Capítulo 5: Única

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La clase de Historia podría estar más chida si todos nos pusiéramos pachecos, pero cierta escuela no está de acuerdo.

Pa no dormirme, salgo a despavilarme y una máquina de chucherías se cruza por mi camino. A un par de metros, unas morras me miran y se secretean entre sí. Camino hacia ellas y se inquietan en su lugar. La de labial rojo retoma la postura rápidamente mientras que la otra se pasa las uñas por el cabello de puntas plateadas.

— ¿Qué onda?

— Hola.

— Un popular que no es mamón – menciona la gordita.

— ¡A la bestia! ¿Soy popular?

— ¿No sabes? – pregunta la chaparrita con un acento extraño del norte.

La sobro con la mirada y miro a la otra chica, a ver si me explica mientras abro las papas.

— Eres el chico nuevo, guapillo y malo, que tiene una banda y se divierte con otras "cosas".

— ¿Por la mota?

— Síp.

¿En qué concepto me tienen...? Cringe.

— ¿Y malo por qué? – tomo un mechón de su cabello y lo curioseo.

— Nomás mírate – responde la otra.

Examino mi ropa y pues si fuera el chico malo que dicen, debería tener unos jeans más rotos y negros (como los que usaba antes para skate) y no estos jeans grises poco ajustados. Debería usar botas negras, pero no me gustan, prefiero la comodidad de mis tennis con estampado de ajedrez. Y en la playera, Paul Mccartney no se ve tan malo que digamos. Mi cabello sí está algo largo, no como el de un metalero ni con un corte extravagante ni esponjado, aunque si lo estuviera, me ayudaría a cubrir un poco mis orejotas. Debería tener una manga de tatuajes y todo el cuerpo perforado pero solo tengo una chingaderita de arete.

— Claro – afirmo con la mano aún en mi cabello en mi intento de sentirlo esponjado – ¿Quieren?

Antes de entregarle la bolsa de papas, pesco algunos triángulos.

— Te los regalo solo porque me sentí halagado.

Vuelvo al salón y esta me siento frente a Sara.

— ¿Hay alguien sentado aquí? – pregunto.

— Tú – sonríe mordiéndose los labios.

La miro encantado por su forma de ser. Percibo mi celular vibrar y lo saco del bolsillo; mensaje de voz de Jerry. Me pongo audífonos.

Güey, qué pedo. ¿Entonces sí vienes al tatuaje? Recuerda que es hoy, pinche... memoria de Dori. Ehmm... si-si vienes, que no se te olvide la blusa roja de Cora, está en tu casa, en mi cuarto - Jerryardo.

Jerry habla súper rápido cuando toma esa madre que parece cerveza.

En eso, Sara me habla obligándome a quitarme un audífono.

— ¿Y ese dulce? – me pregunta con un tono de voz aniñado.

— De la maquinita.

— A mí también me gustan – le noto una pequeña sonrisa tímida – ¿Me das de tu chilito?

No puedo evitar el doble sentido.

— Amm... – creo que me he sonrojado porque siento la cara caliente.

¿Que no se dio cuenta de lo que acaba de decir?

— ¡Qué atrevida, eh! – sonrío levantando las cejas y le acerco el botecito del lucas.

Plan BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora