Capítulo 6: Jimi

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— Ya a la chingada.

Puta tarea.

Sara preciosa pásame la tarea de historia <3 - Lucas.

No - Sarape.

Tomo mi patineta para salir de casa. Al cruzar la calle del parque, el olor a pizza remueve las tripas, pero no tengo tanto dinero. Patino lentamente con la música en mis oídos.

La veo desde lejos vestida con una sudadera roja talla grande con la capucha puesta, un short muy corto que apenas puedo notar y tennis color tinto.

Cuando me cacho a mí mismo sonriendo como un pendejo, simulo tallarme la nariz a manera de borrar la sonrisa.

Cuando estamos a unos metros, bajo un pie y freno, en cambio ella se da más velocidad con una enorme sonrisa ladina. Termina con los metros corriendo hacia mí a abrazarme, se lanza y la atrapo. Es extraño porque no pensé que le daría mucho gusto verme y nunca nos abrazamos, pero me gusta sentir su cuerpo. La fragancia de su cabello mojado inunda mi nariz. Es curioso que casi siempre que nos vemos, ella parece que salió de bañarse hace algunos minutos. Una ruca huelepedos se nos queda viendo. ¿Qué mira? No estamos haciendo algo ilegal. Es un abrazo y sí la estoy cargando, pero no le estoy tocando las nalgas.

— ¿Vamos por un helado? – propone.

— Jalo.

Tomamos nuestras patinetas y nos dirigimos a la heladería de la esquina.

Me gusta pasar tiempo con Scar...

— Cuidado, está caliente – me advierte mi madre.

Con dos trapos tomo la cacerola y la pongo sobre el trastecito que puso Roberto para aislar el calor de la mesa.

Hoy, Scar y yo pudimos hablar más y eso que ella no habla mucho. Acaba de cumplir 17 años, le gusta el olor a bosque, la lluvia, acampar, las aventuras, las estrellas, el sol, patinar y el algodón de azúcar. Ah y no tiene novio.

— Está listo – anuncia mi madre y los tres nos sentamos a cenar.

Scar trepó el árbol del cual aprovechábamos la sombra y la seguí. Es increíblemente hábil. Encontró una buena rama para comernos el helado. Al subir, la conversación se puso más profunda. Le hablé de mi papá y cómo murió siendo piloto. Me abrí, como nunca en siglos y con tan poco de conocernos.

Cuando tenía 10 años, mi papá murió en un accidente mientras volaba hacia Argentina. Mi mamá solo me dijo que el avión tuvo una falla y cayó al mar. Solo uno de la tripulación se salvó. Justo esa vez íbamos a pasar unas vacaciones allá, pero cambiaron los planes y solo fue otro viaje de trabajo de mi papá que terminó fatal. Mi madre le construyó un pequeño altar cerca de la cocina. En Día de muertos es cuando ese altar se ve más vivo.

*Clara – Makai

Recuerdo que mi padre me contaba que ese trabajo le gustaba porque así estaba cerca del espacio. Yo insistía en si alguna vez había visto un ovni, siempre me decía que no, aunque si llegaba suceder, me llamaría desde cualquier lugar donde estuviera para ser el primero en saber. Pero nunca pasó.

Mi mamá dice que mi voz se parece a la de él. Supongo que por eso mi gusto por la música y cantar.

Justo después de su muerte, había un recuerdo que se repetía mucho en mis sueños. De cuando estábamos subiendo la pirámide del Sol en Chichén Itzá, solo él y yo porque mi mamá le teme a las alturas. – Con cuidado, Jaime – dijo mi mamá y mi papá solo se rió y respondió que no pasaba nada. Nos arrodillamos y empezamos a subir. Obviamente había un barandal, pero estaba repleto de gente y mi papá dijo que subiríamos por nuestra cuenta. Me dolían las rodillas y a veces volteaba a ver a mamá, estaba angustiada, mi papá me giraba la cabeza y me decía: no mires atrás, tú no vas en esa dirección. En mis sueños el desenlace de aquel recuerdo siempre era diferente, a veces yo resvalaba por las escaleras, otras veces era mi papá, o los dos llegábamos arriba y nos encontrábamos con mayas que querían sacrificarnos.

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