• 21 •

10K 1K 2.2K
                                    


Capítulo veinte y uno.

Consejos para confesar su amor. 




—Estoy... ¿¡Enamorado de un maldito gato!?

Las primeras clases llegaron a su fin con rapidez, nuevamente Katsuki se sumergió en sus pensamientos sobre lo que había aceptado la noche anterior.

Dejó caer su frente al pupitre, sintiendo la fría madera contra él, quizá eso le haría enfriar su cabeza que estaba a nada de explotar por tantos pensamientos y muy vergonzosos sentimientos.

¿Desde cuánto había comenzando a sentir eso qué no se dio cuenta?

Por más que se preguntaba aquello no encontraba el momento exacto, ¿Cómo fue tan descuidado para caer en aquello que había aborrecido desde que tenía memoria? Cuando menos se dio cuenta, su corazón palpitaba con mayor gusto cuando estaba al lado de Izuku, a pesar de que intentó convencerse de que eso era totalmente erróneo y no era más que paranoias suyas.

Alzó el rostro, posando sus codos sobre el pupitre y así sostener su rostro con ambas manos, pensando en aquel tema que se negó tanto a reconocer, que hizo hasta lo imposible para borrar con él, pero, al final no pudo y terminó siendo totalmente derrotado.

¿Qué se supone que debería hacer?

Seguir su día a día sería bastante absurdo, con suerte aquella mañana salió sin que sus piernas lo traicionaran y terminara en el suelo, aunque podría acostumbrarse y así seguir sin problema alguno, pero ¿Cuánto debería de durar eso? Tampoco podía ignorarlo, ya lo intentó y le salió mucho peor.

Tal vez debería de comenzar a ver las tontas series y películas que veía Izuku para darse una idea.

Y de solo pensar en ello le habían dado ganas de vomitar.

¿Por qué el amor era tan estúpidamente empalagoso y patético?

—Hombre ¿Por qué esa cara? –Escuchó la voz de su compañero que había entrado apenas al aula luego de haber ido por unas golosinas, acompañado del rubio canario que sorbía de una malteada.

Eijirou y Denki miraron confusos a Katsuki, no era común que hiciera aquel tipo de caras frustrantes, de hecho... Jamás habían visto ese tipo de rostros en el del rubio.

Bakugou les miró detenidamente, no tenía a nadie a quien acudir con respecto a ese tema, sería bastante estúpido hablarlo con el que provocaba todos esos sentimientos en él, así que ¿Por qué no?

Bajó sus brazos, reposándolos en la mesa, cerró sus manos y apretó con fuerza sus dedos, respiró profundamente, miró hacia su costado derecho y les miró de reojo, volviendo a mirar hacia su lado, siéndole imposible contener un rubor que apareció descaradamente en sus mejillas.

—Oigan... Cómo... Uhm... ¿Cómo puedo decirle a una persona que... qué me gusta?... –Habló en un murmuro totalmente avergonzando, mediante iba diciendo las palabras su ceño se fue frunciendo más y más, así como sus mejillas se fueron enrojeciendo.

Ambos chicos parpadearon un par de veces, analizando lo que sus ojos acaban de ver y sus oídos escuchar, separaron sus labios y abrieron cuanto pudieron sus ojos, totalmente sorprendido al ver aquella faceta que jamás se imaginaron ver de alguien como Bakugou.

Enséñame a no estar solo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora