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Los primeros rayos de la luz del sol se colaban por su ventana. Charlotte estaba echada de lado mirando como el sol nacía, era un nuevo día para su desgracia. Respirando profundamente, llamó a su doncella para que la ayudara a vestirse y mostrar ante todos su mejor sonrisa.

—Señora ¿Se encuentra bien?

— En realidad no, estoy cansada — encogiendo los hombros.

— Vamos al comedor, le aseguro que un buen té le subirá el animo.

—Muchas gracias, por todo lo que haces. Si no fuera por tí, sería un fantasma— con cierto desgano. Caminaba arrastrando prácticamente los pies. Su doncella la ayudó hasta la puerta del comedor.

—Puedes retirarte deseo estar sola unos minutos— finalmente cuando comenzaba a tener paz. Ana, su doncella entraba corriendo al comedor.

— Señora, por favor salga.

— ¿ Que es lo que pasa? Que te tiene tan agitada.

— El señor ha ordenado bajar sus maletas al vestibulo. Tengo entendido que nuevamente se va de viaje. Charlotte tiró la servilleta sobre la mesa, saliendo a su encuentro.

—¿A dónde crees que vas?— con cierta agitación y un claro tono de enfadado.

Richard, la miró y le dijo —Pensé que te dije que me iba de viaje.

—Creo que te olvidas que vivo en esta casa —cruzándose de brazos.

—Lo siento querida, debí olvidarlo—sin dar mayor importancia a lo que ocurría. —me marcho unos días a la Costa, debo ver unos asuntos de la naviera.
—¿A la Costa? lo dices cómo si estuviera a dos días de viaje— rechinando los dientes.
—Querida, verás que las semanas pasarán rápidamente y volveremos a estar juntos.
Charlotte lo miro con lágrimas en los ojos—Es lo que más quisiera— con un leve nerviosismo.

—No digas tonterías— propinándole un beso en la frente.
 —Adiós— Charlotte vio como se cerraba la puerta tras su marido.

Richard, era un hombre muy reservado con sus asuntos, e incluso indescifrable. Era hijo de los de los Vizcondes de Jersey, tuvo una educación estricta, pero eso no impidió que diera más de un dolor de cabeza a sus padres, estuvo comprometido con el amor de su infancia, lamentablemente su prometida murió dos meses antes de su enlace. Charlotte, siempre respeto la forma de ser de su esposo, empero, últimamente estaba más sombrío y poco elocuente con temas que les concernía a ambos.

—¿Señora?- sacándola de su ensoñación.
—¿Si?
—El desayuno ya está servido, por favor que este viaje del Señor no la deprima
—Está bien—alejándose lentamente de la puerta.

Richard, mientras iba en el carruaje sacó una pequeña nota e hizo una mueca socarrona, para guardarla nuevamente como si se tratara de un tesoro.

Todos los sirvientes en la casa, observaban y murmuraban la situación de sus señores. Era evidente que Charlotte traía una frustración que se acrecentaba al punto de generarle peligrosas migrañas, necesitaba sentirse viva, amada, pero no encontraba la forma de recuperar tales sentimientos. Nuevamente se quedó mirando el techo e imaginando su historia de amor, tal como se describían en las novelas que tanto disfrutaba. Sin embargo, fue sacada abruptamente de su ensoñación.

—Señora, ¿Quiere que le sirva más té?—moviendo las manos

—No gracias—frunciendo el ceño— Creo que eso es todo. Por favor salgan todos, quiero estar un momento a solas— Los sirvientes salieron en silencio y comenzaron a comentar las desavenencias de la pareja, incluso alguno se atrevió afirmar que seguramente el Señor tenía una amante.

Charlotte lloró amargamente apoyando la cabeza sobre la mesa, hasta el punto de traer marcada la frente. Recordar su época feliz le traía un poco de paz, pero ahora estaba comenzando a odiar a Richard por su dejadez y su falta de atención. Consideraba que de seguir así la situación pronto el barco del matrimonio naufragaría inevitablemente.

Los días transcurrieron sin ninguna novedad, Charlotte últimamente pasaba mucho tiempo en su habitación, la soledad estaba haciendo lo suyo. Una mañana, su doncella ingresó y la vio como todos los días sentada al borde de la cama.

-— ¡Señora!
—¿Qué es lo que pasa ahora?
—Le enviaron flores

A la pelirroja se le iluminaron los ojos, pensando que Richard finalmente recapacitaba y volvía a ser la persona que solía ser, detallista, cariñoso y sobre todo preocupado por ella. Rápidamente se puso su bata y bajo hacía el vestíbulo, no obstante,  para cuando abrió la nota todo su semblante cambio bruscamente, llevándose una agria decepción. La nota no estaba firmada y sólo había una letra "R".

Solos en el AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora