Miraba con detenimiento el contenido de su copa que luego la sorbería de un solo golpe, por primera vez en años, sentía que el alcohol le quemaba la garganta. No estaba tan joven como antes, pero la verdad era que aún no era un hombre y solo pretendía serlo.
Particularmente ese día, estaba muy aburrido y frustrado, su amante ya no lo satisfacía cómo antes; las noches a su lado se habían vuelto tediosas por los constantes reclamos a los que estaba sometido. Caminaba de extremo a extremo en la habitación, esas cuatro paredes ya le parecían muy pequeñas, de repente escuchó una voz provocativa que antaño le causaba lujuria invitarlo nuevamente a la cama.
—Querido, ¿Por qué no vuelves a la cama?— dijo con tono seductor.
Robert giró entre tanto la observaba muy despectivamente —Creo que lo mejor es que te marches, me imagino que la extrañan en la velada—enarcando una ceja.
—No entiendo porque me haces esto, si mal no recuerdo tú prácticamente me imploraste de que te acompañara. Ahora, pretendes que me marche como si fuera un objeto del que puedes deshacerte — su pecho subía y bajaba de la agitación.
—Ambos sabemos que nuestra relación se basa en satisfacer nuestros deseos carnales. Además me siento aburrido de que todo el tiempo pretendas controlarme. Te recuerdo, que nosotros no tenemos una relación formal. Por favor, no me molestes, no creas que tienes derechos sobre mi
—Eres un cretino— jalando la sabana que envolvía su cuerpo desnudo para levantarse de la cama de forma violenta.
Robert suspiraba y miraba hacia el techo, al momento que fue a echarse a la cama ahora vacía. Aquellos dos besos que compartió con su entrañable Charlotte hacían que su piel se pusiera de gallina, necesitaba de ella cada vez más, había esperado mucho tiempo para ese encuentro. Empero, en lugar de revelarle su identidad había preferido mantenerse en el anonimato comportándose como un cobarde, recurriendo nuevamente a los brazos de su amante.
La relación con su amante estaba lejos de terminar, hoy se hallaban peleando e incluso la había despachado. Pero ambos sabían que tarde o temprano volverían a encontrarse en el lecho y a devorarse como siempre lo hacían en sus momentos de soledad.
Su amante, de nombre Cecil, era una joven viuda que había perdido a sus pequeños hijos y a su esposo en un accidente ferroviario. Robert, se convirtió en su apoyo, en su sostén, después de aquel accidente donde había perdido todo y por poco la dejara paralitica. Llevaban como un año en aquellos clandestinos encuentros. Cecil se juró así misma casarse con Robert, ya que veía en él un excelente partido y por no decir un magnífico amante. Poco o nada le importaba la diferencia de edad entre ambos o el estatus que imperaba entre ellos. Sin embargo, Robert no tenía ni la menor intención de casarse con ella, ya que su corazón lo había entregado cuando era todavía un niño.
Cecil al abandonar la habitación lanzó una advertencia— Robert, recuerda que siempre volverás a mis brazos—acercándose muy seductoramente para sujetarlo de la barbilla —no encontraras a nadie mejor que yo en la cama y por lo que recuerdo odias a las inexpertas debutantes.
—No sabes nada—apretando los puños y haciendo a un lado la cara para evitar que lo bese.
—Claro que lo sé, te conozco como a nadie y por más que te repitas una y otra vez que no volverás a mis brazos, sabes que lo harás...Adiós, te espero pronto— guiñándole un ojo.
Ni bien se cerró la puerta, Robert se levanto de la cama abruptamente con dirección a la mesa para levantar su copa y estrellarla contra el piso. —Porque las mujeres tienen que ser tan insufribles—se preguntó. Volvió a la cama y nuevamente los recuerdos lo atormentaron ¿Cómo podía acercarse a Charlotte? Ella no era cómo el resto de las mujeres, era simple y tierna. Además había una brecha que los separaba, estaba casada.
—Mi Charlotte, mi amada Charlotte ¿Por qué no me esperaste, cuando prometiste que lo harías?—Vociferando—¿O es que para tí simplemente fui un niño que no sabía lo que decía? —con cierta rabia.
Por unos instantes se imaginó siendo un niño que jugaba con aquella niña de cabellos rojizos, cuanto añoraba aquellos tiempos llenos de alegría y sin preocupaciones del que dirán.
No era tiempo de ponerse nostálgico, debía idear un plan para acercarse a Charlotte y cuánto antes mejor. En los últimos años se dedico hacer negocios en distintas partes del continente, tenía un talento innato para ello, pero no era algo que le apasionaba. Sin embargo, tenía el dato de que el esposo de su amada vivía por ello y para ello, ahora sólo le quedaba presentarse de forma adecuada, porque estaba casi seguro que todo caería por su propio peso.
En otro lugar no muy lejos de alli, Charlotte, quien estaba sentada cerca de la ventana también se quedó pensativa en la soledad de su habitación, lo cierto es que su esposo hace mucho que no hacía las acostumbradas visitas conyugales y más de una vez cuando intento provocarlo, él argüía que se sentía cansado y que tenía muchas obligaciones para sus negocios.
—A veces, quisiera ser nuevamente una niña que me arroparan para sentirme segura— sollozando a tono de grito. Se perdió en su matrimonio ya no sabía quien era y su esposo dejó de ser la persona que se suponía que la había enamorado. No quiso dar más vueltas al asunto y así deprimida cómo estaba, prefirió irse a dormir, deseando que no existiera un mañana y sólo la paz de los sueños.
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Solos en el Amor
Historical FictionCharlotte Grand, es una joven que creía estar enamorada de su esposo, sin embargo con el paso de los años su relación se ha tornado fría y monótona. Robert Devon un hombre apasionado y porque no decirlo...Libertino ENTRA A SINOPSIS PARA LEER COMPLETO