El aire me dio de cara y sentí aquella sombra entre mis dedos; sentir cerca algo que está lejos era gratificante. Y hasta el minúsculo rasgo de soberbia hacían que me sintiera cada vez más cobarde. Me di la vuelta y al no ver a nadie me senté en el escalón de aquella casa. Suspire quedándome tan tranquila pero a la vez tan asustada. Ojalá me hubiera dado cuenta de quien estaba a mi lado.
-Alex pasa, ha venido alguien a verte. - me di cuenta de que no era un espejismo cuando me acerqué y toqué la palma de su mano tan fría y tan dolorida. Otra vez él el chico siniestro de la ventana, «¿Quién seria?»
-Se llama Charlie, y dice que da clases de guitarra. - Fran se había tomado al pie de la letra que quería volver a retomar mi rutina. Pero yo no se lo había dicho, el no sabia que yo tocaba la guitarra.
-Hola Charlie, Gracias pero no es necesario hace tiempo que lo deje. - Fran negó con la cabeza mientras aquel chico me miraba sin ningún rasgo en la cara de compatibilidad.
-Claro que si, Alex te vendrá bien. Si vemos que no lo dejamos y ya está, pero empiezas el martes que viene. - mire fijamente al chico y asintió, ojalá hubiera sido otra persona.
Me desperté creyendo haber soñado lo que había pasado ayer pero no era así, me sentía más débil, como si alguien me robará las energías por la noche. Trasnochaba por culpa de esas sombras de la noche; asustada, me acurrucaba y al final terminaba sin dormir nada.
-Despierta, Alex o llegarás tarde. - Fran se había acostumbrado rápido a mi presencia había tenido suerte que no fuera problemática aunque a veces le veía a las tantas de la madrugada en el sofá viendo la televisión mientras sostenía un marco de fotos entre las manos que yo nunca veía por la casa.
Salí de casa y cuando me di cuenta volvía estar sola en aquellas calles llenas de incertidumbre. Quien me diría a mi que hoy era viernes y que ya me daba igual porque hacía lo mismo día tras día, quien me diría que me acostumbraria tan rápido a pasar sola los viernes y los sábado y domingos.
-Alex. - gritó Guillermo alzando la mano para que fuera para allá. No me preocupaba su presencia desde hace días, ya que tenía que aprender a saber con quien estar.
-Hemos quedado en el Bar de José. ¿Te vienes? - me agarró el brazo y me sonrió no pensaba ir, no quería adentrarme en su mundo en el torbellino de miradas que giran alrededor mio. Quien quisiera meterse en esa droga superficial sin poder salir. Pero acepté porque no quería pasar más días sola, como si no me importara tener planes un viernes por la noche.
-vale.
-¡Bien! Pues yo te paso a buscar a las siete. - se acercó a mi y me dio un beso en la mejilla. Quien pudiera abrazarle para sentirse protegida entre tanta gente desconocida.
Tan largas se me hacían las clases, tan en mi mundo pasaban las horas hasta la hora de la comida para irme de este lugar tan triste.
-Ya veremos que hacemos con esta, esta noche. - sujetaba una chica el móvil con las manos que sostenía contra su oído, mientras miraba de reojo a Maya. Maya era esa chica morena que tenia los amigos justos por desgracia no la conocía mucho y no se si podría ayudarla. Siempre iba con Guillermo y con la otra chica, prima de Guillermo.
Se me revolvió el estómago, oí su nombre a mi espalda y se me nubló la vista. Ojalá pudiera ver quien era cuando sentí ese nombre que me hizo congelarme y que a la vez era tan desconocido. Y me sentía derrotada, no había encontrado la manera de no tener que morir entre el aire de la calle, y el sol que se queda fijo ahí para que lo pueda observar. Pero no soy tan fuente y me siento frágil y he perdido la paciencia de no tener miedo a las cosas pequeñas.
-Fran, ¿tu crees que así voy bien?- asintió y se quedó observándome.-¿Qué te pasa?
-Nada. - apartó la vista de mi y se involucró entre sus papeles del trabajo como abogado.
-Dímelo. - dándole un ligero puñetazo en el brazo, para que se rindiera y me dijera que había en su cabeza.
-Estás igual que tu madre, te pareces tanto a ella. - me parecía algo incomodo hablar de mi difunta madre delante de alguien que ni le conocía. Pero me quedé perpleja ante su reacción, se levantó y por una vez me abrazó justo en el momento indicado.
-Hola, ¿llegó en mal momento? - Guille estaba realmente guapo. Pero no quería fijarme mucho por si se daba cuenta de que le estaba mirando, cogí el bolso y me puse las converse negras que estaban en el salón. Y sin darme cuenta casi deslizo la palabra "papá" por mis labios, hubiera sido una catástrofe, un cataclismo, un totalmente desastre. Y me reí para mis adentros buscando la manera de poder subir mi cabeza y que no me preguntaran que estaba pasando. -No, Guillermo tranquilo. - le di un beso en la mejilla a Fran y me fui corriendo.
Guillermo me abrió la puerta del asiento delantero para poder yo sentarme mientras me acomodaba los pantalones largos vaqueros. Y el me sonrió, me ruborizaba pensar que el iba tan extremadamente guapo y yo iba de casual.
-No sabia que ponerme, hace demasiado tiempo que no salgo por ahí. - se me escaparon los mechones de pelo por la cara mientras me ruborizaba y se me ponían las mejillas totalmente coloradas.
-¿Qué dices? Estás muy guapa. - me tocó la pierna mientras conducía, que poco sabia de el, pensando que era su último año de instituto.
-No sabia que conducias, no pareces tan mayor. - me quedé parada la verdad es que no pretendía molestarle.
-Hombre, gracias. Aunque hay muchas cosas que todavía no sabes de mí. - me miró y me sonrió tontamente.
Cuando llegamos, se acercó a mi. Tampoco sabia que quería pero me paso el brazo por el cuello y me intentó besar de nuevo, ya iban tres veces las que se confundía de formas. Le pedí perdón y se fue rápidamente dentro de aquel bar, sin embargo yo me quede fuera. Jugueteaba con el móvil buscando alguna mirada conocida a la que acercarme. Hasta ese momento.
-¿Que queréis? Dejadme. - su voz temblaba. La reconocí al momento, se oía a otra hablar pero ya no entendía quise acercarme cuando en ese mismo momento debía actuar y rápido.
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Tras ese espejo sin salida
Novela JuvenilQue incomprensible cuando suena aquella canción lenta y me dicen que es hora de bailar bajo las estrellas sin alma en pena. Vestida de punta en blanco para hacer sombra a la luna, me preguntaba si soy tan inhumana como parece o si soy un monstruo.