Escondida bajo la luz de la luna.

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Y esperaba que aquel recuerdo se borrara, que aquella inmensa sonrisa impresa en su cara tuviera sentido cuando todo llegó. Y ojala no hubiera llegado. Y ojala lo que pasó no hubiera pasado. Y ojala mis piernas se pararan de temblar cada vez que sopla el viento. Y entre ojalas, se quedo mi historia.

-Lo siento, Alex. No sabia lo que hacia.- se acerco a mi, estaba desperdiciando segundos de reserva con ellos. Guille y su hermana.

-Condujiste borracha, esta bien.- me baje las mangas de la chaqueta y me crucé de brazos. Suplicaba un perdón que ahora mismo no existía, por su culpa mi madre ya no estaba y como asimilaría que la única persona en la que confiaba no me había contado aquello, eso tan espeluznante. Pero no puedo competir en algo que nunca se me dio. No puedo fiarme ni de esa oscura sombra que me persigue en los días soleados que ahora mismo se hacen grisáceos. Quiero ser como tu, quiero ser mas fuerte.

Las vacaciones de invierno acababan con mal sabor y ese gris, ese frío que me respaldaba. Por fin sentía algo que no fuera nostalgia hundida en agua agridulce. Tenia retratos de inviernos flotando en un mar de malos recuerdos.

Despertarse pronto era malo pero no tan malo como empezar en un instituto en tu último año de secundaria.

-Dame mas razones por las que no puedo quedarme con ella. Me necesita.- Fran gritaba por teléfono, pero no quería saber nada, no quería tener nada que ver con su mal humor.- Dame alguna otra razón...- me vio.

-Fran, me voy a clase. Es el primer día no quiero llegar tarde.- salí por la puerta, y aquel frío me congelaba las pocas ideas que llevaba acuestas en mi cabeza. Caminaba despacio con la cabeza caída como si lo que me pasara no me importaba. Me quedaban grandes aquellos días de sol acostada en la playa.

Entre por la puerta de aquel pequeño instituto, donde la gente por suerte a lo mejor no me conocía. Pero no hubo suerte, cualquier persona con la que me cruzaba se me quedaba mirando. Aquellas miradas que no soportaba aunque me estuviera mirando los zapatos, aquellas personas tan inmensamente desconocidas.

-Perdón.- Y a lo mejor la única persona que no me miraba se empotró contra mi. Su pelo alborotado, y aquellos ojos marrones se quedaron fugazmente en mi subconsciente.- No te he visto.

Y se fue.

Pero que era eso, que era esa estampida de personas al sonar el timbre, que era eso de correr a clase un día a las ocho de la mañana y ya con prisa. Pero no quería parecerme a cosas que no soy no quería parecer diferente entre tanta gente parecida.

Primer día de clase y ni pude entrar en clase. Me fui al parque de al lado mientras cruzaba mus brazos. Quisiera que como a cualquiera algo me sorprendiera.

-Alex.- Aquella voz familiar. Otra vez.- Lo siento.

-Guillermo dejalo, que más dará ya.- subí los pies al banco y dobleis rodillas.

-Te estaba buscando, quiero decirte que cualquier cosa que necesites yo te puedo ayudar.- dijo acariciándome el hombro derecho.

-vale, gracias.- Y aparté su mano de mi hombro.

Nunca quise ser arisca. Pero en esto consistía sobrevivir. No podía ni mirarle a los ojos, no podía sentir nada mas que desprecio entre mis ojos y los suyos. Me dolía desesperar, me dolía que alguien me decepcionara de esta forma. Y ojala algún día pueda volver a confiar en él.

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-Alex, ¿Quieres venir a dar una vuelta por el pueblo?- Estaba claro que Fran no me iba dejar hasta conseguirlo. Accedí.

¿Pero aquello era algo real? ¿Era el destino? Era algo tan bello, aquel lago tan azul y cristalino, y aquella hierba tan verde. Pero no era tan bueno cuando recordé este lugar con algún resentimiento fantasma. Esas veces tan malas cuando discutía con mi madre venia aquí, yo aquí ya había estado antes. Pero no recuerdo cuando.

Tras ese espejo sin salidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora