2

144 16 4
                                    

Charlotte, se quedo perpleja ante tal insinuación  viendo como el desconocido se alejaba. Estaba por demás que tratar de preguntar  acerca de aquel hombre le traería problemas. Sin embargo, necesitaba conocer su nombre, las cosas no podían quedarse así.  Escuchó murmullos y unas cuantas risas, finalmente encontraba a Richard quien se  hallaba ocupado como siempre. No debía asombrarle esa situación, pero aún así sentía una presión en el pecho y mucha nostalgia que le impedía ocultar su frustración.

En un primer momento,  fue hacia el servicio a enjuagar sus lágrimas para salir nuevamente hacia el salón con una sonrisa amplia y radiante. Pero su desasosiego pudo más y decidió dirigirse hacia los jardines. Mientras caminaba, observó el cielo y se quedo contemplando una luna radiante y llena, que le trajo ciertos recuerdos a la mente sobre todo de su niñez. Bajo la mirada de la luna,  hizo una mueca de alegría para ir  apoyarse a un frondoso árbol.

Ni bien se apoyo, una voz le habló —Al parecer me esta siguiendo—  con tono seductor. Charlotte giró bruscamente y sus ojos se abrieron como platos —  No... no se equivoca—  con cierto tartamudeo y agitando la mano.

—  yo... este... sólo salí a tomar aire—  dando un suspiro, desviando la mirada para luego decir— y de cuando aquí debo dar explicaciones y más a un hombre que no conozco —  apretando los puños 

—Tengo que estar loca— murmuro  apretando los dientes. —  disculpe, seguiré mi camino—   antes de que pudiera hacerlo el desconocido la sujeto nuevamente del brazo y la atrajo hacia su pecho.

—  Por favor no se marche, quédese un momento más a mi lado.

Charlotte subió la mirada incrédula y quedo cautivada por la ternura con la que la miraban esos ojos, por un momento recordó a Richard y sus ojos nuevamente se llenaron de lagrimas. El desconocido extendió su mano y le seco aquellas lagrimas  que recorrían su mejilla.

— Una dama tan bella, no debe llorar.

—  Usted no entiende.

—  Claro que lo entiendo, más de lo que quisiera. Por favor, sólo permítame estar un momento más a su lado—  inclinando su rostro hasta que su boca se unió con la de Charlotte. Ambos sabían que aquello era un pecado mortal, que estaría acompañado de desventuras. Sin embargo, Charlotte se dejo llevar por el momento y en su mente sólo había una frase "Que Dios me perdone".  

El desconocido separó sus labios lentamente — Por favor, ven conmigo.

  — No puedo... no se quién eres y estoy loca permitiendo que me bese— tocándose los labios

— Yo sé, que tu esposo esta ausente— dando un suspiro—  ¿Acaso crees que  no noto tu frustración? He estado observándote toda la noche y no puedo entender como tu marido es  tan cretino, de dejarte a un lado para  hacer negocios.

  — Richard, es un buen hombre y yo estoy haciendo algo imperdonable —  llevando las manos a la cabeza.

—  No es así, ya verás que con el tiempo te darás cuenta de quién soy y como lo dije antes... Volverás a mi.

— Debo marcharme —con voz temblorosa.

—Esta bien,  no te retendré.

Charlotte, corrió hacia dentro y choco con su marido.

  — Querida, ¿Te encuentras bien?

—  No... por favor, vayámonos  

—Charlotte, por favor hoy no  hagas berrinches, nunca disfrutas ninguna velada. A veces, pienso que no aprendiste nada con tus institutrices — con tono estricto.

—No estoy haciendo nada, simplemente no me encuentro bien...porque debes tomar esa actitud. ¡No eres mi padre!— con lágrimas en los ojos

—Charlotte—  sujetándola de los hombros

—Richard, por favor podemos irnos— con tono de súplica

—Esta bien— elevando la mirada con aire de resignación— Déjame despedirme de los muchachos, en seguida vuelvo— Cruzo todo el pasillo para entrar a la sala de juegos donde se encontraba  su grupo de amigos, intercambio unas cuantas palabras y risas. Bebió un ultimo sorbo del coñac que había dejado sobre la mesa, para solicitar al sirviente de turno que le trajera su capa y sombrero.

Charlotte impaciente, cruzaba las manos y los pies. Miraba a todos lados y percibía como muchos ojos se posaban en ella e incluso llegó a escuchar de una dama cercana  «Pobre mujer» afirmación que no entendió. Su faltad de sociabilidad le estaba haciendo perder datos, pero no tenía tiempo de pensar en eso, debían irse lo más rápido posible, ya en casa  podría analizar con pelos y señas.

Cuando se dirigían hacia la salida, Charlotte giró la cabeza y vio al desconocido brindándole una sonrisa socarrona, seguida de un guiño para perderse en la multitud que bailaba alegremente como si se tratara de la última velada.

Solos en el AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora