Castillo Siegler

54 1 0
                                    


Abre la puerta uniformado de negro, justo cuando el capitán de Fragata está a punto de tocar para anunciar el arribo. Con la agilidad que lo caracteriza, marcha hasta el puente de mando dejando a todos asombrados por su rápida recuperación. –El ataque es la mejor defensa con que contamos. –comienza a dar órdenes, mientras se arma con una ametralladora, distribuye en su ropa pistolas, granadas y cuchillos. –Consigan cualquier sobreviviente y avisen de inmediato a la señora Di Stefano Dunmett o a mí. –señala a Amanda que llega tras él, también vestida de negro. –Quien esté más cerca. –capta la duda en la pregunta mental de sus hombres, con respecto a cuál obedecer, acostumbran a estar bajo su mando, pero ahora es ella quien les paga.

−Cualquiera de los dos es igual. –lo secunda Amanda. –Tenemos un objetivo común, por lo tanto es como si fuésemos uno sólo. –se estremece, al recordar cuando se sintió total y absoluta parte de él.

 Adrián, Corre hacia la oculta plataforma de lanzamiento de la lancha. Adivina, el sitio exacto por donde se comienza a  elevar un helicóptero. Lo  derriba con una bazuca. Sin perder más tiempo, se lanza junto con sus hombres al agua, seguidos muy de cerca por Amanda, quien no deja rezar porque Mecha haya seguido sus instrucciones, al pie de la letra, a pesar de todas las dudas que la embargaban. Solo aquella diminuta esperanza, le da fuerzas para seguir luchando contra un enemigo, al que cada vez percibe más poderoso, violento y sin escrúpulos de ninguna índole.

Lo único que se distingue en la oscuridad de la noche es humo y fuego, entre los escombros de lo que fue una hermosa construcción de piedra. Lamentos, llanto y sangre es  cuanto captan sus sentidos. Deslizándose entre los cadáveres, Amanda toca sus cuellos, buscando alguna señal de vida. De repente la jalan bruscamente por los pies. Su primera reacción es acuchillar a su agresor, pero una patada en la mandíbula se lo impide. Se trata de otra mujer, Ludendorff confía mucho en la fortaleza del "sexo débil" para eliminar a sus enemigos. Es justo cuanto ella necesita para recabar información: Golpes, patadas o cualquier tipo de agresión física. Nunca antes imaginó que esto seria una magnifica forma de aprender, aunque su madre siempre repetía el refrán: "La letra con sangre entra". Se llevaron  las niñas, entre cinco y siete años, pero no logra identificar a sus hijas entre ellas.

Todo lo que descubre a su paso es fuego y muerte. No parece haber supervivientes y eso le inquieta sobre manera a Adrián. Tenía muchos niños refugiados en su casa. En la sociedad capitalina, es conocido como un filántropo, dedicado a recogerlos de la calle para brindarles la oportunidad de una vida mejor. Es famosa su escuela granja, donde crecen al amparo de excelentes profesionales en la materia, más de cien, recibiendo el apoyo y cariño que sus padres biológicos les negaron.

No se perdona, que por una debilidad de su parte les pasara algo a los más vulnerables de todos: Los niños. Una de sus principales estrategias de protección consiste en un entrenamiento constante sobre supervivencia en caso de desastres, explosiones o contingencias. Incluso cuentan con un enorme sótano, donde refugiarse en casos de emergencia. Ojalá, les haya servido esta vez para conservar sus vidas.

Invirtió muchos años y dinero en su construcción, siempre a la espera de algo así. Considera a aquellos niños como su familia, su único punto débil (aparte de Mercedes). Por tanto, donde comenzar su ataque. Aunque dada la popularidad del refugio pensó, se cuidarían mucho de causar semejante escándalo público.

Mientras sus hombres se enfrentan a los soldados de Ludendorff que quedan en la propiedad, Adrián se escurre por una de las entradas secretas, al subterráneo.

−¡Gracias al cielo que llegó doctor! –corre a abrazarlo emocionada Inés, una de las docentes.

−¿Cómo están todos? –corresponde a su gesto, mientras cuenta mentalmente.

La Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora