Más relajado, llama a las mujeres para que se acerquen. Coloca un aislante sobre la mesa operatoria, antes de indicar a Van Helmont acostarse de nuevo. Él mismo se encarga de organizarlas de acuerdo a su propio criterio: Amelia, Julia Amalia y Amanda. Luego, dentro del círculo, Mercedes a los pies de Van Helmont.
−Ella no debería participar, es muy arriesgado. – intenta negarse Julia a su inclusión.- Todavìa está convaleciente. - la preocupa su salud
−En mis venas corre sangre de Adrián. –le molesta que siempre Julia quiera excluirla de todo. –Así que soy tan rara como todos ustedes y por tanto. –la reta con la mirada –Tengo los mismos derechos.
−No es momento de discusiones. –interviene Adrián. –Si no estamos compenetrados, dispuestos a formar uno solo entre todos, no puedo garantizar el éxito del experimento. –las reprende. Aunque comprende las razones de Julia. –Ambas son absolutamente necesarias. –recalca, luego para aclarar cualquier duda. – Si una es la madre de Amanda, la otra es la mía, necesito que se dejen de tonterías o competencias para siempre, si es que queremos formar una verdadera familia ¿De acuerdo? –las mira a los dos, aceptar en silencio. –Cierren los ojos, relájense, respiren profundo, sin pensar en nada más que ayudar a Michael. –Yo me encargaré del resto. –comienza a dar instrucciones mentales. – concentren sus energías, sentimientos y fuerza interna en Michael. –situándose a la cabecera de Van Helmont, como catador - trasmisor de la energía que emanada; usa a Mercedes como el elemento amortiguador, tampón o de equilibrio. –No se suelten las manos por nada, hasta tanto yo se los ordene. –les indica en silencio a medida que siente la temperatura ascender. Los minutos parecen siglos. Sudando copiosamente, Adrián transforma el calor en presión y pulsos eléctricos. El último, lo estremece de tal manera que cree desfallecer. Luego de trasmitirlo a Van Helmont, anuncia: –Respiren profundo de nuevo, vayan a aflojando con lentitud las manos. –termina de instruirlas. –Ahora abran los ojos y suéltense.
−¡Adrián! –corren al mismo tiempo hacía él, Amanda y Mercedes, asustadas por su pálido aspecto.
−No se preocupen por mí, sino por Michael –se sienta delante del ecógrafo, sin darle importancia a su agotamiento. Busca con el censor, donde lo localizara con anterioridad. No lo encuentra. Sin poderlo creer aún, coloca el Doppler en el pecho. Nada. Aparte de los latidos acelerados de su corazón, no capta ninguna otra variación de frecuencia anormal en todo su tórax. Sin poder creerlo, utiliza la cámara térmica, para captar la radiación infrarroja del espectro electromagnético. Para estar más seguro, palpa centímetro a centímetro con la palma de sus manos entrelazadas el tronco masculino escudriñándolo. –¡Lo logramos! –afirma satisfecho, esforzándose al máximo para no desmayar. –Sigue allí, pero completamente inutilizado, gracias al cielo. –entre sueños las mira a todas celebrar alborotadas. Ríen, saltan, se abrazan emocionadas y tratan de hacerlo reaccionar. Como a kilómetros de distancia, escucha a Van Helmont agradecido preguntar:
−Dime ahora cómo hago para ayudarte a ti.
−Toma –le levanta mercedes la cabeza, preocupada. Mientras Amanda lo ayuda beber algo muy dulce que sus sentidos no asimilan a descubrir de qué se trata. Después de algunos minutos reacciona. Sujetando a Van Helmont con ambas manos sobre su cabeza, lo instruye sin palabras.
El círculo Ahora lo forman Amanda, Amelia, Mercedes y Amalia. En el centro se encuentra Adrián acostado, Julia a sus pies y Van Helmont como líder dirigiéndolas a todas, trata de disimular su creciente ansiedad. Acostumbra estar en un laboratorio, pero siempre como parte del experimento, jamás como el ejecutor del mismo. Asimilando lo que le enseñara Adrián antes de desmayarse, inicia el procedimiento. Puede sentir la energía correr a través de sus manos, así como el aumento de la temperatura. Concentración. ¡Le falta concentración! Sus manos se calientan. Suda copiosamente. Adrián puso su vida en sus manos. ¡No le fallará! Tiene que salvarlo a costa de lo que sea. Respirando hondo comienza a transformar el calor en presión y la fuerza en pulsos eléctricos. Poco a poco los trasfiere a Adrián que continua inconsciente. A medida que pasa el tiempo las descargas se hacen más fuertes estremeciendo cada fibra de su ser. Se siente incapaz de seguirlas soportando.
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La Segunda Oportunidad
RomanceAmanda es taxista nocturna, aunque con muchos sueños y esperanzas truncados, lo más que le preocupa es el bienestar de su familia. Adrián, un solitario cansado de luchar y huir. Juntos viven una aventura insólita e inesperada donde se conjuga el sus...