Charlotte estrujó la nota arrojándola al piso, para ella era una desfachatez enviar flores a una mujer casada y todavía obviar el remitente. No era una chiquilla para estar recibiendo ese tipo de detalles, pensó para sus adentros.— Clivia, deshazte de este ramo.
—Pero señora, son muy bonitas— contestó su doncella.
—Ya me escuchaste, bótalas, quémalas, regálalas no me interesa que hagas con ellas, simplemente no quiero verlas— dando media vuelta para ingresar a la Residencia y subir a su habitación, su pecho subía y bajaba por la respiración desenfrenada que traía. Las cosas no tenían pinta de que iban a mejorar. Si un día tuvo varios pasatiempos, hoy ninguno de ellos la satisfacía, su apatía prácticamente la había aislado, llevándola a rechazar casi todas las invitaciones, por lo que ya nadie la invitaba a una recepción social, salvo que estuviese su esposo, quién por cierto desde hace dos semanas no había dado un atisbo de vida.Ya casi entrada la noche y ella aún en su habitación, tocaron la puerta varias veces . Charlotte se negaba a recibir a la persona que estaba tras la puerta, pero tal fue la insistencia que no le quedó más remedio que decir.
—Pase.
Quién estaba tras la puerta era Clivia, su doncella y traía una invitación para una cena.
—Señora, le ha llegado esto— extendiendo el sobre para que Charlotte pueda verlo.
—Dame eso— para fijarse que la invitación había llegado dos días atrás— ¿Por que no me la entregaste antes?
—Lo siento, Señora. Como ordeno que no se la moleste estos días, no quise importunarla con esto. Pero al verla tan deprimida se lo traje
Charlotte resopló y abrió torpemente el sobre, se trataba del Barón Millers y su esposa quienes harían una pequeña recepción, tal vez era la respuesta para salir de su monotonía, aquellas personas siempre fueron afables desde que era niña y por lo tanto les debía mucho. Dejando la invitación sobre la mesa.
—Hora de levantarse— estirando los brazos para luego bajarlos de golpe— Clivia por favor, ayúdame a escoger un bonito vestido, hoy toca divertirse— aunque tal afirmación no era del todo cierto. Charlotte estaba lista para abordar su carruaje sin saber que esa velada le traería más de una sorpresa.
Pasadas algunas calles el carruaje se detuvo en la puerta principal de donde se llevaría a cabo la velada. Un sirviente fue a recibirla — ¿Señora, me permite?—extendiendo la mano para que bajara. Charlotte agradeció el gesto y camino rumbo a la entrada donde la anfitriona la esperaba con una sonrisa amplia —Querida, cuanto tiempo sin verte— dijo Clara Johnson, Baronesa de Millers dándole un abrazo caluroso. Esa mujer, fue muy amiga de su madre y en más de una ocasión jugó de casamentera, presentándole a cuan joven buen mozo se le paraba en frente. Sin embargo, Charlotte se decantó por Richard en cuanto lo vio.
—A mi también me da mucho gusto verte querida Clara— con una sonrisa amplia en la cara.
—Entremos querida, tienes mucho que contarme. Por cierto ¿Dónde está tu esposo?— dándole palmaditas en la mano.Charlotte hizo una mueca— Como siempre haciendo negocios.
—Me parece muy desconsiderado de su parte, siempre dejándote sola, en fin querida que podemos hacer, muchas veces nos toca ser extremadamente pacientes— dando un largo suspiro. Al final la sociedad les había otorgado ese papel, la siempre abnegada y sumisa esposa.
Una vez, dentro Charlotte se percató de que no conocía a nadie y se sintió tremendamente decepcionada. Todos sus años de juventud, le dedicó a un hombre que ahora parecía olvidarla. Sin embargo, no se entristecería al menos esa noche no. Hizo unos cuantos ademanes a los presentes a modo de saludo y se fue caminando directamente a los jardines, necesitaba todo el aire que pudiera respirar, para evitar gritar de rabia y frustración.
Observando la noche estrellada, y echando una mirada furtiva a sus recuerdos, su memoria retornaba a su niñez y aquel pequeño niño que fue su confidente y su compañero de juego. Extendió la mano pretendiendo tocar una estrella, siendo interrumpida.
—Sabes que las estrellas no se pueden tocar ¿Verdad?— con una voz ronca—Claro que lo sé— con tono serio— no soy una niña para pensar que todas las estrellas entrarán en mi mano. Quiero creer que por lo menos una si lo hará y me concederá el deseo que tanto anhelo
—Ojala fueras una niña, tan inocente y dulce como la que...— siendo interrumpido bruscamente.
Charlotte giró y volcó los ojos —Ah... Usted, parece que esta empeñado en seguirme.
—Yo diría que es el destino que nos junta— poniendo su mejor sonrisa.
—Vaya destino que tengo, sabe que no es correcto hablar con una dama casada y más a solas
—Y usted sabe que tampoco es correcto responder un beso a un extraño—— acercándose peligrosamente.—Este...pues... Eso... Fue un desliz— totalmente sonrojada, sacudiendo la cabeza.
—A mi no me pareció— atrayéndola hacía su cuerpo. La respiración de ambos se tornó intermitente, la atracción y el deseo eran algo inevitable. Charlotte sintió un pequeño cosquilleo en el vientre y la respiración agitada de aquel sujeto, sobre su rostro la estaban llevando al punto de perder la cordura, tratando de ocultar esas sensaciones, lo empujó y volvió al salón, para unirse a los anfitriones.
Robert la vio alejarse lentamente, solo después de que ya no estaba a la vista, se dio la vuelta con una expresión triste—No te librarás de mi tan fácilmente— apoyando sus manos en una pequeña estatua de Cupido que abría paso a los jardines.
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Solos en el Amor
Historical FictionCharlotte Grand, es una joven que creía estar enamorada de su esposo, sin embargo con el paso de los años su relación se ha tornado fría y monótona. Robert Devon un hombre apasionado y porque no decirlo...Libertino ENTRA A SINOPSIS PARA LEER COMPLETO