VI

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Un mes. Había pasado un mes desde la vuelta de Mimi. Habíamos quedado un par de veces en este tiempo. Por un par quiero decir mucho. Y por quedar quiero decir acostarnos.

Nos habíamos acostado, mucho. A estas alturas era absurdo negar la atracción que sentíamos ambas. Bombas. Así éramos cuando estábamos juntas. Lo malo de aquello es que no habíamos hablado desde que volvió.

Hacíamos el paripé delante de la gente y luego era completamente distinto. Luego nos devoramos. Al principio pensaba que eso se acabaría, lo típico. Te acuestas mucho con alguien y pierdes el interés.

Pues no. De momento no habíamos perdido el interés. Todo el mundo se olía algo pero nadie se atrevía a confirmar nada. Era un pacto no escrito entre nosotras de no decir nada.

Hasta ahora funcionaba. La gente siempre asume cosas que no son cuando pasas tiempo con alguien y, además, os acostáis. Es como si estuviera implícito enamorarse. Como si necesitaran darte un toque de atención.

- ¿Vas a ir mañana a lo de Ricky?

Ni siquiera me di cuenta de que me estaba hablando. Estaba tan concentrada mirando como se vestía mientras me fumaba un cigarro que su voz parecía un eco muy lejano.

- ¿Qué? - Frunció el ceño abrochándose los pantalones y vino directa a quitarme el cigarro.

- Que si vas mañana a lo de Ricky, no te empanes mirándome el culo.

Había descubierto con el paso de los días que Mimi era una mujer increíblemente sexual. Sexual, sensual, atractiva. Bueno, en realidad cualquiera con ojos podría considerarla atractiva, pero en el terreno íntimo lo era incluso más.

Le gustaba llevar las riendas, le gustaba torturar y le gustaba que te murieras por ella. Yo lo hacía mucho últimamente. Le había cogido el gusto a torturarme y no me tocaba hasta que yo se lo pedía, a estas alturas no me importaba pedírselo.

- Sí, claro que voy a ir. Luego quiere que salgamos, ¿no? Le gusta demasiado emborracharnos. - Ahora era ella la que se había quedado recorriendo mis piernas con la mirada.

Gateé lo suficiente para quitarle el cigarro de nuevo. Estaba ya para matarlo porque se le había consumido a la muy boba. Vi esa mirada en cuanto el humo salió de mi boca.

- Sí, quiere salir. - Le había cambiado incluso la voz. Era como ver la transformación a depredadora.

- No me mires así. - Ella sonrió acercándose peligrosamente a mí.

- ¿Cómo te estoy mirando? - Lo sabía perfectamente y también sabía el efecto que tenía su mirada.

Sus ojos eran un sitio en el que me había acostumbrado a perderme. Cuando me miraba así yo no podía quitar mis ojos de ella. Se había reclinado sobre la cama y ahora sus brazos estaban a cada lado de mi cuerpo.

- Como si me quisieras comer. - Sonrió y cuando se inclinó no pude evitar dirigir mi mirada a su pecho.

Ese sujetador le quedaba increíble y también lo sabía. En realidad era una de las típicas tías a las que yo habría odiado en otra época de mi vida. Era preciosa y lo sabía. Tenía un cuerpo de infarto y lo sabía. Gustaba y lo aprovechaba.

- Yo siempre tengo ganas de comerte Ana. Siempre. - Sus labios se posaron primero sobre mi cuello y luego subieron a mis labios.

No me iba a besar, siempre hacía lo mismo. Siempre me obligaba a dar el primer paso. Estaba de suerte porque nunca me había importado andar. ¿A quién le importaba andar con un destino así?

La besé. Teniéndola tan cerca no existían muchas más opciones. Su boca siempre era exigente, tanto que la mayoría de veces me dejaba sin aliento. Notar como el colchón se hundía bajo su peso me hizo gemir. Así me ponía siempre.

Together; WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora