Capítulo 11: Plan B

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*J-Boy – Phoenix

Scar es una niña bastante intensa, le gustan las cosas extremas. Yo no soy tanto así, bueno no soy tan fan de subirme a los juegos que te ponen de cabeza y se balancea antes de vomitar... Pero hago lo que sea si me dicen "culo si no".

Scar está a un costado con el cabello alzado y la cara completamente roja porque nos estamos empezando a poner de cabeza y se está cagando de risa. Aprieto mis piernas y Scar, al contrario sacude sus extremidades. De verdad está desquiciada. ¿Por qué a la gente le mama sufrir? O sea literal estamos en una chatarra que en cualquier momento podría fallar y nos daremos en la madre. Me aferro con todas mis fuerzas al fierro que evita que me caiga o que salga volando hacia los edificios cuando esta madre se empiece a mover. La demás gente grita emocionada cuando este... brazo mecánico sube un poco más para tomar vuelo antes de balancearse... De cualquier manera ya no puedo rajarme ni aunque quiera porque, no sé a cuántos metros estamos arriba... su perra madre, de verdad es muy alto y me muerdo los labios para no hiperventilarme o gritar. Siento como mis uñas se encajan en la carne de mis palmas y me empiezo a poner más nervioso. Contraigo mis piernas y los dedos de los pies desesperado a que ya pase algo, lo que sea, pero que pase.

— Levanta las manos – me sugiere la loca de Scar.

— No, ni ¡merga!

¡Y no mames... el brazo mecánico se suelta alv! Grito, pero también me río porque estoy cagado de miedo. Mi corazón se saldrá del puto pecho en cosa de nada, siento piquetes en las plantas de los pies y en las axilas. Con cada balanceo, mi cuerpo, mis cachetes, el cerebro, el estómago y todas mis tripas se elevan y se siente horrible. Scar me aprieta la mano y la levanta. Río de nervios al punto de sacar lágrimas y, estas me corren hacia las orejas. Escucho las carcajadas de ella y los gritos de las otras personas. Son los 5 minutos más largos de toda mi perra vida.

Aunque el juego ya se detuvo, sigo en shock. Me quedo inerte en mi lugar.

— Otra vez – le digo a Scar.

— ¡¿Sí?! – exclama emocionada.

— ¿Sí? – pregunta el señor que controla el juego y ahora nos está quitando los tubos de seguridad.

— ¡No! – me río asustado – Era broma.

Scar está encantadísima, literal es una niña chiquita en una feria.

— Creo que voy a vomitar a la verga – comento poniendo mis manos sobre las rodillas.

— Vamos por un limón – dice y me vuelve a tomar de la mano llevándome hacia el área de comida.

— ¿Por qué?

— Te quita el mareo.

Y es cierto, aunque no sé porqué es necesario que me comiera también los gajos. Yo creo que solo se divierte con mi cara comiendo ácido.

— No voy a volver a subirme a ningún puto juego.

— ¿Ni a la rueda de la fortuna? – pregunta con los ojos de cachorro.

Miro lo alta que es y empiezo a hacer cara de sufrimiento.

— Para ver el atardecer, ¿si? Esa es tranqui.

Muerdo dudoso mi labio inferior.

— Bueno – cedo.

— Pero quiero más algodón de azucar – pide y nos acercamos al puestecito, ella pide su dulce y yo una botella de agua.

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