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Capítulo trece. 

El comienzo de un nuevo acuerdo. 





Tras días después de lo sucedido con Shouto, las cosas transcurrieron normalmente en el hogar de la familia Bakugou.

Como aquel cotidiano domingo, donde Masaru leía las noticias del periódico, Mitsuki preparaba el desayuno y Katsuki peleaba con su mascota la cual le maullaba con fin de que le otorgara más de aquella suave y deliciosa comida que probó al momento en donde el menor se le cayó un pedazo de su desayuno al suelo, donde Deku corrió en dirección a donde esto cayó, curioso ante saber que fue y allí, supo lo delicioso que era aquel desayuno que no llamó su atención hasta que lo probó; los waffles.

—Cállate estúpido animal. –Gruñó Katsuki, alejando su plato que era el objetivo del animal, el cual ya se había levantado sobre sus patas traseras y apoyando las delanteras en las piernas de su dueño.

—No digas malas palabras en la mesa, Katsuki. –Reprochó el señor Bakugou, dando vuelta al periódico mientras le daba un sorbo al café que estaba en la mesa el cual le pertenecía, recibiendo un gruñido más por parte del mencionado.

—Eres un maldito mocoso desalmado, no querer darle algo al pobre de Deku ¡Míralo! Esa carita tan adorable, me derrite ¿Cómo puedes negarle algo? –Mitsuki observó al animalito que tenía inclinada sus orejas, moviendo levemente su nariz y... ¡Podía jurar que sus ojos estaban al borde de las lágrimas por no conseguir lo que quería! Eso le rompió el corazón a la mayor que, no encontró mejor manera para desahogarse que proporcionando un zape a su hijo, el cual, casi se ahoga al momento de recibir el golpe y que haya coincidido justo cuando iba a tragar el pedazo de desayuno que se llevó a la boca.

—¡Masaru! –Elevó la voz Katsuki, llamando a su padre exigiendo que igual reprochara a su madre por usar un lenguaje vulgar y no solo eso, recurriendo a la violencia de darle un golpe matutino. Su padre simplemente escondió su rostro en la traza al sorber, una cosa era su hijo y una muy diferente su esposa, había cosas con las cuales si temía meterse y una de ellas era su amada mujer.

Y cuando menos se dio cuenta, el gato saltó a sus piernas, tomó lo que sobrara del waffle que había en su plato y salió huyendo a todo lo que sus patas podía dar, dejando estupefactado a los tres, pero en especial a Katsuki, donde segundos después los mayores estallaron en carcajadas al ver que el felino se salió con la suya y consiguió lo que quería.

Katsuki soltó un bufido, levantándose para tomar otro waffle ya que su mascota se robó el suyo. Las risas continuaron por unos segundos, hasta que el menor le miró enfadado y ambos adultos apretaron sus labios para no reír más.

El desayuno terminó como siempre, esta vez con un gracioso recuerdo que guardarían los señores Bakugou ante lo sucedido, aunque fue algo extraño el hecho de que Katsuki no hiciera su rabieta que estaban acostumbrados a presenciar, bueno, dejaron pasarlo por alto.

El rubio caminó hasta la sala, donde el felino se encontraba sobre el sofá, lamiendo su pata derecha que aún quedaba algunos rastros de aquella pegajosa sustancia que solían colocarle a los waffles que era dulce y rico. Éste chasqueó su lengua al ver al desgraciado que robó su desayuno.

—Lo disfrutaste ¿Verdad? –Llamó su atención, Deku alzó la mirada y relamió su hocico, mostrando un rostro de total satisfacción, no era muy fan de la comida para gato, la soportaba, pero cuando probó algo de lo que eran tan cotidiano para los humanos, supo que había cosas mucho mejores. —Estúpido. –Katsuki se sentó al lado del gato y acarició bruscamente su cabeza, el felino simplemente se dejó hacer, porque durante todo el tiempo que había convivido con el mayor, sabía que ese tipo de caricias "raras" eran su manera de demostrar su afecto.

Enséñame a no estar solo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora