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Tres semanas antes...

—Excelencia, disculpe que lo moleste pero ha llegado esta nota de la Costa.

—Gracias Paul— extendiendo la mano para recibir la nota—Puedes retirarte.

—Permiso— cerrando la puerta tras él.

  Richard abrió los ojos como platos, finalmente había dado con ella, después de una búsqueda incansable por cerca de tres años. Bebió su whisky de golpe, que estaba a un lado del escritorio. Ya no había tiempo que perder, era ella su gran anhelo y ahora ya no la volvería a perder. Sacó unos papeles de uno de los cajones en donde se observaban estados de cuentas y otros documentos referentes a títulos de propiedad, una vez dejado en orden estos asuntos, partiría a la Costa inmediatamente.

Nuevamente en la velada...

Pero mira a quien tenemos aquí— tapando su rostro con el abanico La pelirroja de Charlotte y pensar que en sus años de juventud fue muy requerida— manifestó una mujer con tono burlón.

—Me da un poco de pena— replicó otra.

—¿Que quieres decir con eso?preguntó otra dama

—Desde hace unos días, se ha visto a su  marido  paseándose cerca la Costa con una dama de lo más satisfecho,  poco o nada le ha importado hacer exhibiciones en público.

—Pero que falta de decoro— y el grupo de damas se pusieron a reír.

Charlotte, pretendió ir hacerles frente y que le expliquen qué clase de calumnias y difamaciones estaban diciendo. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo apareció la Baronesa y la llevó hacía el Comedor

—Querida, no hagas caso de esos chismes, sabes que aquellas señoritas...— volcando los ojos. Las hermanas Windsor, eran conocidas por tener  unas lenguas viperinas—  Tranquila, no creo que Richard este haciendo semejante barbaridad.

Charlotte no pudo ocultar su malestar y se soltó del brazo—Así que tú lo sabías... Es decir todos lo saben, y la esposa en cuestión osea yo, vive en una nube que no sabe  nada.

—Charlotte... Creo que no es el momento, después de la cena hablaremos— separándose para sentarse.

La cena transcurrió sin mayores contratiempos para el resto de los invitados, pero para Charlotte ¡No! su esposo le estaba siendo infiel ¿Desde hace cuanto? Y ¿Porqué? Miles de preguntas empezaron a girar en su cabeza, debía averiguarlo, ir tras él, enfrentarlo, abofetearlo e incluso insultarlo por ser tan sinvergüenza. 

Mientras más pensaba más pálida se ponía, sin percatarse que el hombre desconocido la vigilaba muy de cerca. Una vez terminada la cena, Charlotte se levantó muy sigilosamente y se fue hacia el invernadero de la familia, suficiente había tenido con aguantarse las ganas de llorar durante toda la velada. Se aproximó a unas flores y soltó en llanto, su Richard la engañaba y seguramente fue porque en estos años de matrimonio, ella no le había podido dar el heredero que tanto ansiaba. La presión en el pecho era tal, que de ser posible su corazón se habría salido de su cuerpo.

La puerta se abrió y nuevamente el extraño hizo su aparición.

—¿Por qué hace semejante mojin?— dijo una voz, quedándose parado cerca de la puerta.

Charlotte se hallaba a unos pocos pasos, pero al estar empañada su vista por las lágrimas, solo distinguió una sombra. —Noble caballero, deseo estar sola, por favor le pido que se vaya— haciendo un ademán, además de ignorar sus palabras.

—¿Qué pasa si no quiero hacerlo?

—Entonces la que se va soy yo— sin elevar la mirada. El hombre no se movió de su lugar y Charlotte chocó contra él, forzándola a mirar hacia arriba y encontrarse con los ojos del desconocido que le eran tan familiares.

—¿Porqué me persigue? ¿Qué es lo que desea de mi? — pregunto con cierto sollozo.

El hombre sin decir más, la sostuvo entre sus brazos y por primera vez Charlotte no lo rechazó, más al contrario lo sujeto tan fuerte que se fundió en su cuerpo.
—Perdone que estos días la haya estado prácticamente acosando— le dijo con tono delicado.
— Sabe, he sido muy insistente y lo menos que quería era asustarla, pero cause el efecto contrario— le ruego que me disculpe.

— No importa— deshaciendo el abrazo y alejándose un poco— Creo que no hemos sido presentados de la forma correcta.

—Tiene razón, mi nombre es Robert Devon, soy el Marqués de.....— Sin embargo, fueron interrumpidos por un par de amantes que entraban al invernadero, lo que obligó a qué se ocultaran.

—Bueno Señor Robert, un gusto, creo que tendremos que esperar a conocernos de forma formal— dijo Charlotte con un tono afable— Lo que me interesa es salir de este enredo en el que estamos metidos.

—No se preocupe, creo que pude distinguir de quienes se tratan, por favor manténgase oculta, yo saldré y trataré de sacarlos de aquí, para que usted pueda salir— Antes de que se incorporara, Charlotte lo jaló y le dijo.

—Gracias.

Robert salió de su escondite y carraspeó su garganta— miren a quienes tenemos aquí.

Los amantes rápidamente se soltaron y giraron para ver quién era el sujeto que los había encontrado en una situación tan comprometedora. Grande fue su sorpresa al observar que se trataba de Robert.

—Pero miren a quién tenemos aquí, el libertino más grande de toda la ciudad—  contestó mofándose uno de los amantes.

—Te recuerdo que quién está en una situación indecorosa, precisamente no soy yo— arqueando una ceja.

Aquellos dos desgraciados eran nada menos que Lady Sarah Middleton una de las debutantes más cotizadas de la temporada y Edward Carrey, próximo Duque de Stanford y quién llevaba un largo compromiso, pero no con la dama presente.

— No quiero problemas— dijo Edward dando una palmada en la espalda de Robert.

— Y yo tampoco— con tono inquisidor— Lo mejor es que se vayan de este lugar— yo haré como si nunca los hubiera visto— haciendo un movimiento torpe con la mano. Sin embargo, una maceta cayó, lo que alertó a Edward, quién se disponía averiguar de dónde provenía ese ruido. Antes de que diera un paso, Robert lo sujeto del brazo—No hay nada aquí.
Edward fijo la mirada en su amigo— Creo que no soy el único que oculta cosas— echándole una mirada fulminante.

Sin dejarse intimidar, Robert respondió— Tú tienes más que perder— con una sonrisa ladina. Edward se quedó callado, dando media vuelta y llevándose a la dama que lo acompañaba; una vez fuera de la vista de Robert,  Charlotte salió de su escondite.
—Eso estuvo cerca—limpiándose el vestido — Es mejor que me marche— casi en la puerta del invernadero le dirigió unas cuantas palabras— Yo tenía un amigo de nombre Robert, era muy querido y cuando nos separamos sufrí mucho. Usted tiene algo que me recuerda a él — brindándole una sonrisa.
— Permiso— y desapareció en la oscuridad como solía hacerlo cada vez que se veían.

Robert fijo la mirada en la sombra que desaparecía— Ese niño soy yo.

Solos en el AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora