Secuestrada?

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Despierta con un insoportable dolor de cabeza.En general, su madre lleva a las niñas al colegio, permitiéndole dormir un poco más después de la dura jornada nocturna. De su economía continuar en declive, tendrá que reducir al mínimo las actividades complementarias de sus hijas y mudarse de nuevo a un departamento pequeño, con sólo dos habitaciones. Así eran los alquilados antes. No entiende el empeño de su madre en buscar aquella casa tan grande. ¿Por qué acostumbrar a las gemelas a dormir en cuartos separados? ¿Para qué necesitan un patio? ¿Cuál es la razón de estar tan alejadas de los vecinos? ¿Por qué tantas imposiciones? ¿Es que acaso no se percata del mísero sueldo que gana o piensa que aún pueden darse los lujos de cuando su padre vivía? Tantas interrogantes empeoran su mal humor. 

Se levanta directo al baño,  en busca de un par de analgésicos, los cuales se traga sin agua. ¿Cómo seguirá el hombre de ayer? Primera vez que salva la vida a alguien... Incluso a riesgo de perder la suya. A pesar de ello, se siente muy satisfecha por haber sido útil. Se dispone a cepillar los dientes, cuando el timbre del teléfono la interrumpe. ¿Serán los acreedores tan temprano? ¿Avisan para proceder a la desocupación? Ya hoy es el tercer mes de renta acumulado y advirtieron que al vencer el depósito, debía irse. Corriendo llega a descolgar: −Si, diga –contesta agitada.

−¡Buenos días! – la saluda una voz muy amable, aunque desconocida para ella. –Siéntate que debo hablar rápido. –demanda el interlocutor.–Debes ir a tu banco y retirar dinero suficiente para pagar cuatro meses de alquiler, después...

−¡Espere un momento! – interrumpe aturdida. –Está equivocado de teléfono

−Sé quién eres –aclara, cambiando el tono afable. –Pero no tengo tiempo para perder.

−Pero yo no...

−Me salvaste ayer,  si continuas interrumpiendo, no podrás buscar el dinero antes de ser  desalojada. –lo molesta su terquedad.

−Ya le dije...

−Está bien –suspira resignado. - Debes convencer a los del camión de mudanzas, rojo que están a punto de tocar a tu puerta. –explica en tono aburrido. –Convéncelos que tienes el dinero, pero como llegaron tan temprano no has podido ir a buscarlo. –medita rápido, antes de agregar – Insiste, que es a las diez de la mañana, la hora señalada,no antes. -medita unos segundos, agregando: Aprovecha de irte  en el mismo camión con ellos. ¡No salgas en tu auto! Es peligroso.  Aléjalos cuanto antes de tu casa, hasta que decidamos otra cosa.

−¡Está loco! –tantas ordenes seguidas le recuerdan a su difunto padre.

−¿Prefieres quedar en calle? –no comprende por qué se le hace tan difícil a las personas seguir la más sencilla de las instrucciones, siempre lo complican todo.

−¡Claro que no! Pero trate de entenderme...

−Eso intento – se resigna impaciente. –Hazme caso –cuelga sin más explicaciones.

Ese es uno de sus mayores problemas: Ponerse en el lugar de otros, sentir sus emociones, adivinar su siguiente paso, meterse en sus pensamientos, sus vidas, sus miedos, sus deseos...

¡Cuánto daría por ser uno más del montón! Tener un trabajo cualquiera, hijos, esposa, familia. Desde siempre ha renegado de aquello que otros califican de dones y él considera;la mayor maldición arrojada sobre un ser humano: Saber de antemano. –suspira cansado – ¿Por qué   apareció esa mujer ayer en su camino? ¿Por qué no pudo morir, como tantas veces lo vio repetirse en sus sueños? Gracias a ella faltó el segundo balazo, el certero. El primero, el de la ingle que le impedía moverse con libertad y correr hacia el callejón, ya  lo había recibido; después sería interceptado en plena vía pública,  donde su asesino, le disparaba justo entre los ojos, el segundo y todo acababa para siempre. Adiós investigaciones, adiós crímenes, adiós personas a quien salvar, adiós pesadillas eternas...

La Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora