí dulcemente, tratando de tranquilizarla.

—Vamos, entremos a mi casa y... —suspiré, ya es hora que les diga la verdad—. Y les contaré todo.

Se apartaron de la puerta y me dejaron entrar. Apenas puse un pie en el salón de mi casa, mi madre corrió hacia mí, viéndose preocupada.

—¡Ay, mi niña! ¿Dónde te habías metido? Estaba alarmada...

¡Hey! ¡Chico de los audífonos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora