CUATRO

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Después de más de dos horas intentando hacer entender a la gente que él vivía en Seúl y que quería volver a su casa, Yoongi se dio por vencido y decidió irse a dormir. Nadie parecía saber de qué mierda estaba hablando, y todos le miraban con cara rara cada vez que nombraba Seúl.

La quinta vez que alguien le preguntó en qué islote estaba Seúl, soltó un juramento y salió desesperado hacia la puerta trasera de la posada, la que llevaba al piso de arriba, donde estaban las habitaciones.

Atravesó la puerta y se encontró en un pasillo ancho que a un lado tenía una puerta que daba al patio trasero y en el otro tenía unas escaleras para subir a las habitaciones. Se giró hacia aquella dirección y entonces un ruido llamó su atención en la calle. Cruzó el pasillo y se asomó a la puerta que daba al patio.

Dyel estaba allí, recogiendo la basura que se había amontonado en un rincón del patio y echándola con una pala a una carretilla. Mientras lo hacía, cantaba una canción que Yoongi no había oído nunca, pero estaba seguro que la versión de Dyel era mejor, ya que este tenía la voz de un ángel.

No pudo evitar que una sonrisa se dibujara en sus labios mientras veía al chico totalmente absorto en su trabajo. Seguía llevando las manoplas cubriendo sus manos, pero había echado la capucha un poco hacia atrás para poder trabajar mejor, y Yoongi podía ver una parte de su cara a la luz de las farolas que iluminaban el patio, aunque por su posición, no podía distinguir gran cosa, solo que su piel estaba pálida. “Normal” pensó Yoongi, “si lleva siempre esa capucha no le habrá dado el sol en la cara nunca”.

En ese momento, Dyel, que había terminado de recoger toda la basura, se giró para dejar la pala apoyada contra el muro que había a su derecha, y Yoongi pudo ver su rostro con claridad. 

Casi se quedó sin respiración.

Su rostro estaba enmarcado por un cabello rubio. Tenía unas cejas perfectamente delineadas sobre sus ojos cafés, y una boca hermosa, con labios regordetes y bien dibujados, además de una mandíbula bien marcada.

Yoongi debió de hacer algún ruido mientras le miraba ensimismado, porque de pronto Dyel levantó la cabeza, y al ver que era observado una expresión de algo parecido al miedo apareció en sus ojos. Se cubrió con la capucha rápidamente y sin decir nada cogió la carretilla y se alejó por el camino que rodeaba la casa.

Yoongi se quedó allí parado, mirando durante un rato al lugar por donde había desaparecido Dyel, incapaz de reaccionar, y preguntándose una y otra vez, por qué alguien tan guapo se ocultaba de la vista de todo el mundo. Finalmente, sacudió la cabeza, intentando apartar el pensamiento y dejando escapar un suspiro volvió a entrar en el pasillo y se dirigió a las escaleras.

La habitación era sencilla pero estaba limpia y era amplia, con una buena cama, un baño con ducha y bañera y un armario donde guardar la ropa. También había un par de sillas y una mesita en uno de los lados de la habitación. Al ver la cama, Yoongi sintió como si todo el cansancio que llevaba acumulado encima se volviera más pesado que el plomo, y cayera de golpe sobre sus hombros.

Su cerebro pareció desconectar de todo lo que había sucedido durante el día y lo único que registraba era la cama que tenía frente a él, así que Yoongi por fin se rindió y tras quitarse la ropa se dejó caer sobre la cama y prácticamente se quedó dormido al instante.

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— Eh, eh, tranquilo Yoongi — Namjoon sujetaba a Yoongi por los hombros impidiéndole levantarse de la cama — Hyung, vamos, estate tranquilo, es mejor que no te muevas hasta que te vea el médico — dijo Namjoon mientras apretaba el botón de llamada para las enfermeras.

Everyland ࿐ · YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora